Argumentos en contra de la inversión extranjera

En doscientos años de historia republicana todavía no se ha invertido el embudo que ha hecho de la economía de nuestros pueblos y la actividad productiva de nuestras naciones, un mecanismo infame de dependencia, de explotación, que genera pobreza. Mecanismo de intercambio que unido a la llamada “inversión extranjera” succiona toda riqueza, toda ganancia. ¿Qué nación del Tercer Mundo ha salido de la pobreza por la inversión de capital extranjero? Es la gran mentira de todos los gobiernos. El capital extranjero sólo viene para la rapiña. El capital extranjero y el capital en general no entienden de humanismo, ni de la equitativa distribución de la riqueza producida por el trabajo del obrero. El exclusivo objetivo del capital es la ganancia.

 La trampa de la inversión extranjera está presente en el reclamo mediático de cada día: “¡Tenemos pobreza porque no hay inversión extranjera!”

¡Mentira! ¡Falso de toda falsedad!

Tenemos pobreza porque la explotación capitalista ha saqueado las riquezas de nuestros países. Veamos unas cifras. Entre los años 1990 y 2000, “época de oro del neoliberalismo”, las entidades bancarias y las compañías multinacionales obtuvieron un trillón de dólares en beneficios, intereses de la deuda y regalías provenientes de América Latina. Más los pagos de la “deuda externa”. Más las transferencias (pillaje) por mas de 990 mil millones de dólares de la elite empresarial latinoamericana. Si ese inmenso volumen de riqueza no se hubiera esfumado hacia los Estados Unidos y se hubiese invertido en nuestros países, el nivel de vida habría aumentado en 40% y la salud y la educación hubiera mejorado enormemente.

Vale repetir la preguntar ¿Algún país del Tercer Mundo ha salido de la pobreza por la inversión extranjera?

Desde siempre hemos estado en contra de la llamada “inversión extranjera,” la cual normalmente se realiza con préstamos de la banca nacional. No traen ni un dólar. Traen tecnología para excluir mano de obra, para burlar impuestos, para extraer el máximo de ganancia y los gobiernos cabrones se prestan para eso.

Ningún capital transnacional viene a dejarnos algo - sea cual fuere su gentilicio - sino, a llevarse todo lo que puede.

Juan Pablo Pérez Alfonso era enemigo de esa ansiedad por las tales “inversiones extranjeras” que sólo ocasionan mayor transferencia de riqueza. James Petras publicó un análisis (2005) sobre el pregonado tema. Sería bueno que los apóstoles de la “inversión extranjera”, lo lean. Para facilitárselo, he aquí algunos extractos del largo y objetivo análisis.

Argumentos contra la inversión extranjera.

“La decisión de abrir un país a la inversión extranjera plantea profundos interrogantes en los ámbitos político, económico, social y cultural, que van mas allá del cálculo de los costes y beneficios a corto plazo que puedan acarrear a una empresa o incluso a un sector económico.

“En la mayoría de los casos, una "apertura" inicial comporta invasiones subsiguientes, a gran escala y largo plazo, que producen toda una serie de resultados imprevistos, pero previsibles.

“En primer lugar, y ante todo, la propiedad extranjera de industrias y recursos estratégicos produce una pérdida para el Estado de poder de decisión a la hora de tomarlas en materia de inversión, precios, producción y crecimiento económico futuro. Los propietarios extranjeros deciden cuál de las empresas de su imperio comercial se ampliará, cuál se estancará y cuál irá a la quiebra, dependiendo de los costes laborales, los impuestos, el transporte y las redes de comunicaciones. Los nuevos dueños deciden si las inversiones se hacen dentro de la empresa o en la empresa madre. La inversión extranjera, especialmente los grandes copropietarios de empresas estratégicas, ponen en grave peligro la soberanía nacional y convierten a los regímenes políticos en simples testaferros de los dueños extranjeros. “La inversión extranjera aporta el capital inicial, pero a largo plazo conduce a un gran flujo de salida de beneficios, dirigidos a su casa matriz, que contribuye a la descapitalización de la economía y a problemas de la balanza de pagos. Poner las empresas del Estado en manos de la inversión extranjera (o de los oligarcas locales) conduce a la reducción de los ingresos del Estado, un mayor desempleo y, en algunos casos, el cierre de plantas industriales en regiones en las que la tasa de beneficio de la compañía se halla por debajo de la esperada.

