El PSUV y los peligros del dogmatismo pragmático

Comienzo por rescatar una idea, que el propio Chávez hizo suya y que parece haberse olvidado en las actuales circunstancias. Esa idea es que la esencia de la construcción – y transición- al socialismo es la profundización del sentido democrático. Claro está, hay que hacer la salvedad, que no hablamos de la formalidad instrumental de la democracia, sino de un verdadero proceso de liberación (eso es oposición a las formas de dominación y coacción). El propio Chávez lo definió en su verdadero testamento político (El Golpe de Timón Noviembre 2012): "por eso la revolución política es previa a la económica. Siempre tiene que ser así: primero revolución política, liberación política y luego viene la revolución económica". Complementaba Chávez, con una máxima que es una crítica al dogmatismo y la ortodoxia de los liderazgos políticos, decía: "por eso el socialismo en el siglo XXI … es algo novedoso, y una de las cosas esencialmente nuevas es su carácter democrático, una nueva hegemonía democrática, y eso nos obliga a nosotros no a imponer, sino a convencer" (Golpe de Timón, pág. 17).

Es esencial, en estos momentos cuando el denominado "Legado de Chávez" está siendo tal manipulado, tan manoseado por sectores dentro del propio chavismo, que se escudan (resguardan o más bien protegen) en su valoración histórica, para ocultar posiciones anti-democráticas, ortodoxas, pragmáticas pero sobre todo reformistas, que conducen a una paralización- o pero aún retroceso- en la transición anti-capitalista al socialismo. No puede existir revolución, con imposiciones anti-democráticas, aún a costa de los peligros existentes para el propio proceso revolucionario. Algunos podrán alegar, que esas medidas unilaterales (estratégicas según algunos sectores del Gobierno de Maduro) deben ser tomadas ante el peligro de los actores contra-revolucionarios. Es posible, pero el punto esencial es que no puede hablarse de liberación (y la revolución, sí es revolución,es liberadora) cuando se imponen acciones, tanto a lo interno de los propios adeptos como contra los adversarios.

Hay que diferenciar la esencia de construcción democrática del socialismo, a través de la profundización (efectiva y no conveniente) de la consulta participativa y crítica, la ampliación de las esferas de toma de decisión, pero sobre todo el respeto a la diferencia. Esa diferencia es sustancial para discernir entre una revolución socialistademocrática, un reformismo socialista elitesco y el burocratismo inefectivo socialista. La revolución socialista democrática, exige una articulación con el denominado (y tal manoseado) poder popular. Eso es un horizontalidad del proceso de decisiones (planificación) política. Por eso Gramsci discriminaba entre los capitanes, el pueblo y los intelectuales, resaltando que el accionar de los capitanes (dirigentes duros del proceso revolucionario) estancaban muchas veces el avance del propio pueblo. Por ello, Gramsci advirtió sobre el papel del "intelectual orgánico" en la construcción de un Bloque Histórico de Poder, basado en el convencimiento, más que en la dominación.Y el convencimiento sólo es posible, con la incorporación efectiva del pueblo explotado.

Por su parte, el reformismo socialista elitesco, se maneja en términos filosóficos en lo que mi buen amigo y maestro Enrique Dusell denomina "fetichismo de la política", eso es la enajenación (en el sentido de la categoría de Marx de alienación) de la política como acto creativo y liberador. El reformismo socialista elitesco, ese que se ejerce a través de decisiones no consultadas (mejor aún, discutidas) con los sectores populares, bien sea a través de dirigentes nacionales, regionales (gobernadores, alcaldes, concejales, legisladores,etc) que actúan reproduciendo las lógicas de la exclusión liberal (yo sé de política, los "otros" no), en función de los grandes objetivos de la revolución, y con ello, simplemente minimizan la revolución a una conservación maniquea del poder. La revolución no es el mantenimiento del poder, pues la lógica que impera de la noción de poder es coactiva. La revolución es convencimiento colectivo de la necesidad de tomar acciones liberadoras, eso es una praxis de oposición emancipadora a la dominación, sea cual sea. El reformismo socialista elitesco, actúa en el mismo plano de la ortodoxia marxista-estalinista de la URSS: persigue cualquier disidencia o crítica, etiqueta cualquier necesidad de debate como contra-revolucionario, estigmatiza y amenaza a todo aquel que plantea las debilidades de la ortodoxia imperante.

