San Juan Bosco y Chávez

Las vidas de San Juan Bosco y Chávez guardan un parecido asombroso. Los dos entregaron su vida por beneficiar a los más pobres. Y los dos son humildes, sencillos y auténticos

El Oratorio de Don Bosco, devenido en el Internado de Valdocco, se parece mucho al sentido humanitario de las Misiones. Por ejemplo Chávez, a través de Negra Hipólita, rescató de las calles a miles de chamos con problemas de drogas y los convirtió en hombres de bien. Igual como Don Bosco que con sus talleres dictados en el Oratorio a chamos huérfanos, analfabetas y sin hogares, rescatados de las calles, los convertía en sastres, carpinteros, alfareros, aparte de darles cobijo, alimentación y catequismo.

Chávez, al igual que San Juan Bosco, es de origen humilde y pobre de solemnidad. Con la diferencia que Su Santidad perdió a su padre a los dos años. Pero igual los dos tuvieron que fajarse como los buenos para salir adelante. Cuando San Juan Bosco ingresa de 16 años al seminario tuvo que mendigar para reunir el dinero y los vestidos indispensables; el alcalde le regalo el sombrero, el párroco, la chaqueta, un vecino, el abrigo, otro, el calzado. Chávez tuvo que ser criado por su abuela Rosinés porque en casa de sus padres la masa no estaba para bollos. Y tanta era su peladera que tuvo que vender arañitas ( dulce de lechosa) para cuadrar la arepa. Un día. A Chávez no lo dejaron entrar a la escuela porque calzaba alpargatas. Su casa era de barro, techo de paja y piso de tierra. Un escenario que recuerda escenarios del libro la Antropología de la pobreza, de Oscar Lewis.

San Juan Bosco. Una vez que sus muchachos se graduaban e ingresaban al mercado laboral visitaba a las empresas para velar porque los patrones no los explotase y les proviere de buenos contratos de trabajo. Los mismo que hacía Chávez con los trabajadores al aumentarle los salarios y homologarle las pensiones. Así como con la promulgación de la Nueva Ley del Trabajo.

San Juan Bosco todo lo hacía con amor y siempre preocupado por los jóvenes más desposeídos. Por ser tan auténtico y tan vanguardista fue tildado de revolucionario. Tanto que el Conde de Cavour intento prohibir el Oratorio y si no lo logró fue porque lo evito su pana, el Rey Carlos Alberto, de Piamonte-Cerdeña.

Los dos fueron histriónicos y muy originales en sus estilos. Cuentan que en sus primeros días como sacerdote los chamos no fueron a la iglesia porque se quedaron disfrutando de las habilidades de un acróbata ambulante. Entonces San Juan Bosco retó al acróbata derrotándole en su propio escenario. Y luego marcho triunfante a la iglesia con la muchachera detrás. Lo mismo Chávez con sus salidas ocurrentes en eventos internacionales. Todos recordamos el “huele azufre’ de la ONU. El dúo con Vicente Fernández.

Con San Juan Bosco lo sobrenatural se hizo casi natural y lo extraordinario, ordinario. Con Chávez lo extraordinario se hizo cotidiano. Antes tener una casa en Venezuela era extraordinario. Hoy la asignación de una casa bien equipada es cotidiano.

San Juan Bosco también fue un campeón construyendo iglesias. Y fundando instituciones salesianas. Como Chávez lo fue construyendo, entre miles de obras, casas bien equipadas para los más pobres. Y metrocables para los habitantes de los cerros.

Cerrando. Este sábado por la tarde, gracias a TVO, ejecuté un sano ejercicio de espiritualidad cristiana con un filme, de origen español sobre la vida de San Juan Bosco. ¡Y créanme! Mientras veía la cinta me acordaba de Chávez. ¡Epa! No es mala idea producir una película sobre el Arañero de Sabaneta con la misma orientación de la de El tesoro de Italia.

americoarcadio@yahoo.com


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Américo Hernández


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