Mi palabra

El agua pide conciencia

"No se aprecia el valor del agua
hasta que se seca el pozo."
Proverbio inglés.

El mayor clamor de los agricultores en esta época del año, es pedirle a la naturaleza ¡Agua! ¡Agua!, sin dejar de exigirle al gobierno, aumento en todo lo que producen; muchas veces con razón, en otras las crea la avaricia y la desmedida necesidad de satisfacer caprichos personales en la sociedad de consumo. Sin embargo me sumo con fervor, no solamente a los cosechadores, sino también a los criadores de ganado, que se encuentran pidiéndole al todopoderoso, como dicen los católicos, para que se apiade, y riegue los campos, contribuyendo a solucionar una de las necesidades más grandes del ser humano; la alimentación; aunque el maestro y humanista Andrés Bello, cada momento le repetía a su mamá, cuando estaba comiendo: “Mi cerebro necesita más alimento que mi estómago”.

Todos los días vemos la falta de conciencia, en la vida diaria de la mayoría de los pensantes. Son incontables las campañas institucionales en el mundo, para tratar de preservar el vital líquido, sin embargo, parece, que pocos les importa la urgente necesidad de valorizar el agua en todos las épocas del año, y no cuando la sequía empieza hacer estragos en campos, sembradíos y en las inmensas sabanas del llano venezolano, dejando rebaños de ganado atrapados por el hambre y la sed, porque sencillamente desaparece el agua y el pasto es arrasado por los intensos veranos.

Es tan necesaria la vital bebida, que el extraordinario y polifacético pensador e investigador Leonardo da Vinci, dejó esta sentencia para que la llevemos siempre en la mente: "El agua es la fuerza motriz de toda la naturaleza.", nadie pude dudar de una expresión, tan necesaria, como el mismo líquido.

Todas estas expresiones, muchas veces se quedan esparcidas, sin jugar ningún papel, como quedan regadas las hojas en el árido suelo, maltratado por las inclementes resolanas, producidas por sol veraniego, que parece arrugar hasta las mismas piedras. Es tan importante el agua, que un escritor Británico, la coloco por encima del sentimiento amoroso, llegando en una oportunidad a expresar: “Miles de personas han sobrevivido sin amor, pero ninguna sin agua”. Por eso, cada día se hace más apremiante, tomar conciencia para cuidar las fuentes acuíferas, pensando en las generaciones futuras, porque sencillamente sin agua no tienen futuro y las calamidades sanitarias, se van a multiplicar como la necesidad de mitigar la sed todos los días.

Por falta de agua, cantidades de pueblos han sufrido las inclemencias del tiempo; pero, también por la falta de conciencia se viene agudizando el problema en grandes ciudades, sin ponerse a pensar en un dato sumamente preocupante: de toda el agua, que se encuentra en el mundo, ni siquiera el 3 por ciento es agua dulce, y todavía por el deseo insaciable de amasar dinero, arrasan con los pocos bosques a las orillas de riachuelos, que hasta hace poco parecían inagotables corrientes para el disfrute de la pesca y medios de transporte, sobre todo en el extenso llano venezolano.

Así, como produce preocupación y stress la sequía, entre quienes se abastecen de la madre naturaleza, para sembrar sus parcelas o de los criadores para ver salir el pasto, que mitiga la necesidad de sus animales; también los poetas nutren su imaginación, cuando le escriben al agua, con tanta expresión, que parecen estar viviendo un verdadero idilio de amor. La poetisa Adriana Salazar lo refleja en un poema: “Esencia que te desgastas por la inconsciencia/ Hombre que no valora tu divina presencia/ Hermana agua, enséñanos tu importancia/ Dejándonos ver tu incalculable existencia”.

También los pájaros con su canto acelerado en las mañanas, parecen implorarle al medio ambiente, para, que deje caer sus bendiciones, aunque sean leves rocíos, para despertar la esperanza, con la ansiedad de un enamorado a la puerta de una iglesia, cuando se adelanta a la dulce espera de su prometida. No es tan descabellada la afirmación de un llanero, entrado en años, quien ha visto pasar muchos inviernos al lado de su eterna compañera, cuando una mañana me respondió con la chispa de un improvisador al preguntarle cómo se sentía: “Cómo voy a estar, a los llaneros, solamente nos entristece el verano, cuando se hace insoportable, porque también hace falta; todo el mundo sufre; las sabanas se convierten en verdaderos cascajales, viendo morir los animales con tanta desesperación, que ni siquiera el hermoso color de las corocoras, calma el dolor”

Esa preocupación de un hombre enamorado de su tierra, puede servir, como una enseñanza, para tomar medidas en funciones del uso racional de una fuente cada día más vulnerable, por los cambios climáticos y la inconsciencia del ser humano, que alimenta más la avaricia por el dinero, que su manera de pensar, sin ayudar a solucionar urgentes necesidades de una población en constante crecimiento, que no parece despertar antes los problemas surgidos, por las desbastadoras sequias en épocas de verano.



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Narciso Torrealba


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