La Lucha Armada

Los que se subieron y los que treparon

            A pesar del papel protagónico de todos los que han escrito sobre la lucha armada en Venezuela, el proyecto desarrollado a través de estas páginas, sigue aun infinito. Como parte de la historia política contemporánea donde participó una inmensa mayoría de los revolucionarios, en esta segunda opinión de la Liga Socialista, pues antes había escrito nuestro Secretario General, Julio Escalona, nosotros consideramos que en un tema tan apasionante como éste, debería tomarse en cuenta el testimonio de inéditos combatientes, quienes en muchas oportunidades, mostrando arrojo personal y desprecio a su existencia, le dieron movimiento y seriedad a un triunfo que fue soñado, y vencido en sus sueños. Ellos son una parte importante de la biografía que intentó, por única vía capaz de lograrlo, alcanzar la sociedad socialista. La lucha armada esconde muchas verdades y misterios, que algún día la historia terminará de poner al descubierto.

            Para otros revolucionarios extintos, inanimados combatientes, mártires a quienes hemos brindado la vida, se les ha borrado del mundo, pero quedó su cuerpo empollando la tierra para siempre, entre residuos que dan calor a la esperanza socialista.

            Fueron varios los factores que nos condujeron a la derrota de la lucha armada. Como hoy no se me ha pedido que los señale, como es otra la proposición que se me ha hecho, los dejaré al margen. Pero advierto que me niego a reseñar esta forma de lucha como un espectro del pasado. Por el contrario, la reivindico. Pusimos la vida por delante, nos derrotaron y habrá que comenzar de nuevo. Sólo que tenemos un punto de referencia más reciente y con ello una experiencia que transmitir a las generaciones futuras. No se trata entonces de repetir conceptos que un sector de la izquierda esbozara cuando avizoraron la derrota y se dedicaron a predicar denuestos e injurias al grave atrevimiento de querer convertir el trabajo en un actividad libre de explotación, en un trabajo para sí. Se trata hoy de perseverar en la idea, ajustándonos a los vaivenes de la coyuntura.

DOMINGO ALBERTO RANGEL, BUEN BOHEMIO DEL MARXISMO, POSEE UNA ALTA CARGA DE FRUSTRACIÓN

El espontaneismo y el empirismo, factores de la derrota

            La improvisación ha sido siempre apareada con la derrota. Cada acto en la vida de un hombre o en la estructura de una organización de masas que pretenda efectuar cualquier cambio social, posee fuerzas motrices internas que no requieren de la participación de un tercero para marchar hacia el logro de determinados objetivos. Son fuerzas, por lo tanto, que conducen a una meta sin analizar a fondo sus contrarios. Son fuerzas pues, espontáneas, propias en sí mismo; no negadas por el materialismo dialéctico para la acción del hombre, ni para la labor que él deber realizar cuando intenta apropiarse del conocimiento del mundo. Por lo tanto, el hombre debe tomarlo en cuenta, pero no puede regir su vida a través de acciones espontáneas, ya que ellas lo conducirán a un camino incierto, sin brújula. El espontaneismo no toma en cuenta el conocimiento de las leyes del mundo, no es por lo tanto materialista, no es dialéctico. En consecuencia, quien actúa guiado por el espontaneismo no marxista, su actividad no le sirve a la clase obrera y se convierte en un serio obstáculo para que los trabajadores aprendan dentro del proceso de desarrollo práctico. Hay pues una total identidad entre los espontaneistas y los empíricos. De esta singular forma, llegamos muchos a la lucha armada, es decir, guiados por el espontaneismo, el empirismo, con la mente y el corazón abiertos para la lucha, solo por el amor al pueblo. Cuando se hace una reflexión de este aspecto, no se entiende cómo todavía hay quienes actúan bajo una conducta similar.

Cambio de táctica. Un saldo favorable.

