Charla en la Escuela de Cuadros que no existe

Como saben, camaradas, esta Escuela de Cuadros no existe. Pero la lucha de clases sí, aunque no siempre como las personas se la imaginan… Y las revoluciones no “son”, se hacen, o no se hacen, se están haciendo o se dejan de hacer. En Venezuela, como pasó en Francia, Rusia, Alemania, China, Cuba, etc. estamos haciendo 2 revoluciones al mismo tiempo, y las dos son antiimperialistas: la nacionalista, burguesa y la social, anti-burguesa. Son complementarias, como las dos partes de una orquesta, cuerdas y metales, cuyo éxito depende de su interacción y armonía, que a su vez dependen del genio del director, en nuestro caso Chávez, autor de la partitura, y también improvisador sobre la marcha.

Chávez se fue pero no se ha ido, el comando nunca muere, la música no para. Pero (hay quienes siempre tienen un ‘pero’ atravesado), entre millones de intérpretes y oyentes, no faltan críticos musicales, dentro y fuera del gobierno, para aplaudir a Maduro en todo lo que dice o hace, o para decir que da no da la talla y todo está perdido. Unos se creen surfeando una Oda a la Alegría (o felicidad suprema), otros sienten que cada compás es el preludio del Réquiem por la Revolución Bolivariana. Verlos teorizar me recuerda lo de Andante, Allegro, Adagio, Con Brio, etc. que se lee al margen de las partituras y que Vivaldi precedía de las letras P.I.C,  “Per Il Coglione” (para el pendejo que no veía, en el pentagrama, de qué iba la cosa). “O sea”.

PARTITURA

Como la burguesía venezolana es lacaya y parasitaria (vendedora, compradora, importadora, especuladora, etc.) las revoluciones nacionales burguesas antiimperialistas tienen que hacerlas sus hijos “naturales” o no reconocidos: en el siglo pasado la clase media profesional, la “generación del 28”, y hoy la burocracia civil y militar, desde el Gobierno, con el apoyo del pueblo.  Los nacionalistas, una vez logrados sus objetivos: recuperar los recursos, actualizar y racionalizar la economía y pagar la “deuda social”, hacen como Dios al séptimo día, descansan: dejan atrás el futuro, abandonan el proyecto bolivariano, ponen al pueblo “en su lugar” y recomienzan el siclo de pactos, corrupción y dejadez que llevará a la próxima revolución nacional. El patriotismo de la clase media en el poder dura tanto como el de los adecos antes de ser plaga, o el del difunto Miquilena antes de rajarse y traicionar a Chávez.

Pero en el interior de la revolución nacional antiimperialista se agita la revolución social, las demandas y proyectos socialistas de la Buena y Vieja causa, y a diferencia de la anterior, que se repite casi igual, la revolución social se modifica en la medida en que dejamos de ser rurales y agraristas, para volvernos urbanos y proletas, y en la medida en que cambian las gemelas: “relaciones de producción” y “formas de propiedad”. En cambio, para la revolución social no hay descanso, porque es quien produce todo y recibe los daños visibles de la dominación burguesa (nombre artístico: “economía política”) y la marginalización (nombre artístico “proletarización”). La revolución social tiende a ser más fuerte e intransigente en la medida en que los proletarios comprenden que a) nunca tendrán comida en la mesa de los ricos, b) la mesa y la comida son suyas porque las producen, c) no importa la parte de la torta, sino quién la reparte y de quién es el cumpleaños.

La nacional es revolución de la economía, la social es revolución de la conciencia. O como decía Chávez:

LA EDUCACIÓN, ESTUPIDO

Chávez sabía que los trabajadores producen y mueven el mundo, son la mano de obra para la paz y la guerra. Que con el pueblo en contra, o indiferente, el proceso no dura; y y que era mejor tener que atajar que tener que empujar a las fuerzas revolucionarias. Chávez sabía que la única manera de controlar una revolución (nacional y/o social) era hacerla uno mismo, y para eso había que estar convencido de que era necesaria e inevitable, y él lo estaba más que nadie. Siempre supo, además, que no bastaba con hacerla y controlarla: había que enseñarle a que se siguiera haciendo y controlando a sí misma, para eso había que diseñar las herramientas necesarias y formar a los hombres que iban a manejar esas herramientas. Lo logró y es lo que estamos viendo: no es consigna sino hecho, que Chávez vive y la lucha sigue.