 “La inversión extranjera conduce a una producción desequilibrada y, sobretodo, a una producción sobre especializada; en particular a la expansión de unos productos altamente volátiles a expensas de una economía diversificada de amplia producción y base comercial. Muchos de los inversores extranjeros buscan conseguir altos beneficios invirtiendo en productos de exportación, tales como el petróleo, la soja, el hierro o el cobre, que complementan sus necesidades nacionales o las de las economías industrializadas en general. El resultado neto es una economía de rápido crecimiento y también rápido final, en la que unas altas exportaciones producen altos ingresos e importaciones para el país, antes de registrar drásticas caídas en la demanda de productos básicos que conduce a importantes déficit comerciales, grandes reducciones del gasto, incremento del desempleo e incremento de la deuda.

 “En muchos casos el capital extranjero no crea nuevas empresas ni amplía los mercados: compra empresas locales, en muchos casos empresas beneficiarias, a “precios políticos" mediante licitaciones manipuladas. En algunos casos, compra el monopolio estatal de las comunicaciones, o empresas estatales de petróleo, y lo convierte en un monopolio privado, imponiendo así precios monopolísticos sin los obstáculos que suponen la rendición pública de cuentas o las necesidades sociales. Además, el capital extranjero no suele aportar ningún tipo de “capital nuevo”: solicitan préstamos a los bancos locales –compuestos por el ahorro nacional--, convierten títulos de deuda devaluados para comprar empresas a precios nominales, y reciben préstamos de las instituciones de financiación internacional con el respaldo del Estado.

Hay numerosos ejemplos: el más conocido son las plantas ensambladoras en las que la manufactura y la distribución se realizan en otro lugar, por otras subsidiarias de la compañía transnacional, y cuya única contribución a la economía local es el pago de unos salarios de subsistencia (igual a como ocurre en la minería). Los exportadores de materias primas extraen hierro, cobre y soja que son enviados para ser procesados en el exterior, en otro país que recibe el valor agregado y el empleo. Los exportadores de materias primas emplean pocos trabajadores, los países se convierten en “mono cultivadores" y sus economías están sujetas a cambios volátiles en sus ingresos básicos. La dependencia de los ingresos que proporcionan unas pocas exportaciones o una sola fuente de exportación (como, por ejemplo, el petróleo) o de las remesas provenientes del extranjero no constituye realmente una política económica.

“Es también importante el papel de liderazgo que desempeñan las empresas de propiedad extranjera en la banca, la industria y las asociaciones de negocios, influenciándolos para asegurarse políticas favorables a sus intereses.

“Las transnacionales estadounidenses proporcionan cobertura y falsa identidad a agentes de inteligencia, transmiten informes económicos a la CIA y se niegan a suministrar repuestos a países en conflicto con EE UU. Los bancos americanos facilitan la fuga de capitales, la evasión fiscal y el lavado de dinero a las elites pudientes y, con ello, debilita a los adversarios y los competidores de EE UU, reduciendo la producción o los servicios de países en conflicto con el Estado imperial.

 “Las empresas de capital extranjero, al menos en su comienzo, están regentadas por expatriados, por lo general en las posiciones más decisorias. Se suelen contratar ejecutivos “nacionales" para:

(1) Establecer nexos con el Gobierno local,

(2) Ocuparse de las relaciones laborales,

(3) Gestionar la evasión de impuestos o garantizar la exoneración de su pago, y

4)  Hacer campañas de relaciones públicas y de opinión política.

“Contrariamente a “las expectativas" o a la propaganda de los ideólogos neoliberales, las compañías de propiedad extranjera usualmente no transfieren investigación y desarrollo tecnológico (I&D) a los países del Tercer Mundo.

