La Escuela de la Sospecha


Dice Ludwig Feuerbach, que es misión de la Filosofía hacer hombre al filósofo, y filósofo al hombre. Nos es difícil esconder este sentimiento sutil que se aloja en nuestros espíritus, como un germen parasitario que nos paraliza; ese germen es la sospecha a la que nos mueve la actitud tomada y puesta en marcha desde hace ya algunos lustros y que hoy ha adquirido su forma más completa. En nuestra anterior entrega, asumimos como principio fundamental de nuestro eje de discusión la Educación como principio insoslayable de la Libertad y ante ella cerramos fila. Nos pareció -y aun estamos convencidos de ello- que la particular posición asumida por esa suerte de Sanedrín que, sin ningún tipo de miramientos, decidieron no estar en conciencia con lo que alguna vez creímos era su propia vocación; que no es otra que la de tener como desideratum de su existencia la misión de educar, lo cual conlleva en sí, la más digna profesión de oficio que el hombre puede llevar a cabo, que no es otra que ser un hombre libre que forma a otro hombre libre para la libertad.

Ciertamente, dentro de la modalidad del ser filosófico, la vida contemplativa que agota en el individuo el filosofar es una aptitud nada desdeñable. El problema surge cuando en el individuo filosofante adquiere la responsabilidad de trascender su mismidad y, erigirse en maestro de virtud, por tanto, educador. Recordemos que Platón advierte que el filósofo debe retornar del mundo hiperuránico a la caverna, puesto que es el lugar en que lo providencia su destino de educador; pues así desarrolla su ethos según su pathos. Entonces como no dar lugar a la sospecha el presenciar tal muestra de intemperancia al asumir, en medio de la complicidad del silencio, el adherimiento –inconsulto- al cese de las actividades académicas; ocasionando con esto, el cierre técnico de la Escuela de Filosofía, pretendiendo además una acción de oposición al gobierno de turno.

La Filosofía de la Historia subyacente, que sin mezquindades nos provee de ricas metáforas, nos permite analizar el estado de desenvolvimiento histórico de nuestra Escuela y la Universidad en general. Efectivamente, como aquel gigante soñado por el profeta Daniel, o si se es más purista, del mito narrado por Hesíodo acerca de las edades de la historia humana; no nos cabe la menor duda que la escuela está transitando por la EDAD DEL BARRO y que en sus momentos Aurios marcado por sus fundadores (GARCIA BACCA, FEDERICO RIU, JUAN NUÑO, NUÑEZ TENORIO, LUDOVICO, EDUARDO VAZQUEZ, ANGEL CAPPELLETTI, y otros excelsos)-cuya hoy evadida memoria- yace como punto de la desvergüenza de los que ahora no calzan ni ligeramente su toga de autoridad filosófica; y nos hacen pensar con más pena que gloria, lo que aquellos, por aquellos tiempos, combatieron con todas sus energías en defensa de los intereses de la diosa filosófica; que no es otra cosa que el cierre de nuestra escuela, por improductiva, es decir, no estar dentro de la lógica del mercado, por no producir ésta, tecnócratas que mutasen las ideas por petróleo a kilo caráotas por dólar. Colocando así una cruz más en el despreciable cementerio de las ideas de la historia burguesa.

Nos percatamos, con menos asombro que el de un infante al ver las artimañas ilusionistas de un David Cooperfield, que éstos, sucesores de aquellos egregios pensadores, han concretado el postramiento de la musa filosófica ante el proxeneta del capital. Con lo cual, asistimos al espectáculo nauseabundo de la sumisión de la razón a la cofradía de los cobardes detentadores de la superficialidad y la apariencia, hoy manifestada en desdén de un pensamiento único, que precisamente no es el del boina roja salido de Sabaneta, sino por el contrario el pensamiento artificialmente universalizado en los objetivos e intereses de la plutocracia más recalcitrante y salvaje del planeta.

