¡Un pueblo arrecho!

I

¡Carajo, me estoy muriendo antes de tiempo! Mis deseos es llegar a los 80, ahora en julio, pero ahora estoy dudando. El impacto que genera en mi maltrecho cuerpo lo que acontece en Guayana, especialmente en Puerto Ordaz, no tiene comparación alguna. Un pueblo arrecho por que no tiene agua. Un pueblo arrecho porque la ciudad hiede a basura vieja descompuesta. Un pueblo arrecho porque el olor nauseabundo de orines y cacas pone en riesgo la salud de hombres, mujeres y niños. Un pueblo arrecho porque no se ve al alcalde dar la cara como debería ser. Un pueblo arrecho, hasta la coronilla, porque sus autoridades legítimas no responden con eficacia a los graves problemas que confronta la comunidad guayanesa. Un pueblo arrecho porque ni siquiera son capaces de cumplir con los cortes de luz anunciados por el señor Motta Domínguez. ¡Qué desidia! ¡Qué incapacidad! ¡Qué mediocridad! ¡Qué descaro!

II

Este pueblo está arrecho por lo que han hecho con la Corporación Venezolana de Guayana, y con las empresas básicas. La CVG ya ni siquiera es un cascarón vacío. Es un depósito de vagancia. De gente que cobra, pero no trabaja, no produce, no hace un carajo, porque nada hay que hacer; porque no hay dirección, porque no hay proyectos, porque no hay una política direccionada hacia el rescate de la institución, porque no hay gerencia ni nadie a quien le duela este emblema moribundo, herencia de la IV República, destruida en la V… Tengo que decirlo así se arrechen los militantes del PSUV. Me importa un pito. Lo que me importa es que me voy a morir de tanta indolencia, de tanta improvisación, de tanto saber sin saber un carajo, como no sea el de distraer los dineros del Estado, de la CVG y de lo poco que queda de las empresas básicas.

III

¿Qué esperan los reyes de la destrucción? Que el pueblo arrecho como está, se levante y haga cosas que nadie quiere… ¿Eso es lo que quieren? No hay alimentos, y lo poco que se encuentran están por encima de las nubes. No hay bolsillo que aguante la especulación, el robo descarado de los bachaqueros. No hay medicinas. La gente se muere de mengua porque no encuentras sus medicamentos. Yo no encuentro Cozar ni Norvak para controlar mi tensión. Ya siento los efectos que produce el no tomarlos. Así está el resto de la población. Pregunto: ¿Cómo podemos alimentar a la revolución si nosotros no podemos alimentarnos, ni siquiera tener a mano los medicamentos para frenar la muerte. Reitero, yo soy revolucionario hasta la coronilla, pero ante este desastre muchos se achicopalan, sin querer queriendo, como dice el Chavo… ¡No sé si puede volver! Dejo eso en manos de Dios… ¡Se cansa uno!



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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