La Violencia, los Niños del 23 de Enero y el Cinismo

 

Un contundente y categórico rechazo a la idea de colocarles  a los niños y a las niñas un arma en sus manos. Nada justifica un hecho de esta naturaleza porque los niños y las niñas  son seres en proceso de construcción y cualquier mala experiencia que vivan como infantes, deja la respectiva marca que luego aparece en su desempeño como adultos.

El caso de los niños del 23 enero y los rechazos que hemos tenido la oportunidad de observar desde diferentes vocerías, ofrece una oportunidad para observar también, desde una perspectiva muy singular, dos situaciones que no pudieran estar directamente conectadas pero que sin lugar a dudas se complementa en el momento de intentar una mejor aproximación al fenómeno de la violencia. Estas dos situaciones conducen a una fragmentación y mal tratamiento de las causas claves del fenómeno de la violencia y producen luego una dispersión de los esfuerzos.

Una primera situación que surge del análisis sobre los pronunciamientos que hemos leído sobre este caso, es la simpleza con la cual se trata y a través de esa simpleza, se abona consciente o inconscientemente una determinada concepción sobre la violencia. Si observaron los pronunciamientos sobre el caso, todos o casi todos se circunscribieron al hecho de los niños del 23 de enero y con ello se ofrece la visión de casos. Es decir, es el caso de los niños del 23 que aparecen con fusil en las manos, el caso del niño de portuguesa o es el caso de Caracas donde un adolescente mató a otro y luego tuvo la capacidad (sangre fría) de ofrecerse para acompañar a la familia en la búsqueda del adolescente que horas antes había matado.

Muy pocas veces se ubica la mirada más allá del hecho que en ese momento conmueve momentáneamente a la sociedad. Pasada el impacto, los analistas, Urosa Savino y la sociedad toda, está como a la espera de otro acontecimiento para sentirse nuevamente angustiada y focalizarse en el caso.

Esta manera de observar el hecho no es siempre ingenua y simplona. Junto a esta manera de observar la situación se desarrolla una versión cínica que si tiene más sentido del fenómeno y lo aborda de esa manera porque de otra, entra en un “corto circuito” con sus referencias políticas e ideológicas. Desafortunadamente para nosotros, los niños del 23 de enero que aparecieron en una foto con fusiles en las manos no son los únicos niños ni las únicas niñas de Venezuela que pasan una gran parte de su tiempo con un arma en las manos. Cientos de miles de niños y niñas en Venezuela pasan muchas horas disfrutando del poder de sofisticadas armas y ese tiempo lo pasan matando y mientras más matan, el sistema con el que juegan a matar los va premiando en la medida en que acumulan virtualmente más muerte.

Pase por uno de esos centros informáticos que se encuentran cerca de los colegios y vean a nuestros niños y niñas jugar a matar con poderosas armas. Se me objetará diciéndome, que el caso del los niños del 23 de enero es diferente y lo es, pero qué tan diferente es. En casa, los niños y niñas continúan con el circulo de la violencia porque continuaran jugando a matar o si abandonan el computador y deciden pasar un rato frente a la televisión; la surte lo lleva al mundo de la violencia de todo tipo.

Es repudiable el caso de los niños del 23 de enero con fusiles en las manos, pero es igualmente repudiable todo el sistemático esfuerzo que la sociedad elabora, vende y promueve  para colocar al niño y niña frente a múltiples situaciones de violencia que lo van metiendo en ese mundo.

evaristomarcano@cantv.net



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Evaristo Marcano Marín


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