Elogio del alcohol

La borrachera bochornosa y belicosa del candidato presidencial Pablo Pérez no demuestra que el alcohol es malo sino que el personaje es un adeco balurdo. Por lo tanto, absténganse los abstemios militantes de usar este mal ejemplo para una campaña sobre los males del alcohol,…que terminaría presentando al indigno gobernador del Zulia como víctima en vez de responsable.

Aclaratoria necesaria porque los moralistas son enemigos de la revolución, al serlo de todo lo “humanamente placentero”: fiesta, humor, amor, sexo, risa, baile, y todas aquellas substancias que los seres humanos han refinado, a lo largo de los siglos, para darse placer físico o mental.

HUMO DE TABACO

La burguesía como clase dominante no ha tenido otro placer que el de degradarlos todos. Por ejemplo, no es culpa del tabaco, esa maravilla americana de la Nicotiana tabacun en sus variedades havanesis, brasilensis, virgínica y purpúrea, que los empresarios burgueses la falsifiquen con 500 aditivos tóxicos. Pero para los moralistas es más fácil prohibir que se fume que obligar a los industriales del tabaco a producir algo decente.

El expresidente uruguayo Tabaré Vázquez, médico cardiólogo, prohibió fumar apenas llegó al poder. Para salvar vidas, explicó. Pero luego no tuvo empacho en pedirle a Bush armamento para pelear con Argentina sobre un tema ambiental. Y nuestra activísima Ministra de Salud hace brillar a Venezuela como país donde está prohibido fumar, pero parece no molestarle el humo de escape de los automotores que nos envenenan todos los días. Como médica preocupada por nuestros pulmones debe saber que hace medio siglo se inventó, y se usa con éxito, un aparato que mide las emisiones de monóxido de los vehículos.

IN VINO VERITAS

Las bebidas fermentadas acompañan a los humanos desde los albores de civilización. La destilación apareció más tarde: el sautchú chino y el arrack de Ceilán en 800 AC y de los licores y aguardientes más conocidos, el brandy de Italia y el vodka de los Cárpatos aparecen en 1000 DC; el whisky escocés y el ron caribeño en 1500 y, finalmente, el tequila mexicano en 1650. El alcohol ha confortado al marino en la tormenta, al soldado en la guerra y al campesino al final de su jornada; es el espíritu de las celebraciones populares y ocupa un puesto de honor en la literatura, la poesía y la música.

Sin embargo, el “Abrigo o red he ahí el dilema” de Leonardo Da Vinci también se aplica al alcohol (y a cualquier droga) porque en la adicción el genio de la botella pasa de buen sirviente a mal amo y lleva hacia la patología lamentable del alcoholismo. Sin embargo, beber toda la vida no significa que uno sea alcohólico ni mucho menos.

GUY DEBORD

Uno de los más grandes bebedores del Siglo XX, el revolucionario francés Guy Debord, escribió el libro “La Sociedad del Espectáculo” que hoy inspira a los jóvenes ocupantes de Wall Street, cuyo concepto inicial y publicidad salió del grupo y revista canadiense “Adbusters”, cuyo co-fundador y editor Kalle Lasn declaró (Salon.com, October 4):

“No sólo estamos inspirados por lo que pasó recientemente en la primavera árabe; estudiamos al Movimiento Situacionista, esas personas que gestaron lo que creemos fue la primera revolución global en 1968 cuando unos levantamientos en Paris inspiraron repentinamente levantamientos en todo el mundo. De repente estaban reventando universidades y ciudades. Esto lo hizo un pequeño grupo, los Situacionistas, que eran la espina dorsal filosófica del movimiento. Uno de sus miembros clave era Guy Debord (1931-1994) que escribió La Sociedad del Espectáculo. La idea es que si tienes un elemento poderoso –una idea poderosa- y su momento está maduro, es suficiente para encender una revolución. Ese el origen del cual venimos”.

Al final de sus días, Debord escribió en su Panegírico: “Del escaso número de cosas que me han gustado y he sabido hacer bien, lo que seguramente he sabido hacer mejor es beber. Aunque he leído mucho, he bebido más. He escrito mucho menos que la mayoría de la gente que escribe; pero he bebido mucho más que la mayoría de la gente que bebe. Me puedo contar entre aquellos de los que Baltasar Gracián, pensando en un grupo de escogidos que identificaba sólo con los alemanes -siendo aquí muy injusto en detrimento de los franceses, como creo haber demostrado- podía decir: "Hay algunos que no se han emborrachado más que una sola vez, pero les ha durado toda la vida". Es justo señalar que durante el año y medio que le tomó escribir su libro, Debord no bebió absolutamente nada, ni siquiera una cerveza.

¡SALUD!

Marx decía que todos los moralistas se han acostado en la cama de la religión y que las revoluciones eran “bacanales de la verdad en que nadie queda sobrio”. No se ofendan pues los ortodoxos si les recuerdo que la revolución de Octubre 1917 fue “la mayor orgía etílica en la historia del pueblo ruso” (ver Víctor Serge y John Reed) porque las revoluciones modernas nacen con el signo de la fiesta, serán fiesta o no serán. Eso molesta a los burgueses y a los burócratas para quienes el ser humano sólo existe para trabajar y producir para la siniestra acumulación primitiva o la aún más siniestra “acumulación primitiva socialista”.

Nuestro Comandante fumaba poco, pero fumaba, bebe un muy ocasional whisky con agua, y es el presidente más activo y disciplinado que ha tenido la República. Sería ofensivo compararlo con el mamarracho opositor que mencionamos al inicio. Como es ofensivo para todos los que bebemos y sabemos beber, los que no tenemos otra crítica al alcohol que la del proverbio irlandés: “El alcohol hace que le dispares a tu patrón, y lo falles”. ¡Salud camaradas!

rothegalo@hotmail.com



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Eduardo Rothe


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