            Ahora la táctica ha variado, pero no por razones de capricho, sino que la coyuntura lo ha hecho y nosotros hacemos un serio esfuerzo por ponernos a tono con ella. El paso pues de la lucha armada a la lucha pacífica, es una consecuencia de la derrota. La burguesía ha logrado la legitimación del sistema y puede hacer uso de la legalidad en las relaciones de las clases, sin que se ponga en peligro esa dominación, ni por lo tanto, las relaciones de explotación y opresión vigentes. Ahora hemos aprendido a tocar el marxismo con partitura. Estamos calificando la circunstancia fría y serenamente, dentro de una gran responsabilidad en lo que consideramos le conviene más hoy día a la revolución. Pero, este atrevimiento tiene un saldo a favor y otro en contra. Favorable encontramos que hoy es posible movilizar  muchos hombres, a muchos trabajadores víctimas de la explotación a que los somete la gran burguesía monopolista. Saldo a favor que se explica en la posibilidad de hacer cambiar la correlación de fuerzas existente dentro de la sociedad, en la posibilidad de organizar a las masas para el combate popular, en lograr acrecentar la real posibilidad de convertir al movimiento revolucionario en una alternativa de poder e incidir en el debilitamiento de la base política y material de las clases dominantes. Se trata de un proceso del que no podemos determinar su ritmo pues el tiempo lo determinan factores internos y externos de la dinámica con que se responda ante la coyuntura, en las posibilidades de unidad en la capacidad de conquistar victorias a través del combate popular, del enfrentamiento de clases. El saldo negativo es insignificante, me atrevería a decir que ninguno, si no fuera porque hay una trilogía que alimentan algunos marxistas trotamundos dedicados a confundir y frenar este proceso. Para algunos pareciera casual los epítetos recogidos por la revista Zeta sean los mismos que aparecen en el Nuevo Venezolano y en grupos como el de MRT. Pues bien, no es ocasional. Se trata de una esencial alianza táctica del aventurerismo de derecha y de izquierda para frenar el avance de las luchas populares. Comprendo que Domingo Alberto Rangel, como buen bohemio del marxismo, posee una alta carga de frustración que la drena sobre todo lo que sea progresivo y avance para bien del socialismo. Entiendo que para el MRT, como grandes ególatras que son, les resulta sumamente difícil organizar a las masas para los combates populares y optan entonces por su egoísmo pequeño burgués, a descalificar a diestra y siniestra a dirigentes como Julio Escalona y Marcos Gómez. Entiendo también por qué quienes se disfrazan de marxistas han logrado coincidir solamente con Rafael Poleo, es decir, han servido a su política para no permitir el avance de una fuerza importante como la que hoy emerge de la lucha de masas. Encontramos entonces el saldo negativo en la confusión que esta trilogía genera entre las masas. Pero como toda propaganda crapulosa, ésta será barrida por la fuerza de los razonamientos políticos, por una práctica consecuente al frente de la lucha masas. El calificativo de traidor, pacificado, conciliador, se desgastará con el tiempo hasta encontrar los sustitutos en un diccionario de sinónimos, si no es que los convence la vida o la robustez de los hechos.

Una política para avanzar

            Atreverse a dar un paso al frente en la elaboración de una nueva política no es pues cosa de cobardes, y el mismo valor que se tuvo para empuñar el fusil, se tiene hoy para enfrentar al enemigo de clase en cualquier terreno: para enfrentar a quienes niegan la posibilidad cierta de avanzar con una táctica nueva ante una nueva coyuntura. Si el movimiento revolucionario no logra avanzar en esta etapa, habrá perdido uno de sus grandes momentos; sobre todo porque hay excelentes condiciones. Hoy, cuando la lucha pacífica de las masas puede tomar calor para avanzar, hoy, cuando las contradicciones en el campo enemigo son mayores, hoy cuando los conflictos obreros son cada vez más intensos; la historia nos ha enseñado que estos momentos no se repiten. Por lo tanto, debemos aprovecharlos con una intensidad mayúscula.

            Hacia un sector de la izquierda se ha ido creando una corriente de opinión que nos favorece. Se trata de una fuerza con la que compartimos el cambio de táctica: de la lucha clandestina a formas de lucha abierta. Con ella intentamos marchar más estrechamente unidos e incidir para acrecentar el poder sobre los conflictos y luchas sociales del momento. No temo ofender a nadie si afirmo que hay también una izquierda que a veces resulta difícil defender por los traspiés que suele dar o porque su misma condición de izquierda muchas veces se pone en duda.

            Hay una afirmación que puede englobarse en términos genéricos y es que significativos grupos del movimiento revolucionario realizamos importantes tareas, aumentando la combatividad dentro de los trabajadores y desarrollando nuevas iniciativas. En este batallar, se persiste para que las condiciones objetivas en que se apoyan las masas, ayuden a crear un clima de mayores libertades públicas y más derechos populares que pueden ser aprovechadas al máximo. La legalidad que cede a la democracia representativa no se agotará en lo inmediato; esto a pesar de que los sectores más recalcitrantes del país nunca dejarán de hacer presión para que la represión supere en ventaja significativa al halago y la demagogia. No olvidemos la rivalidad adeco-copeyana, lo complejo de la composición dentro del parlamento, más rigurosa todavía por la división de la izquierda, la grave crisis económica, el alto costo de la vida, los problemas que generan los pésimos servicios públicos y que la pervivencia tanto dentro de COPEI como de AD, de sectores antimonopolistas hacen que, muy a pesar de la violencia que genera el sistema, siga existiendo una tendencia que tiende a favorecer por mucho tiempo la lucha pacífica de las masas. Tendencia que se ve fortalecida por una incipiente pero significativa fuerza obrera que avanza cualitativa y cuantitativamente. Y mientras la actual etapa lo permita y el movimiento popular sea capaz de conquistar más libertades públicas, mejor podemos llevar nuestro mensaje al pueblo. Ahora bien, no se trata aquí de que estemos engañando a la reacción, o como dirían algunos de nuestros antagonistas de la derecha, que actuamos solapadamente. No, no se trata de eso. Se trata de que la democracia burguesa, para poder subsistir, necesita por cortos periodos dar cierto margen de libertad, pero no como una concesión graciosa, sino como parte de las victorias que el movimiento popular le arranca o logra conquistar. Esta etapa debe ser usada como parte del proceso de reorganización y preparación de las fuerzas, para presionar por mayores libertades o bien para enfrentar la violencia reaccionaria que el sistema genera como una forma de contener, por la vía de la represión, la lucha de los explotados.

