Pueblo, religión i política (III)

Cuando se realizó la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica i surgieron ideas incompletas de libertad i justicia; cuando se dio la Revolución Francesa i tomó más forma la síntesis de libertad, igualdad i fraternidad; cuando las mismas transformaciones guerreras del viejo continente, propiciaron la caída del vasto imperio español en América i Venezuela se hiciese abanderada de la libertad de pueblos, con un ejército libertador conducido por Bolívar, Urdaneta i Sucre i sin distinguir fronteras la epopeya libertadora de estos pueblo, tuviese connotaciones diferentes a la independencia norteaméricana que, fue superar un yugo económico de la madre patria, mientras la nuestra fue un florecer de pueblos comprometidos con ideales mucho más elevados; la mayoría de los pueblos de América eran analfabetos ignorantes de ideas filosóficas transformadoras del mundo, como las hubo en la Europa de los enciclopedistas, la ilustración (i al mismo tiempo con pensamientos opositores) de manera que la inteligencia i los estudios de hombres excepcionales como Miranda i Bolívar, con pensamiento universal, encontrasen al mismo tiempo otros libertadores como Sucre, Urdaneta, Páez, etc., que realizaron la más bella gesta libertadora de la historia; pero al mismo tiempo fueron incomprendidos, razón por la cual, el Libertador, partidario del sistema federativo, pensase que por aquellos tiempos, era preferible un sistema centralista, fuerte i conductor, para luego de realizar el sueño de una gran república unida i poderosa, volver al sistema federativo i a los más puros principios de libertad i justicia, en búsqueda de la mayor suma de felicidad posible. Lograda la independencia, los pueblos de América, especialmente después que ese sol humano i prodigioso, realizara su ocaso en San Pedro Alejandrino, los pueblos libertados no fueron fieles a los ideales de nuestros libertadores, i el oscurantismo, los odios, las apetencias de poder i de dinero, tomaron fuerza. Ya la figura de Francisco de Paula Santander, fue la contrapartida ciudadana del Libertador i fueron más los que siguieron el camino que les señaló, iniciando la corrupción económica tanto como la moral. Por eso se derrumbó la Gran Colombia i surgieron los pequeños i mediocres tiranuelos u hombres desvestidos de ideales, como lo fue en Venezuela José Antonio Páez; en la independencia, el valiente, ágil i sagaz llanero que lanza en ristre se cubrió de gloria; pero, luego, absorbido por una naciente oligarquía, propició la expulsión del máximo héroe i pensador de nuestra guerra libertaria, disolución o extinción de un gran sueño i la desorientación de pueblos confundidos. Por ello los siglo XIX i principios del XX, fueron de guerras, dictaduras, crueldades e injusticias, por lo cual el pueblo que continuaba siendo “ciego seguidor de circunstancias”, sin pensamiento propio, tuvo que llegar hasta ya pasado el primer tercio del siglo XX, sin incorporarse al progreso del mundo i sin tener verdadera conciencia de su destino. Si bien, a la caída de la dictadura gomecista hasta el año 35-36, aparecieron las primeras luces de un sistema democrático, con un tránsito semi osbcuro con López Contreras i un verdadero inicio de democracia con Medina Angarita, con la aparición de complicidades militares i civiles, con golpes de estado i supuestas “revoluciones”, se apagó ese inicio i Rómulo Bethancourt, en otro tiempo comunista, fue el primer presidente dictatorial i falso padre de la democracia, que instauró con Constitución i todo (aunque gobernando con las garantías suspendidas), los regímenes “presidencialistas” que fueron durante más de cuatro décadas, verdaderas dictaduras de partidos, sometidos al imperialismo yanqui. Solamente sintieron o experimentaron “democracia”, los privilegiados como élites de los partidos, los “cogollos” i sus familiares, porque los otros miembros, el pueblo, jamás llegaron a ser verdaderos seres humanos: simplemente eran “votos” que se estimulaban para los procesos electorales (con franelas, banderitas, potes de leche i latas de cinc), todos amañados o llenos de trampas (para alternarse los