El caso del copiloto: evidencias científicas vs. el corazón del hombre en el capitalismo


Nadie acepta la posibilidad de que el responsable de tal tragedia no sea un suicida: algo lo tuvo que motivar fuera de los rigores y disciplina de la sociedad. Algo que vino de la maldad del Estado Islámico, o de su mente perturbada por algún tipo de droga, o por un desengaño amoroso. No es razonable que un piloto de esta aerolínea tan reputada y con un expediente tan perfecto haya estrellado un avión cargado de pasajeros inocentes a su voluntad, con tanta frialdad, sin ni siquiera alterar su ritmo respiratorio, sin ni siquiera dejar un mensaje suicida con arrepentimiento, despedida y todo.

En la investigación se supo que el piloto Adreas Lubitz le confesó a su novia que pronto haría algo que cambiaría al mundo, que su nombre sería conocido. Otros análisis hablan de haberse sentido frustrado porque nunca alcanzaría su máximo sueño de ser capitán de LufThansa.

El sistema no puede con eso. ¿Quién puede estar en contra de que un joven desee ser popular, famoso, nombrado, recordado? Creo que nadie. A costa de lo que sea se puede llegar a ser importante, y quizá famoso. No hay límites para los sacrificios. El éxito ante todo. Lo que en él no dejó nada para la fama; solo la fama de “fue un loco que quiso ser famoso”.

¿Qué tienen los países más desarrollados, que pueden (y tienen) que producir todo lo que les pide la sociedad, digo, la sociedad desarrollada? Es el cuento del perro que se muerde la cola.
Tanto se ha querido hacer del éxito el valor distintivo del Capitalismo, hacer del éxito su lado humano, versus a los valores comunistas, los cuales hacen la diferencia con el capitalismo precisamente por su carácter social, socialista y no individualista. Tanto que se ha insistido en eso de hacer del éxito individual algo positivo y principio fundamental del desarrollo humano que, en el descuido se olvidaron del hombre (de la humanidad).

Otra forma de plantear el asunto. Tanto que la sociedad capitalista ha cuidado los detalles para el control social, sobre todo en eso de buscar la felicidad perfecta para sus miembros, que descuidó pensar en la idea misma de felicidad.

Algunas viejas estadísticas sobre índices de suicidas, de resultados paradójicos, ahora cobran sentido. Hace un bojote de años, cuando la candidez científica era capaz de publicar estadísticas tan contradictorias, llamó la atención de que en países como Suecia o Dinamarca, modelos por años de sociedades desarrolladas y perfectas, tuvieran los índices más altos de suicidas en el mundo. Más adelante, recuerdo que la misma medición al respecto, dijera que el Japón había progresado en este renglón tanto que conquistó el primer lugar por delante Suecia.

¿Qué cosa?, nosotros nos matamos por hambre, por dinero, por celos, por ignorancia, por la miseria y las carencias de bienes básicos, y estos pendejos Super-desarrollados lo hacen por haber perdido una oportunidad de alcanzar el éxito, en sus vidas burguesas, pulcras y saludables.


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Héctor Baíz

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