Yo no soy Shemell

Efectivamente es así, sin embargo, según dicen las investigaciones 8 de cada 10 venezolanos desea el diálogo nacional y 9 de cada 10 no cree que una intervención extrajera resuelva nuestros problemas.

Entonces, nosotros podemos suponer que ese diálogo significa la paz, la tranquilidad y estabilidad necesaria para que podamos trabajar, estudiar y contemplar. Es decir, ser productivos y contemplativos. Ser responsables y entregarnos a momentos únicos de placer. Y que la negativa a una intervención internacional supone la convicción de que el problema existe porque lo hemos permitido, lo vimos pequeño y lo dejamos crecer.

Hoy vivimos como nunca el aquí y ahora, sensación que choca con la propuesta discursiva gubernamental de trabajo productivo y transformación nacional. ¿Es equivocado el discurso?, creo que no, pero si es cuesta arriba. Porque ahora, la dinámica diaria sólo nos permite tiempo para el trabajo, para la creación de estrategias para la supervivencia. Para proveer de alimentos a nuestra familia. Lo demás es prácticamente un lujo.

Tiene que haber una fuerte reacción (y acción) de los órganos de gobierno para establecer nuevos criterios de relación de toda la trama social del país. Porque si la Guerra Económica es cierta, también es una gran ficción que permite enmascarar acciones brutales de corrupción moral sistematizada en todos los circuitos de la sociedad. Pareciera que esta tarea (nuevos criterios de organización y ética social) está más indicada para las fuerzas sociales, que para los órganos del estado.

Un industrial produce y marca sus productos a precios justos. Pero reserva parte de esta producción (digamos que un 60%) para la venta clandestina, sin factura. Despachados con notas de entrega, que sirven de guía (parapeto) para controles en alcabalas.

"Es que en las alcabalas nos matraquean", dicen los productores: seguramente es cierto. Pero también es seguro que parte de la documentación para el traslado de los productos incurre en delitos y bueno, me salvo yo y te salvo a ti.

Me facturan el bulto de harina a 58 mil bolívares cada una, pero le cancelo al mayorista (vía trasferencia a una cuenta de terceros) un adicional de más de 300 mil bolívares por kilo. Y claro, obvio, justificadísimo, yo la vendo en 700 mil cada kilo… Y el culpable: la guerra económica.

Es una puesta en escena vulgar donde participan todos los anillos de poder y las estructuras de la sociedad. Donde el consumidor final no ejerce jamás el poder gigante que tiene del acto de compra sino que está convencido que hay que comprar lo que hay.

Digamos que la promesa de cambios estructurales y "mano dura" ofrecida por el gobierno avance, nada ocurrirá si nosotros como sociedad no vamos un paso adelante, si seguimos comprando a precios especulativos los productos y continuamos justificando la vergüenza sólo por salvar nuestro pellejo.

Yo no soy Schemell, pero intuyo que la gente está cansada de formar parte de esta novela. Las personas quieren trabajar y dedicarle tiempo al ocio, al descanso, al compartir. No es justo que de los 7 días de la semana. Al menos 4 se los dediquemos a la búsqueda de alimentos a precios medianamente justos. También se intuye que la gente que confiaba en el chavismo, sigue confiando en él. Que aquellos que lo adversan no creen en el liderazgo opositor. Que escases no hay, lo que no hay es dinero, o lo que es lo mismo, nuestro dinero vale muy poco.

Que la diáspora, más allá de la manipulación política, es una situación que se revertirá cuando mínimamente mejoren las condiciones económicas y de oportunidades del país.

También sabemos que el cambio comienza en nuestra actitud, la revolución va por dentro.

Nota marginal: El acto de corrupción más grande que se da a diario en el país radica en la compra especulativa de la harina pre cocida. Este acto voluntario corrompe el alma profunda (en palabras de Chávez) de la población. Pues iniciemos una gran cruzada moral (y coercitiva) nacional por la estabilización del mercado de la harina. Y de allí, evaluar el cambio que se verá en la vida diaria del venezolano. Sólo ese hecho forjará grandes transformaciones. Esto, tiene gran peso simbólico ¿No Shemell?

 



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Juan Carlos García


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