Defender la Patria

Haciendo parte de una de las colas semanales para la obtención de productos, me entretengo escuchando las disertaciones de una persona: varón, 40 y tantos años, clase media, profesional, que realiza un análisis sobre la situación del país. Luego de apuntalar sus tesis con ejemplos de casos que le contó un amigo, amigo de un vecino, que es primo de un tipo que es pana de un coronel. O preocupaciones intestinas por nuestros viejitos, la juventud y, en éxtasis, la gente pobre, el compañero de cola miró al cielo, puso cara reflexiva, severa y hasta con cierto (digamos que un 70%) grado de convencimiento y espetó la siguiente frase: “llegará el momento de defender la Patria”.

Ahora bien, ¿de qué Patria hablamos?, definitivamente son dos conceptos distintos, el que yo manejo y el que afirma mi compañero de cola. Y esa diferencia, en parte, es la evidencia de las fallas conceptuales del modelo comunicativo que aquejan al proceso revolucionario.

Hay que entender que este proceso se enfrenta a la más brutal resistencia de un sector de la población, que origina sus conclusiones a partir de valores distorsionados del funcionamiento del entramado social.

Pareciera que, para buena parte de la sociedad, la Patria, el Estado y el gobierno, son conceptos inasibles, de los cuales ellos se escapan. Hoy se siente en la calle, en las respuestas de opositores, un punto de partida en el que, si el robo, malandreo, corrupción o acto ilícito se realiza contra el gobierno, es justificable. Es decir, existe una lucha entre sociedad y gobierno, que para muchos (incluso buena parte del sector profesional antichavista o no) no alcanza al Estado y mucho menos a la Patria.

Ponemos ejemplo de ello; cuando se comenta que los consejos comunales están negociando los cupos de cemento o se quedan con los reales otorgados, se llega a afirmar, “por lo menos se los roba el pueblo y no un político”. O lo que es lo mismo, cuando uno exige su factura alegando que el comerciante se va a quedar con el iva responden: prefiero que se lo robe el chino (con el perdón de los chinos) a que esta plata le llegue a los ladrones del gobierno. Es decir, que el botín se quede aquí, que se democratice el robo y la delincuencia. Esa postura, además, les salva el alma. La apuesta no es por ver quién es mejor sino menos malo.

Y para que esto suceda hay toda una gama de justificaciones que van desde el tradicional, “si no lo haces tú lo hace otro”, hasta el más refinado, “tuve que hacerlo para no poner en riesgo mi trabajo, mi vida y hasta mi familia”. Y en esta escalada contracultural está desde el que en el barrio sueña con vida de lujos (otro antivalor), hasta el que, refrescando las ideas con escoces de 18 años, planea darle la patada a la lata y meterse unos buenos reales, y por supuesto, salvar el trasero.

Y el colmo del ejemplo: luego del discurso sentido, fuerte y contundente del presidente Maduro, lamentando las muertes y llamando a la paz este 12 de febrero, la respuesta más racional del sector opositor fue 30 minutos de cacerolas acompañadas de gritos histéricos, ojo, de hombres y mujeres. No hubo, ni tan siquiera un minuto de reflexión.

Lo que queremos apuntar es que existe toda una acción coordinada en la sociedad (¿psiquis colectiva?) que los predispone a atacar, burlar y enfrentar al estado, y por ende al gobierno. Todo ello más allá de los intentos de liderazgo planteados desde la oposición. Lo más peligroso de estos días de furia, es que la oposición, a sabiendas que este sentimiento existe, lo incita, pero no lo controla, lo cual genera corrientes capaces de revolver el río.

Buena parte de la batalla (no por los votos) es en el terreno de la conciencia, en el modo, en la conducta, en el perfil, en el sentimiento de cada venezolano. Entendemos que no está fácil, tomando en cuenta el carácter reaccionario del capital privado nacional y, volvemos al tema, los altos niveles de incomprensión (o incapacidad) presentes en un sector de la sociedad, que para sus integrantes, cuando se le habla de pensar en colectivo, la mente les alcanza hasta su núcleo básico familiar. Que ven en el gobierno a un enemigo y en conceptos como Estado y Patria, cosas que nunca pudieron aprender en la escuela, y por ende, inservibles. No hay, o no tenemos, aquello que los teóricos llaman sanción moral. Sencillamente, no importa. Sálvese quien pueda.

El modelo comunicacional debe ser complejo para herir susceptibilidades y crear corrientes de apoyo al proceso pacificador del presidente Maduro. Hay que construir un proyecto comunicacional estratégico nacional que aglutine esfuerzos y organice un sistema que hoy se vislumbra disperso.

El gobierno debe dirigir su discurso directo a la población, a la familia, al sentimiento. Creo que de la dirigencia de oposición hay que esperar poco en momentos como este. Y si responden al llamado, seguro tienen dobles intenciones. Y es por una razón, intentar devolver el sistema moral al venezolano los aniquila. Ese sentimiento, si renace, vendrá acompañado de mucha energía, esa que es capaz de incendiar a incontables rabos de paja y el fuego ardería de todos colores, por eso este proceso tiene detractores dentro y fuera del gobierno.

El secreto no pareciera estar la cantidad de información o de medios (mucha información o satura o desinforma), el tema se centra en ser más efectivos, directos y claros. El gobierno por su parte hace lo suyo, está planteando un revolcón social, un llamado a la cordura y la unidad nacional más allá de lo político.

Un proceso que, al igual que difícil, resulta apasionante, porque en su resultado, está la paz de la patria.

 

 V

juanc.garciav@yahoo.com

 



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Juan Carlos García


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