Dividieron el Consumo y no lo abastecen del todo

La demanda y la oferta carecen de autonomía de mercado: los salarios marcan la demanda del consumidor final, el resto del capital, la d. intermedia, y estas dos demandas determinan la oferta. La Teoría Económica burguesa maneja una oferta, una demanda y unos precios derivados de ellas como si fuera el empresario el que se sujeta al mercado.

Décadas y siglos atrás, el consumo familiar era casi autárquico o autoabastecido. Los conucos de los pueblos rurales, conservados en Venezuela hasta la década de los 50, sólo dejaban sin cesta básica a una pequeña parte de las poblaciones citadinas.

Con la aparición del desarrollismo industrial capitalista, los conucos entraron en decadencia, su mano de obra migró hacia los centros fabriles y ya sabemos lo que hemos cosechado: cuadros de miseria, ranchos en las ciudades, buhoneros y reforzamiento de las actividades comerciales, principalmente importadoras con cargo al financiamiento del Estado ante la baja oferta agrícola y conuquera.

Cuando se inicia la industrialización de la producción burguesa, esta corre aparejada con la división del trabajo, es decir, que cada trabajador responda sólo por una fase específica entre todas las que compongan la elaboración de una mercancía.

Esa división del trabajo, que antes corría a cargo plenamente de un (1) artesano, trajo incrementos notorios en la producción acelerada de plusvalía. Como toda producción debe ser consumida, desde entonces el consumo o la demanda ha sido casi toda individualizada y los consumidores sólo producen para terceros; estos tienen que ir a los numerosos detales para adquirir los variados productos de la cesta básica, o sea, quedaron en manos de capitalistas del consumo, o sea, cada familia y hasta cada consumidor da cuenta de su consumo y de su particular demanda. Digamos que mientras la oferta se halla relativamente concentrada en las fábricas, por numerosas que fueren, el consumo se halla máximamente disperso o atomizado.

Resumimos: La propia dispersión geográfica de la demanda familiar de cada obrero ha forzado la necesidad de un gran número de intermediarios comerciales que han pasado a controlar el mercado de capital excedentario de los centros fabriles, capital formado por ganancias que ya no tienen utilidad como capital fabril, ante las limitaciones de la demanda solvente*.

Mientras el Socialismo en proyecto y fases incipientes de adopción llega a generalizarse y consolidarse, hemos pensado en una reagrupación del consumo familiar mediante centros de producción subparroquiales** de comidas, digamos, para almuerzos y desayunos, más allá de empanadas, tostones y cachapas. Estos centros imitarían a las casas hogar donde actualmente son asistidos gratuitamente a muchos indigentes o a personas sin familias que los sostengan y atiendan en esa materia.

Esos centros de producción subparroquiales serían una suerte de minirrestoranes que cubrirían necesidades básicas de alimentación con lo cual, digamos, unas 30, 20 o 15 familias por cada centro de comida confeccionada dejarían de ser demandantes directos de materias primas alimenticias para convertirse en demandantes de comidas listas. El número de demandantes de estos centros sería mucho menor a la de los detales de víveres que actualmente es muy elevado e incapaz de cubrir sin colas a esa demanda diseminada.

No estamos en situación apta para que cada familia vaya a la carnicería a buscar su pollito, ni a la bodega su pedazo de queso, sus caraoticas, sus plátanos. Estos bienes sólo los demandarían esos centros de confección de aquellas dos comidas, pero no ya en manos de especuladores, como los actuales, sino de comerciantes solidarios con su parte de la comunidad.

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* Ese gran número de intermediarios absorbe todos los excedentes de esa oferta fabril que termina invendible, sobre todo en los países tropicales.

** La India acostumbra restoranes con servicios a domicilio para gran números de oficinas y casas de familia.


[1] Los precios pueden subir sin que lo haga la demanda cuando haya solvencia. o sea, ahorros. A estos movimientos se les conoce como "diferenciación de los precios". Tal experiencia la sufre actualmente el venezolano medio.



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Manuel C. Martínez


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