dos grandes partidos: ganaba el que “matase” más votos) mientras que quienes fuimos reacios a ser “fichas” o “votos” padecimos hasta 1998, una dictadura de 40 años disfrazada de pseudo democracia, capitalista, conservadora i “cristiana”. La iglesia, ultra conservadora, medieval i falsa (institución momificada en pensamiento), fue i sigue siendo la principal cómplice que “lava los pecados políticos” de quienes se han creído los dueños absolutos, de esta gran hacienda que llaman Venezuela i que les ofende el cognomento de Bolivariana. I lamentablemente i de manera incomprensible, todavía un porcentaje minoritario de “pueblo”, de ese que ellos llaman masa, sucio i hediondo, pataenelsuelo, hordas, (¿recuerdan en el golpe a aquella “damita” mayamera venezolana hablando de su pueblo?) i muchos otros calificativos de “seres inferiores”, les siguen sus pasos por el veneno, no solamente mediático, sino el veneno religioso que obnubila conciencias, especialmente en una “clase media” que su meta era ascender hasta los privilegios. La ética interesada; el miedo al castigo eterno i la falsa promesa de un eudemonismo del más allá, eran herramientas de sometimiento irracional. La Venezuela que “ellos quieren” la vimos clarísima en el golpe de estado de 47 horas de furia de huracán; de durar una semana o un mes, hubiese sido un KATRINA venezolano. Muchas de nuestras casas, hubiese sido sometidas al mismo “civilizado i ético” procedimiento i trato que a la Embajada de Cuba. Nos hubiesen alimentado con alfombras, como vociferaba aquél energúmeno que, todavía goza de impunidad, pese a haber gritado su condición de gran delincuente en proyecto. I la vemos ahora cuando, una “dama” que tuvo el “privilegio” de darle la mano a un paranoico competidor de Calígula o Nerón; un periodista i ex diplomático manchado con antecedentes de complicidades en el asesinato de curas i monjas; i un ex ministro del gobierno de un presidente refranero, se reunieron en el mismo programa en el cual, un tele-evangelista, paranoico también, ignorante como los califica Víctor Hugo, multimillonario indolente de la humanidad i “pastor” de ovejas humanas, propusiera a su gobierno el asesinar al presidente más democrático del continente, i más relegitimado de nuestra historia, creador i protagonista del primer Referendo Revocatorio Presidencial en la historia política del mundo civilizado. Según el evangelizador criterio de este hijo de Cristo, era o es más barato matarlo que, hacer una guerra YA PROYECTADA I CALCULADA ECONÓMICAMENTE, de unos 200 millardos de dólares, “que podría realizar uno se nuestros SECUACES, en nuestras ÁREAS DE INFLUENCIA”. ¿Se puede dudar de quienes, previamente a tan cristiana proposición, le habrían hecho la sugerencia? ¿Se puede dudar que es la misma que hacen en el país desde Súmate a la traición, como también la expresó ante las cámaras de televisión, ese mediocre payaso que se llama Orlando Urdaneta? Si alguna cosa es criticable a este gobierno es la indiferencia ante la impunidad. Si cuando aquellos ingenieros sabotearon a la refinería de El Palito, los hubiesen sentenciado a prisión por delincuentes i traidores a la patria, quizá hubiésemos evitado el sabotaje petrolero; si cuando este ridículo enanito físico i mental pretendiendo escenificar de Orlando el Furioso, hubiese sido extraditado i colocado en prisión (porque está establecido en el Código Penal la ofensa al presidente, i eso es más que una ofensa), los que internamente tienen el mismo propósito en la oposición i alertaron el procedimiento con el crimen del Fiscal Danilo Anderson, el proyecto de magnicidio en el cual no cree mi colega Dianela Parra, no seguiría vigente. La confirmación de estar vigente ese propósito, por orden de Mr. Danger, es la vergonzosa i deshonesta declaración delictiva de un energúmeno de la política i la religión como este miserable “pastor” evangélico. I cada vez que escribo de estas cosas, repiten en mi mente las palabras de Russell: TODAS LAS RELIGIONES SON FALSAS I NOCIVAS. (Continuará)


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Roberto Jiménez Maggiolo


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