Nicolás Maduro o el Hombre y su momento

Estimados lectores, las circunstancias me han obligado a escribir este artículo, ante los reiterados insultos que he recibido a consecuencia de colocar en mi pin: Camarada Nicolás Maduro Moros, Presidente (e) de la patria bolivariana. Signos de la intolerancia que vive la república? No creo. Maneras de descalificar a un adversario? Tal vez. Todos estos insultos radican en mi “tamaña osadía” de mencionar la legitima función a que ha ascendido Nicolás Maduro Moros, por decisión constitucional y ratificada por el máximo Tribunal de la nación y el Poder Legislativo, sobre todo refrendada por nuestro pueblo una y otra vez (Con Chávez y Maduro el pueblo está seguro) que creo, no es aquí donde radica el asunto sino en el origen de Nicolás y su arraigo de trabajador, de chofer de un metro bus y, sobre todo, por no haber alcanzado un título universitario. Mejor expresión del desprecio a nuestra clase obrera no puede haber.

Con Nicolás no me une amistad alguna, más que la hermandad militante de toda una vida en el campo de la izquierda y las luchas por la transformación social y la construcción de la sociedad socialista. Sí tuve la virtud de conocer a su padre, el combatiente Nicolás Maduro en los tiempos en que milité en el MEP. El viejo Nicolás, abogado de profesión y experto en derecho laboral, con una denodada capacidad de defensa en favor de los intereses de la clase trabajadora, era un hombre excepcional, humilde como él solo, jovial y ameno en el trato, firme como el roble y consistente como el guayacán en sus convicciones ideológicas y revolucionarias, esa es la parte del origen familiar que conozco del Presidente encargado de la Republica, que en un gesto que demuestra su condición humana, dijera apenas hace 24 horas en el hemiciclo de la Asamblea Nacional que la banda presidencial que le colocara el camarada Diosdado Cabello no le pertenecía y que siempre seria del Comandante Hugo Chávez; dudo que cualquier académico de la derecha en su posición pudiera explanar tanta lealtad y sencillez como la expuesta a lo largo de su discurso; sin titubeos, sin retoricas y sobre todo con la convicción propia de los hombres y mujeres revolucionarios a quien la historia y las circunstancias conllevan a tan honroso y merecido sitial.

Cuando se le cuestiona a Nicolás su origen y su profesión de chofer, se ofende el derecho de nuestra clase trabajadora, a ser conductora de los destinos de un país; me pregunto; algo así dirían de Lula Da Silva?, el obrero Metalúrgico que rigió los destinos de la hermana República del Brasil y reivindicó los derechos de la clase obrera, frenando la miseria creciente en la mayoría poblacional de ese país? Pero vayamos más allá de nuestro pensamiento ideológico, donde hombres, algunos de arraigo obrerista y otros que no alcanzaron un título universitario, llegaron a ser presidentes: Lech Walessa con su movimiento Solidaridad en Polonia y en Venezuela hombres como Rómulo Betancourt o Carlos Andrés Pérez. Dijo algo la burguesía socarrona sobre ellos? Por el contrario, a uno lo bautizaron como el padre de la democracia y al otro como el gestor de la democracia moderna en Venezuela. Recuerdo que nuestras adversidades y cuestionamientos hacia esos expresidentes venezolanos no fueron precisamente por su carencia de titularidad universitaria,

Claro está, ante los ejemplos anteriores la superioridad de Nicolás Maduro se erige, con base a su gran formación política y su demostrada capacidad como sindicalista, dirigente social, parlamentario, constituyente, canciller y Vicepresidente Ejecutivo, a sus convicciones propias de un revolucionario de temple y apropiado para asumir con absoluta capacidad, la continuidad transformadora sembrada por el Presidente Chávez , el máximo líder de la revolución bolivariana, inspirada en la obra de nuestros libertadores, y del pensamiento cristiano que pregonó Jesús, el Carpintero de Belén, el hijo de Dios.

Como al respecto no haré más referencia a esta actitud, propia de una ultraderecha fascista, solo me queda recordar el episodio, de cuando el Hidalgo Don Quijote de la Mancha, en la película de Orson Welles (1992), camino en la oscuridad nocturna hacia el Toboso, ante los ladridos de los perros en la orilla del camino, y ante el nerviosismo del fiel Sancho expresó: “Nos ladran Sancho, señal que cabalgamos”.



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Víctor Barráez


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