LOS EPÍTETOS RECOGIDOS EN ZETA, SON IGUALES A LOS DEL NUEVO VENEZOLANO

            Bien es sabido que la democracia burguesa permite atropellar a los ciudadanos, reprimir y encarcelar a los luchadores sociales; asesinar y desaparecer. Pero, al mismo tiempo, alterna estas medidas con lisonjas jacobinas. Es un tira y encoge donde el juego democrático se desenmascara. Hacen una ley y la violan, cometen desafueros siempre en un sacramental esfuerzo por mantener el orden. La violencia es pues parte del mismo sistema, así que el tránsito de la lucha armada a la lucha pacífica no significa suponer que no se tiene la claridad suficiente para no saber la diferencia que hay entre una clase y otra, por no distinguir el espacio que ocupan en el sistema de producción, por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo, etc. Se trata de una coyuntura adscrita a un laberinto donde la victoria depende de la alta capacidad que debe poseer la dirección del  movimiento popular para salir de él. Una coyuntura compleja, donde un importante sector de la izquierda permanece impávido, otros yacen embadurnados de parlamentarismo que los incapacita para la victoria. Para ese sector, irresponsablemente, la lucha armada está colocada al margen de la lucha de clases.

            Mientras tanto, la violencia se mantiene, unas veces expresada en la ira reaccionaria para perpetuar la explotación, y otras en la violencia revolucionaria para oponerse y derrotar todo lo que signifique yugo. Vivimos en una sociedad de constantes enfrentamientos, donde la violencia habita en la misma esencia del capitalismo. La encontramos en sus formas tradicionales, también dibujada dentro de abigarrados colores en los papeles donde se publican las leyes del sistema, y esto lo saben los políticos de izquierda y de derecha y aquí no vale pasar agachado como en el dominó. Por lo menos, es necesario exigir un grado de responsabilidad que obligue a cada quien a tomar partido, a definirse frente a ella. La democracia representativa intenta resolver el problema de los enfrentamientos que genera la lucha de clases a través de fórmulas de entendimiento, por la vía del cooperacionismo de clases, que al igual que el anterior gobierno, éste lo drena  por la vía de gobernar para los pobres. Así, el Estado Promotor, la Perfectibilidad de la Democracia y la pacificación, adquieren una connotación cabalística para hacer desaparecer mágicamente la lucha de clases. Estos a su vez, crean mecanismos de contención para frenar la protesta popular, apropiándose de los instrumentos que dentro de las instituciones burguesas se han creado para legitimar la democracia representativa. Sólo que, si el movimiento popular inserta allí a sus cuadros, logra influenciar, aprovechar, utilizar (o como se quiera adjetivar) a estas instituciones la protesta popular no la absorberá la vía institucional, sino que será la confrontación social los enfrentamientos, la vía para la educación y la coronación de consecutivas victorias. 

            Si queremos sembrarnos entre las masas, hay que comenzar por aquí al momento en que desarrollemos las tareas que nos exija el grado de conciencia de las masas, su madurez, para así poder avanzar dentro del marco de la actual coyuntura. Lejos del reformismo, lejos del foquismo, si dirigimos con acierto los conflictos, pacientemente, caracterizados por la combatividad, la violencia que genera la lucha de clases volverá a canalizarse por la vía insurreccional en el terreno y en el momento en que las masas lo decidan y no cuando a la incapacidad de algunos ociosos se les antoje.

            Las calamidades que sufre el pueblo son muchas. Es a través de ellas como vamos a unirlo, mediante un trabajo legal revolucionario. A ese pueblo hay que organizarlo en un partido revolucionario fuerte que surja como parte del saldo organizado de los conflictos y los enfrentamientos, un pueblo que construya su propio poder  y no tenga que depender de las instituciones que crea el Estado; un pueblo autónomo, con bases ciertas para construir un nuevo gobierno, verdaderamente democrático, nacionalista, popular y que de verdad resuelva las calamidades que reclaman las masas. Sólo siendo consecuente con una política que se corresponda con el momento actual, el socialismo dejará de ser una utopía y se convertirá en algo real, capaz de implantarse en nuestro país.  

Caracas, 17 de Agosto de 1980                    Nº 647



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David Nieves


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