Chávez: El hombre

Echemos una mirada a nuestro alrededor, en la calle, en las tiendas iluminadas para los ricos, en las mansiones lujosas de la burguesía o, la de los boliburgueses y sus aquelarres: ¿Qué es lo que anhelan todas esas gentes avariciosas, llenas de odio? Alcanzar el poder, explotar al pueblo, esclavizarlo, vivir satisfechos, ser ricos, poderosos. ¿Hay algún hombre o mujer en el mundo de Chávez que apetezca eso? Ninguno. Ni uno(a) sólo(a). Todo su afán es andar, andar, construir, hacer el bien, no detenerse jamás, ni en la penuria, ni en la dicha. Marchar adelante, sin descanso. Tienen todo ese “corazón superior” que se atormenta. No le preocupa vivir satisfechos les es indiferente, la riqueza es más bien despreciable que apetecible. Nada ansían de cuanto ansía la burguesía entera. No quieren nada de ese mundo burgués.

Los hombres y las mujeres del mundo de Chávez son todos(as), hombres y mujeres en quienes late un nuevo Génesis. Tienen, con todo su genio y su inteligencia diamantina, corazones de niño, antojos de niño: no quieren, concretamente, ésta o aquella cosa; lo quieren todo. Y todo con toda su fuerza. Lo bueno y lo malo, lo ardiente y lo frío, lo próximo y lo remoto. Hemos dicho que no quieren nada en particular de este mundo, y dijimos mal: no quieren nada en particular, pero lo quieren todo, la totalidad de su sentido, toda su hondura: la vida entera.

En todo buscan el superlativo, en todo el rojo candente de la sensación. ¡Oh esta sed de vida que arde en cada hombre y cada mujer, chavista; este nuevo hombre y mujer con los labios abrasados de ansia de mundo, de ciencia, de verdad! Buscadme, enseñadme un solo hombre o mujer, uno(a) solo(a), en la obra de Chávez, que respire reposadamente, que se eche a descansar, que haya tocado su Legado. Ninguno. Todos son uno(a), en esta carrera de lucha hacia las alturas y en este despeñarse hacia las simas, pues, según la fórmula de Chávez, todo el que pise el primer escalón tiene por fuerza que anhelar por poner el pie en el último. Todos(as) se vuelven, llenos(as) de avidez, en todas direcciones, hacia el fuego y hacia el hielo, insaciables, desmesurados que sólo buscan y encuentran su medida en lo infinito. Se disparan, veloces como flechas, del arco eternamente tenso de sus fuerzas, sobre el cielo azul, siempre en la dirección de lo inasequible, siempre buscando las estrellas. Cada uno(a) es una llama, un fuego de inquietud. Y quien dice inquietud, dice tormento.

¡Tenebrosa en verdad, confusa, extraña y hostil, para quien por vez primera lo contempla, este pueblo venezolano! Una Venezuela anegada de dolor por la pérdida de su amado Líder, “calada de lágrimas hasta el meollo”, como decía, mí Comandante Chávez en un arrebato de furia. Más aquí se obra el milagro que para las primeras miradas, transfiguradas por el resplandor de sus frentes irradiando sobre la noche, como la luz de la fe: esta luz espiritual irradia también y penetra en su Legado, borrando las sombras tenebrosas de la materia. Y el dolor, y su propio dolor, es muchas veces, su más profunda beatitud. Viene una segunda ofensa, y parece que el nuevo golpe debiera aumentar el dolor. Y, sin embargo, cosa rara, el ofendido ya no la siente. Y es que ya le ha tomado amor a la injuria.

¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!

¿Cuál fue, el Fernando Bolívar (él o ella) que participó en el asesinato del Comandante Chávez?

Luchemos con todas nuestras fuerzas para evitar que se pierda su Legado, para que el Gigante Chávez no tenga que exclamar como el Libertador: “¡He arado en el mar!.

¡Hasta la Victoria Siempre, Comandante Chávez!

¡Patria Socialista o Muerte!

¡Venceremos!

                                                                                                                                                                                



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Manuel Taibo


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