A pesar de todos los escenarios, nos mantenemos optimistas, pues, creemos que puesta nuestra inteligencia en juego o en duda; hemos logrado descifrar el plan oculto, a modo de agenda, de la gente de filosofía. Roguemos pues a Atenea, sublime diosa de los esclarecidos griegos, nos provea del valor y la luz necesarios, pues nos disponemos a desenmascarar ese oscuro laberinto de ruborizantes intenciones de estos “atesoradores de vanidad y cosechadores de odios” tal cual nos dice Sabater sobre la definición de lo que es un profesor de Filosofía. Vemos que a los aludidos, encerrados tras las rejas y los muros de una religión positiva, y como no va a ser, dentro de los límites de la razón, su vana insensibilidad no les obligará a impartir clases; así esculpamos, a la entrada de nuestra escuela, a Las Suplicantes. La impudicia de nuestros oídos se ruborizó al escuchar, de la viva voz de una grandilocuente doctora, -no conocida en nuestro medio por su inteligencia sino por otras pequeñas gestas, cantadas por sus propios colegas a modo de juglares, que tal vez a algunos sonrojaría; a la que parafraseamos-, tu no me obligarás a dar clases y menos en una escuela de filosofía, todas proferidas con la certeza absoluta de quien tiene comunión única con la cretinidad del ser; todo esto ante la palidez de los que estuvimos presentes en tan particular y pasional muestra de indignación. Como se puede evidenciar la razón que aduce es de tal profundidad que alcanza hasta lo trivial, o lo que es lo mismo, no es más grande que la distancia que entre los incisivos frontales. No es menos digno de recordar las innumerables formas de la inevitable necesidad humana, al constatar que el espíritu necesita del sustento del cuerpo; aunque de esto encomie Descartes que andemos con mucho cuidado, puesto que, convencidos al inscribirnos en esta suerte de olimpo de las mezquindades, tomásemos como máxima fundamental de sabiduría aquella según la cual “No sólo de pan vive el hombre”; más nuestro desconcierto in crescendo superó el límite de lo imaginable cuando uno de los ilustres miembros del Consejo de Escuela, sin pudor, equiparó las magnimidades del ser con el manjar de maíz precocido cultivado y perfeccionado por nuestras abuelas, ha de ser que en las múltiples predicaciones de sus rellenos se logra entender la Metafísica profunda que subyace en las máximas deterministas del marxismo, que podría expresarse así: En lo concreto de la arepa se determina la conciencia; y estén seguros que como dijo Feuerbach “El hombre es lo que come”, no por ello desestimamos tan inexorable fundamento ontológico.

Así, continuando en la meticulosa tarea que significa el desmarañamiento del nudo göbeliano del ser de la Escuela, para tratar de explicarnos hacia donde apuntan los desmanes de las imposturas asumidas al acatamiento de llamado a paro, del trino non santo, de la derecha venezolana, encontramos la más variada galería de excentricidades. Estas van, desde exclusivos profesores con dedicación a tiempo completo, qué, cual músicos con muy mala suerte subsisten a fuerza de mata tigres –a tiempo completo- en otras instituciones, con la consabida expresión, “a tiempo completo” no significa necesariamente “a muerte con la institución”; así también, nos conseguimos con los apriorismos epistemológicos de sociólogos que usurpan tan digna majestad, pretendiendo fungir de formadores de filósofos sin éstos serlo, con la pintoresca excusa, con la cual una vez nos tomó desprevenidos, de que con Alfaro (Ucero) si se puede. No debemos ser menesterosos y, debemos darle a cada uno su justo valor, pues, fieles al principio de no discriminación, no podemos pasar por bola, la genial alegoría que evocan, la pandilla de esos itinerantes metafísicos que se escudan tras del hado de la frontera y el infierno, comprendan, nos referimos a ese superpuesto que algunos llaman Teorética, que siguiendo instrucciones de una suerte de don gato, las que traduce su fiel seguidor benito, nos pretenden enrostar la efímera evasión del no involucrarnos en la aguas lodosas de la política, -¡Por Zeus!; ¿será acaso que ellos aún no son capaces de percatarse que están salpicados hasta el cuello del lodo sedicioso?- ya que el municipio, entiendase aquí zona liberada de la Escuela, sólo podrá optar a entrar quienes se apeguen a sus lineamientos.

Ellos se han propagado y multiplicado en nuestra Escuela cual langostas que una vez azotaron el antiguo Egipto; lo que nos hace entender el estado de esterilidad del pensamiento crítico y comprometido de la Escuela, santo y seña del pensamiento pensante; con lo que –sin caer en los menesteres religiosos- nos hace creer que hemos sido castigados por la providencia. Podríamos contarles tantos cuentos, que el mismísimo Lope de Vega saltaría de rubor –y por que no- de envidia, ante vastísima prolijidad de anécdotas; que pasa por doctores que nos recomendaban, en revistas de Estampas, que asistiésemos a la “premiere” de los “power rangers”, siguiendo por las entrevistas cosmopolitas a uno de los más celebrados representantes de la estética mediática cual Ramazzotti de superficialidad. ¿Que prodigios nos esconde la cultura Ligth? Episodios más, episodios menos nos evocan aquel documento novelado, escrito por Eco, acerca de la situación de hechos impúdicos que acaecían a la Edad Media en la Abadía de su famosa obra El nombre de la rosa; que entre enemistades ocultas y otras declaradas, coexistían la sodomía y la injuria, y también los traspiés que ocasionaba la codicia del poder y el monopolio del conocimiento. ¡Vaya! Que obtusa forma de mostrarnos las teorías de Gramsci, su bloque histórico, y el hecho que nos obligan a convivir con el oscurantismo medieval.