Es interesante ver, como ese reformismo socialista elitesco, que estanca la transición al socialismo planteada por Chávez, es alérgico a la crítica, actúa con soberbia y prepotencia, no sólo contra los opositores, sino también contra los propios militantes. Lo peor del caso, es que ese reformismo socialista elitesco, no produce alternativas anti-capitalistas, sino que incrementa el carácter rentístico de la sociedad venezolana. Insiste en el diálogo con la burguesía propietaria para "que produzca más", sin entender que ese aumento de la producción se hará sobre la base de la explotación del hombre por el hombre, incrementando la apropiación del plusvalor y lo que es peor, con la anuencia (y complacencia) financiera del Estado. El reformismo elitesco socialista, asume etiquetas en nombre de Chávez pero se aleja del camino de construcción del socialismo. Es en esencia anti-democrático en forma absoluta y amenaza, lo que hemos avanzado en términos de democratización política de la sociedad venezolana.

Este reformismo socialista elitesco, se conecta simbióticamente con el burocratismo inefectivo socialista, que no democratiza los procesos productivos, a través de la colectivización de las formas de propiedad (la llamada propiedad colectiva social), sino que genera nuevas élites propietarias (la derecha endógena o la mal llamada boliburguesía), que son esencialmente clientelares y ortodoxamente burocráticas. El mejor ejemplo, es lo que sucede en PDVSA, donde vemos un burocratismo inefectivo, auto-etiquetado de socialista (recordemos PDVSA es "roja –rojita") cuando en su esencia administrativa y estructural, se mantiene excluyente e incapaz de democratizar la toma de decisiones, basadas en la existencia (y supervivencia)de una meritocracia, ahora disfrazada de socialismo bolivariano. O el funcionario, que totalmente vestido de rojo, maltrata, impone y persigue "a quién no reproduzca la lógica burocrática ineficiente".

La perfecta sincronía entre reformismo socialista elitesco y burocratismo inefectivo socialista, es la verdadera y mayor amenaza no sólo al Gobierno de Nicolás Maduro, sino al propio carácter democrático de la sociedad venezolana y del proyecto bolivariano. La esencia ética del proyecto bolivariano, a propósito de otro aniversario de la insurrección del 4-F, fue su carácter liberador (opositor a la dominación y subordinación excluyente). Hoy se ve desdibujada, por decisiones como la recientemente tomada en la "renovación" de la Dirección Nacional del PSUV. La presentación de una "lista cerrada" por parte del propio Presidente Maduro, me recuerda el manejo ortodoxo y dogmático que realizó el propio Joseph Stalin, basado en el hecho que Lenín "lo dejo" encargado del poder.

Maduro, se está encerrando con una elite política (el Alto Mando), que no existe en la estructura formal del partido. Maduro, incorpora sectores que obedecen más a cuotas de poder personal, que a la convicción de construcción democrática de una vía al socialismo bolivariano. Con ello, amenaza no sólo al proyecto bolivariano, sino que crea condiciones objetivas para la reacción de la derecha y el descontento, la desconfianza y la decepción de los apoyos populares que este proyecto construyó alrededor de la inclusión de los grupos subalternizados, históricamente excluidos, segregados e invisibilizados en el proceso político venezolano desde el siglo XIX.

Debo recordar acá al propio Chávez de nuevo, cuando hablaba que por denominar socialista las decisiones o estructuras, no significaban que lo fueran en verdad. Expresó el propio Chávez: "Así estamos nosotros con el socialismo: "Tú te llamas socialismo, chico", pero sigues siendo en el fondo cochino" (Golpe de Timón, pág 26). Habría que agregarle: lo llamamos socialismo bolivariano pero seguimos siendo capitalismo rentístico y con ello, excluyente y explotador, tanto en lo económico como en lo político.

No significa que ignoremos el peligro de las amenazas geoestratégicas al proyecto bolivariano, pero la existencia de esas amenazas no pueden servir (tal como hasta ahora han hecho mancomunadamente el reformismo socialista elitesco y el burocratismo socialista ineficiente) para justificar el estancamiento de la(s) vía(s) de construcción al socialismo en Venezuela y sobre todo, de las vías democráticas de construcción del socialismo. No logramos superar las barreras de dominación neocolonizada del pensamiento reformista liberal. Seguimos creyendo, y así lo impulsa el propio Presidente Maduro y sus asesores económicos, en la conformación articulada de un aparato económico con una "burguesía buena", productora, colaboradora, que se dedique a invertir. Seguimos repitiendo recetas liberales, propias del pensamiento colonizado. Habría que repetir siguiendo a Albert Einstein: "no podemos esperar resultados diferentes, sí seguimos haciendo lo mismo". No podemos esperar construir socialismo con la colaboración de un sector productivo que en esencia reproduce, profundiza y extiende las formas de explotación. El dilema es producir, pues es requisito de la construcción al socialismo satisfacer las necesidades de los ciudadanos; pero ese dilema debe ser asumido superando los oligopolios productivos, el carácter parasitario de los sectores productivos y sobre todo, la excluyente concentración, tanto de la propiedad como de los factores de producción.