Mas del 80% del I&D (Investigación y Desarrollo, en inglés, research and development, abreviado R&D), de dichas empresas lo realiza la casa matriz del Estado imperial (el gentilicio del capital: ruso, chino, vietnamita, brasileño o colombiano, no cambia la relación, es idéntica) Lo que en ocasiones se transfiere son los resultados de la I&D, a un precio y unas condiciones fijas, con pagos de regalías durante un largo período de tiempo. De hecho, los inversores extranjeros frecuentemente hacen sociedad con unidades productivas locales, las despojan de sus activos, se apoderan de su clientela, su mercado y sus redes de distribución, y entonces o bien cierran la empresa o la funden a un conglomerado de empresas de propiedad extranjera, con el resultado en despidos masivos, reducción de los servicios y altos costes para los consumidores.

 “Igualmente importante es el hecho de que la inversión extranjera tiene mecanismos incorporados que contribuyen a una baja tasa de reinversión, a una descapitalización de la economía, y a la generación de problemas en la balanza de pagos.

 “La inversión extranjera incrementa las desigualdades y polariza la estructura social, como resultado de las bajas tasas de impuesto, las altas tasas de beneficio y el punto de vista del Estado, siempre favorable al inversor extranjero. Los “beneficios residuales" para el “país receptor" se suelen concentrar en manos de los “facilitadores políticos" locales, gerentes altos y medios, y subcontratistas y distribuidores. Es evidente que, a gran escala y a largo plazo, la inversión extranjera fomenta los objetivos del Estado imperialista, simboliza e impulsa el imperialismo, y es uno de sus principales motores económicos.” (James Petras. Rebelión. Mayo 2005)”

“En resumen, la inversión extranjera tiene desventajas estratégicas, pone en peligro la independencia nacional y la soberanía popular, y compromete gravemente la capacidad del Estado para representar a sus ciudadanos, especialmente a la clase trabajadora y al campesinado.

 Este análisis de James Petras no tiene nada de subjetivo, no tiene pérdida. Se puede complementar con la declaración de John Perkins, agente de la inteligencia de Estados Unidos (la CIA):

 “Nuestro trabajo es construir el imperio estadounidense. Crear situaciones en la que tantos recursos como sean posibles fluyan hacia Estados Unidos, hacia nuestras corporaciones y nuestro gobierno; y en realidad hemos tenido mucho éxito. Hemos construido el mayor imperio en la historia del mundo. Este imperio a diferencia de cualquiera otro en la historia del mundo, ha sido construido por medio de la manipulación económica, mediante el engaño, mediante el fraude, seduciendo a la gente hacia nuestro modo de vida. Damos a los países deudas que no pueden pagar, la mayor parte vuelve a Estados Unidos, al país lo dejamos con la deuda más montones de intereses y básicamente se convierten en nuestros sirvientes, nuestros esclavos.”

 Parece mentira tanta franqueza. Tiene mucha razón Noam Chomsky: “Todos los presidentes de Estados Unidos, si son sometidos a las leyes de Núremberg, deben ser colgados.”

 El bicentenario de la independencia encuentra a las mayorías nacionales de nuestra América, en esa lucha contra la pobreza, contra la rapiña del capital extranjero, contra la depredación de las riquezas naturales y contra la alienación del trabajo que padecen los proletarios y campesinos sin tierras.



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León Moraria

Nativo de Bailadores, Mérida, Venezuela (1936). Ha participado en la lucha social en sus diversas formas: Pionero en la transformación agrícola del Valle de Bailadores y en el rechazo a la explotación minera. Participó en la Guerrilla de La Azulita. Fundó y mantuvo durante trece años el periódico gremialista Rescate. Como secretario ejecutivo de FECCAVEN, organizó la movilización nacional de caficultores que coincidió con el estallido social conocido como "el caracazo". Periodista de opinión en la prensa regional y nacional. Autor entre otros libros: Estatuas de la Infamia, El Fantasma del Valle, Camonina, Creencia y Barbarie, EL TRIANGULO NEGRO, La Revolución Villorra, los poemarios Chao Tierra y Golongías. Librepensador y materialista de formación marxista.

 leonmoraria@gmail.com

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