Langostas de Venezuela azotan a Miami

No se trata de los famosos insectos acrídidos Acrididae, a los cuales se les dice de modo popular saltamontes o langostas, según el diccionario, sino que se refiere a nuestros compatriotas trashumantes y llorones de las políticas del gobierno revolucionario mismo, quienes se andan por el "Norte" causando estragos.

El término de langosta lo acuña el poeta cubano-estadounidense Félix Rizo, quien reside en la ciudad de Miami desde hace más de cinco décadas, dedicado al teatro, a la literatura, a la pintura y a toda manifestación del espíritu en aras de la integración latinoamericana no condicionada por intereses subalternos ni por bajezas de índole apátrida. Su verticalidad moral y ética le ha permitido conocer a cuanto espécimen raro llega de Suramérica a aquellas aguas mayameras, tanto en tiempos de dictaduras como de libertades plenas. Por eso su vida gira en torno a la cultura y desentraña nuestros valores con absoluta libertad de criterios y gran sentido de la solidaridad, la hermandad y la fraternidad.

No como quienes se residencian en Miami para denigrar de sus patrias ni para lanzarles llamas al fuego, viendo como feos sus territorios natales, prestándose a todo tipo de manipulaciones y atrocidades. Un ejemplo de esto último lo representa ese cantantico con aires de magnate de pacotilla llamado Nacho, a quien vi de niño revolcarse en las aguas de Mapire, al sur del estado Anzoátegui, amigo como soy de su distinguida familia de músicos criollos, como mis compadres Pancho Donati y Eugenio Mendoza, o su tía maestra, mi comadre La Chicha, o su sencilla y humilde madre, todos gentes de pueblo y para nada reaguetoneros ni tirapiedras. Lo de Nacho da vergüenza. Mejor que deje esa musiquita de la que tanto presume, y se dedique a la politiquería fanfarrona y mediocre. Sin dudas, los combos apátridas mayameros lo enfermaron aún más del ego, de la mente y del corazón.

Me señala el poeta Félix Rizo que nunca en su vida había visto semejantes insectos humanos devorarse a las tiendas de objetos usados, como ocurre ahora con los venezolanos y las venezolanos pitiyanquis, hijitos de papi y mami, dándoselas de "perseguidos políticos", aunque aquí en Venezuela el gobierno ni está pendiente de ellos y de ellas, ni les importa un bledo si se van o se quedan. Lo bochornoso es cuanto están causando en esa ciudad costera norteamericana con sus costumbres usureras, sus desparpajos, sus trácalas y su ignorancia, porque ni siquiera comprar un libro para leer, ni van al teatro, ni aprecian un concierto de música culta ni nada que les permita crecer como seres humanos. Actúan como insectos, como depredadores, como salvajes. Eso está muy mal, compatriotas equivocados.

Le he pedido al poeta Félix Rizo que me envié un teléfono celular usado para mi hijo, pues los malandros nuestros de cada día se lo hurtaron por enésima vez, y el poeta me llama para decirme esto: "Oye José, no me lo vas a creer. He visitado todas las tiendas de venta de teléfonos y objetos usados, donde habían antes teléfonos en muy buenas condiciones y baratos, de aproximadamente cien dólares, y fíjate tú, no encuentro uno; no hay nada. Aquí todo se lo están llevando los venezolanos. Son unas langostas, acaban con todo. Hasta abordan a la gente en la calle y le preguntan descaradamente que si no le venden sus teléfonos. Son unos locos. Son pasados. Esos tipos no los quiere nadie aquí en Miami. Además son ruidosos, mentirosos, engañan a la gente, roban, mendigan, hacen de todo. Son unas plagas, hermano. Eso es horrible".

El poeta siente vergüenza por señalarme los despropósitos de mis connacionales, pero le atajo diciéndole que no es nada extraño para mí; eso ya lo sabemos aquí en Venezuela. Los venezolanos que han emigrado hacia Panamá, Chile, Argentina, Ecuador, Perú, Colombia y otros países de nuestra región, están siendo profundamente rechazados y echados a patadas por sus conductas impropias, sus locuras, sus aberraciones. Pero los venezolanos no somos como esos locos de carretera. Tampoco es cierto que huyan de Venezuela por persecución política, ni torturas. La excusa del hambre y la escases en el país no les da derecho a cometer esos abusos. Al contrario, deberían aprovechar esas estancias para superarse, trabajar, estudiar, aprender y mejorar el inglés, ganar amistades y portarse bien. Eso lo menos que se puede esperar de un extranjero en cualquier parte. Además, tienen plata, andan comprando cachivaches para traerlos y venderlos como nuevos, para lucrarse. Son unos pillos, unos vagabundos. Les aplica bien el término de langostas. Aquí en su país no quieren trabajar, sembrar, producir. Son vagos y carne de cañón de la oposición para causar terrorismo, saboteos y destrucción. No aman al país ni a nadie. Son langostas mayameras y de más allá. Una plaga absoluta. Una vergüenza nacional. Y tan criticones los peluquines.



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José Pérez

Profesor Universitario. Investigador, poeta y narrador. Licenciado en Letras. Doctor en Filología Hispánica. Columnista de opinión y articulista de prensa desde 1983. Autor de los libros Cosmovisión del somari, Pájaro de mar por tiera, Como ojo de pez, En canto de Guanipa, Páginas de abordo, Fombona rugido de tigre, entre otros. Galardonado en 14 certámenes literarios.

 elpoetajotape@gmail.com

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