Me asiste el temor que derivemos en lo que el Ex Secretario General del Partido Comunista de la URSS, NikitaKhruschev denominó los "enemigos del pueblo": "Stalin inventó el concepto de «enemigo del pueblo». Este término hizo automáticamente innecesario que los errores ideológicos de los hombres expresados en una controversia se comprobasen; este término hizo posible que se usaran los más crueles métodos de represión, violándose así todas las normas de la legalidad revolucionaria, cada vez que alguien estaba en desacuerdo con Stalin o que se sospechara en él una intención hostil o debido simplemente a que tenía una mala reputación. Este concepto de «enemigo del pueblo», finalmente, eliminó todas las posibilidades de que se desarrollaran luchas ideológicas o de que alguien pudiese dar a conocer su punto de vista respecto a cualquier problema".

La actuación contra cuadros revolucionarios, socialistas curtidos e históricos, como Rodrigo Cabezas, Ana Elisa Osorio, Héctor Navarro, Jesús Farías, por sus posiciones críticas y marxistas-críticas, acerca del rumbo del proyecto bolivariano y sus decisiones técnico-políticas, excluyéndolos de la Dirección Nacional, en un proceso enmascaradamente democrático, o democratización enmascaradora del elitismo decisionista. No se trata de defender a los compañeros per se, se trata que el accionar sobre esos compañeros (recordemos el trato a Jorge Giordani), denota unas formas ortodoxas y dogmáticas de ese reformismo socialista elitesco/burocratismo socialista ineficaz, que se alejan del sentido de una revolución democrática y amplía, persiguiendo y aislando a factores que pueden aportar en la profundización de una revolución democrática socialista.

Hacemos esta crítica, con la certeza del debate necesario, tal como lo asumió el propio Chávez en esas últimas etapas del año 2012: "La autocrítica es para rectificar, no para seguirla haciendo en el vacío, o lanzándola como al vacío" (Golpe de Timón, pág. 19). Sin crítica revolucionario y discusión democrática, se enmascara el autoritarismo excluyente, y el autoritarismo excluyente es sin duda, una derivación de la lógica liberal del poder (el fin justifica los medios). Es trascendente, asumir la democracia socialista bolivariana como una acción o praxis ética. Y ello, significa romper con el atavismo tradicional sobre lo económico (incentivar la producción privada, para bastecer las necesidades), con la dominación cultural alienante, pero sobre todo profundizar el carácter democrático-revolucionario de la praxis política.

No se puede dejar de valorar el hecho, que el carácter insurgente de la condición histórica de Chávez (un zambo surgido de su condición de afrodescendiente e indígena), le permitió conectarse con las clases subalternizadas e invisibilizadas, e imponer un discurso disruptivo que movilizó, entusiasmó y creó marcos interpretativos (justificaciones valorativas) para la acción colectiva. El triunfo moral del discurso bolivariano de Chávez se constituyó sobre esa preeminencia histórica y cultural. Hoy, la manipulación en torno a la memoria de Chávez, para "ocultar" el desvió del camino liberador, amenaza esa preponderancia ética y crea espacios para la reacción de sectores más conservadores, ligados históricamente al aparatik del Estado Liberal, que sigue campante y sonante vigente en la Venezuela del siglo XXI. Por lo tanto, al Presidente Maduro, debemos hacerles todos los que creemos en la alternativa liberadora y descolonizadora del socialismo democrático, un llamado para que rectifique y enderezca el rumbo, antes que sea demasiado tarde y la reacción arrase con lo construido hasta ahora, en una reacción más furiosa que la que tuvo la derecha de vuelta al poder en Chile en 1973 o Nicaragua en 1991.



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Juan Romero

Dr. Mgs. DEA. Historiador e Investigador. Universidad del Zulia

 juane1208@gmail.com

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