Todo esto conlleva a que podamos entender el porqué del vacío de la intelectualidad, que atina con buen pulso, en la explicación de los hechos que acontecen en la actuales circunstancias del país, ya que estas gentes a las que se le une alguno de reputación muy cuestionada, convida a la afirmación que estamos en presencia de un mundillo en el que todos son panas y colegas ¿Será que la magia de la Razón nos aleja de ella?, ¿Será que la Dialéctica no nos alcanza en su firmeza? Kant dice, en el juicio de las facultades, que es necesaria la bancada de Izquierda; pero notamos en esta ortodoxia la falta de herejes, que reivindiquen la sospecha del pensamiento, que se opongan a la tiranía de la tradición cosificada en los protagonistas de esta novela.

Ya vislumbramos en el horizonte los anatemas, vilipendios e intentos de someter al escarnio publico, que sobre nuestras mal entendidas cabezas vacías de inteligencia, han de depositar estos fieles exponentes del derroche –que opacan por mucho las debilidades ocultas de la curia romana-, producto de un deliberado mal discipulado. A este respecto les aseguramos ¡no tener miedo! Y les recordamos que en la figura de la dialéctica del amo y el esclavo, la lucha es a muerte. Ya nos Expectorarán que ellos son los que piensan el país, eso sí, con las categorías que a diario les suministran Mingo & Colomina; como una suerte de Castor y Pólux, que comandan sus mal elaboradas cartas de navegación; no es necesario acudir a algún celebre oráculo para saber que nos condenan a un inminente naufragio, dada las características autoritarias e instintivas de tan peculiar Gente de Filosofía.

Sin embargo, permanecemos optimistas, hemos llegado a comprender esa agenda oculta que antes mencionamos; y aunque, en resumidas cuentas compartamos los medios, cerrar la Escuela, nos separan diametralmente los fines. ¡Paciencia estimable lector! Avanti, -nos explicamos- advertimos contra todo mal entendido, que ellos quieren cerrar la Escuela para adherirse al paro, en tanto que, nosotros que remos cerrar la Escuela para resucitarla lejos de esa desleal montonera de pseudo letrados; pues, sentimos en nuestras carnes, y entendemos, el gesto que movió a Aristóteles a salir de la academia una vez conocida la dirección a la que la llevaría Espeusipo a la muerte del maestro Platón. Dirección ésta que no entrañaba la investigación por la verdad. ¡Permítannos nuestro momento estoico!, figura universal de la historia, dado, que no encontramos objetivado en la ética de la escuela nuestra moralidad. Déjennos así, asistir cual suerte de notarios a la espera del emperador romano que cierre la Academia, puesto que, la “gente que piensa al país” y quiere decirle como ha de ser, llega tarde a esta tarea, debido a que los acontecimientos y circunstancias por las que atraviesa el país, revuelcan a dichos “ideólogos” cual gigantesca ola imposible, para ellos, de manejar.

El pueblo afuera ha emprendido la libración de la catira y del oso, ¿Cómo nosotros habremos de emprender el rescate del fuego sagrado, o el de nuestra insigne lechuza, si esta ha dejado de anidar en nuestra escuela; y la llama que alimenta nuestro fuego hace ya algún tiempo se debilitó, a causa de la deshonestidad intelectual de éstos lánguidos sacerdotes.

Hagamos el llamado a la discusión pública, y sin tapujos, del destino que queremos para nuestra Escuela en consonancia con la Patria que queremos; expulsemos a los mercaderes y a aquellos que se arrogan, para sí mismos, ser los únicos depositarios del saber. Estamos convencidos que la principal fuente de la nación todavía yace virgen.

Ahora es el momento, las condiciones planteadas nos instan a recomenzar el camino de una verdadera transformación, que tome en cuenta a la comunidad, que se organice desde las bases de la inmensa mayoría del estudiantado ucevista, que se haga protagonista y dueño, en autonomía, de su voluntad, conductor –pero también- constructor de los nuevos fueros universitarios. Hagamos de las Asambleas de Escuelas el centro neurálgico del ejercicio del Poder, de la toma de decisiones, de la discusión y el debate; la real autonomía reside en el poder originario del estudiantado y no en la representatividad de los claustros académicos. Tomemos el ejemplo que subyace en el espíritu Constituyente de nuestra renacida nación y desterremos los principados formados al calor de una “autonomía” que escudó el reacomodo de los intereses ajenos a la noción de una real Universitas, y ajenos a la justicia y el saber como armas en la derrota del oscurantismo. Tomemos con nuestra presencia activa los espacios físicos de la UCV. Destapemos, como en nuestra industria petrolera, la caja negra del sector universitario.

¡Unámonos! Para acometer esta tarea, así como, en PDVSA surgieron jubilados y excluidos de esta industria para reconstruirla y ponerla en funcionamiento; no dudamos que existan en Venezuela intelectuales que produjeron, producen y producirán, de ésta y de otras Universidades de la Nación, como también sus acerbos culturales y científicos; y crearán junto a nosotros una verdadera UNIVERSITAS acorde a nuestros tiempos; donde los pensamientos plasmados en la historia no sean hojas muertas llevadas por el viento.

TRIBUNA ACRATA UNIVERSITARIA.
CIRCULO ANARQUISTA DE LA ESCUELA DE FILOSOFIA DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA


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