En bingos estafamos, pero también damos empleo

Socialismo y….. ¡¡Bingo!!

Sectores de la derecha, viejos gendarmes y gestores, hilvanaron un discurso para derrumbar los inestables moralismos de los fundadores de la Democracia Cristiana y Socialdemocracia de Venezuela. Aquél señaló a casas de juego, de esas que abundaban entonces en las pequeñas islas del Caribe que, por su poca extensión, no podían exhibir mucho más que bellos seres humanos y playas, como atractivos para turistas.

 Islas paradisíacas, pero sin la renta petrolera ni las posibilidades nuestras para implementar un modelo productivo que no nos “obligara” a hacer concesiones relacionadas con prácticas ajenas al trabajo creativo pero asociadas al agiotismo y al corso o piratería.

  “En las noches”, decían como con sabiduría, sin ocultar el pobre concepto que del turista tenían y estrechez de miras con respecto al futuro que siempre ha tenido Venezuela, “en estos pueblos no hay nada qué hacer.”

  “En el día se distraen en nuestras hermosas playas y en la noche, para no quedarse aburridos en los hoteles, pueden ir a los casinos a probar la suerte.” Y remataban diciendo, “si no les ponemos las casas de juego, no vuelven.” Aquel simplismo, muestra de poca inteligencia y si mucha rapacidad, fue percibido como sensato y con admiración. Al turista le percibían como un bucanero, pata de palo, en busca de una nave que asaltar. Siendo el apostador que a esos sitios acude una pobre víctima.

  Esa monserga fue la justificación para llenar a Venezuela de casas de juego y abolir la rígida regla de nuestros antepasados que dieron una cruzada para que no invirtiésemos nuestro tiempo en una actividad que suele degradar al hombre. El catecismo le condena y define como una práctica injusta. ¡Ellos, gobernantes y agentes, se exhibían como religiosos!

 Para mayores males, quienes menos visitan esos antros, siempre repletos, no son los poco abundantes turistas que vienen a Venezuela, pese la existencia de aquéllos como en demasía.

  Siendo Venezuela un país petrolero, minero, de incalculable vocación agrícola y enormes potencialidades para el desarrollo industrial y del turismo, como su exuberante y diversa geografía, en un espacio relativamente grande, gobernantes cayeron en el simplismo, que les fue impuesto por agentes y comisionistas de quienes han hecho del juego un medio de acumular riquezas robando a los demás, según el cual esas casas de azar eran indispensables para impulsar aquella actividad.

  Por aquel discurso mediocre y oscurantista, el país todo se lleno de bingos y multitud de espacios para que le gente pierda su dinero y beneficie a gánster. Se dice coloquialmente que en el juego de azar, siempre gana la casa. Sólo se requiere que el banquero no apueste. Cuando aquella pierde una vez, en una circunstancia inusualmente no fortuita, ya ha ganado y volverá a ganar cientos de veces. El Estado, en este caso hace de alcahuete.

  Conozco un “propietario” de banca hípica, soy amigo suyo desde los años juveniles, que está arruinado; debe hasta los sueños. Porque viola irrefrenablemente la regla de no jugar. Lo que gana haciendo de receptor de apuestas, que generalmente es bastante, lo pierde al apostar. Su felicidad pareciera ser que el juego persista y como el amarillo se “halle donde quiera”. Mientras todos aquellos que fueron socios suyos nadan en la abundancia.

  El turismo es una actividad que depende de diversos factores. La gente bien lo sabe. Como conoce que eso del juego no es determinante. Pero el haber creído en su bondad o magia para atraer turistas, convirtió a Venezuela en un garito y al juego de azar, de una práctica insana, muy mal vista y hasta denigrante, en recreativa “para todos los gustos y hasta edades”, en donde la gente pierde sus pocos o muchos reales para dejarse ver o en ilusa búsqueda de un golpe de suerte. Mientras el banquero o cazador de apuestas, nada bobo,  revienta sus bolsillos y paga generosas comisiones.

  “El juego de azar, los bingos, ofrecen empleo”. Eso dicen quienes defienden su existencia. Es el mismo discurso de “Especulamos pero damos empleo”, del inefable Zuloaga. Le utilizan para justificar lo injustificable.

  El juego, las casas de bingo parecieran haber aumentado en estos últimos diez años. Pero el socialismo que privilegia y tiene como piedra angular el trabajo productivo y creador, no puede seguir en actitud complaciente con el juego, ocio inmoral, estafa y favoreciendo a quienes pudieran dedicar sus posibilidades y esfuerzos a algo digno y dignificante. Si es que de trabajar e invertir se trata. No es suficiente la arenga o campaña para ponerles a “derecho”.

  Los comisionistas, sin importar nombres y posiciones, no pueden estar por encima del interés social, salud y progreso. A menos haya alguien entre nosotros que, como en la derecha, crea que aquellos valores se expresan en centros comerciales y bingos.

damas.eligio@gmail.com


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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