LA ESTACA

Pero no todos están de acuerdo. La oposición andaba envalentonada porque los números atípicos del pasado 14 de abril le dieron a la MUD una inmerecida fortuna política, que el malcriado Capriles derrochó en 3 meses de ridículo internacional (-“Mucho gusto, yo soy el Presidente de Venezuela”. -¡Llamen a seguridad!”), predicando su odio mal disimulado: “drenar arrechera”, “votar con furia”, que recuerda la frase de Séneca que memorizamos en clase de latín de humanidades del Liceo Fermín Toro: “La razón trata de decidir lo que es justo. La furia trata de que sea justo todo lo que ella ha decidido”.  Aún así, y a pesar de Capriles, la oposición pudo haberse venido agachada hasta las elecciones del 8D, apostando a la “revolución tranquila” que es revolución moribunda. Pero no, perdieron su gran oportunidad de dejar quieto al que está quieto, y en vez de llegar al poder para joder al pueblo, decidieron joder al pueblo para llegar al poder.

Llevaban meses jugando a la escasez y quisieron rematar con un desenfreno especulativo. Y una vez más los traicionó  su filosofía de la vida, que es subestimar al pueblo, a Chávez y, por supuesto, a Maduro. Tanto que no se percataron que, desde hacía tres meses, el chofer “Maburro” les estaba armando  una Santa Inés Tres, afilando la estaca donde se iban a ensartar, de panza o al revés. Y se ensartaron bien ensartados, al punto que del universo de sus 7.363.980 votos de abril, sólo unas 10.ooo mil personas (2 mil en Caracas según Reuters) respondieron a su convocatoria del pasado sábado 23N, que tenía el propósito oficial de criticar la política económica del gobierno, y el no tan disimulado y torpe de apoyar moralmente a especuladores y usureros. Este fallo de la MUD parece anunciar su próxima derrota del 8D, simbolizada por la pérdida de Maracaibo.

TABARATO ENDÓGENO

Las colas y aglomeraciones para comprar a precio justo las mercancías, especialmente electrodomésticos, que el “madurazo”  puso al alcance de la mayoría, molestó a la derecha que sólo veía “saqueos”, y violencia del réeegimen que obligaba a los pobres comerciantes a no robar a la gente. Pero también indignó a los social-moralistas  que gritaron “alienación” y “fracaso ideológico”, y acusaron a Maduro de traicionar el legado de Chávez.  Y no todos eran de ultraiquierda: uno que fue por años el más gobiernero de los editorialistas, casi portavoz oficioso con páginas enteras pagadas para sus textos, y ahora nos dice que “la consigna es alimentar al falso dios (el pueblo) para implorar su apoyo, dar, dar, dar, sin pedir nada a cambio, a no ser el apoyo electoral, no se aspira a más, ningún esfuerzo, ningún cambio de conducta”. Todo eso dentro del “evidente pacto entre la Revolución y el capitalismo, el camino desarrollado en los últimos meses…” porque “cuando un proceso revolucionario confunde el linchamiento de algunos capitalistas con la superación del capitalismo”, “después el capitalismo exigirá reducir el control del Estado, luego participación en el gabinete, y, finalmente, esa es su naturaleza, exigirá la Presidencia”. Como quien dice: dale televisores a las masas y María Corina Machado será presidenta…No me jodan.

AREPERA SOCIALISTA EN EL PALACIO DE INVIERNO

Para los social-moralistas, Maduro es un conciliador…Ya se olvidaron de algunos bichitos del “Quino Chávez” que elegimos para la Constituyente; a Miquilena, Carlés, y tantos gobernadores y diputados traidores y corruptos que elegimos por el camino. Ya olvidaron a las directoras de recursos humanos escuálidas que acabaron con los chavistas en varios ministerios, a los sociólogos, blanquitos y conciliadores que mellaron la espada mediática del Estado…  Se les salió la clase (media): cuando ellos compran es bonanza económica, si compra el pueblo es histeria consumista.

Convencidos, como están, de que Maduro perdió el camino, ellos los verdaderos, los claros,  van a romper el fetichismo de la mercancía que tiene al pueblo dormido y “De esa manera el pueblo despierta y, guiado por su vanguardia, comienza la hermosa marcha de transformar al mundo transformándose a sí mismo.”

Aquí necesitamos consejos y necesitamos electricidad. Para tener república socialista hay que tener república, y Maduro es tan moderado y tan volado como era Chávez. Critiqué el catolicismo de Nicolás y ahora sale el Papa a cagarse en el alma (perdonen la expresión) de la economía neoliberal, la desregulación y la “nueva dictadura sutil y hasta virtual de los medios”. ¿Moraleja? Lo que decía Hegel: “No pude ser buena una obra que no es obra”, o lo que decía Maneiro: si no van a ayudar, no estorben.

Así termina, por hoy, esta clase en la Escuela de Cuadros que no existe. La próxima será práctica, vamos a hacer hallacas. Con dos revoluciones simultáneas, lo mínimo que un cuadro debe saber es amarrar hallacas. Buenas tardes.



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Eduardo Rothe


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