Lea por qué el dinero a los consejos comunales produce odio y descontento

 

      Desde hace tiempo escucho con mucha atención una preocupación expuesta por los mismos vecinos, según la cual no entienden cómo es posible que  un alcalde revolucionario baje dinero a los consejos comunales y en lugar de ganar adeptos, reste simpatizantes.

      Ciertamente esos alcaldes salen por la televisión y fotografiados en los medios impresos y digitales entregando cheques a la gente y, cualquiera creería que lo quiere todo su municipio, sin embargo no es así, por el contrario,  es obvio el descontento y el malestar de la población en su contra.

      Algo insólito. Y sólo encuentro una explicación a esta increíble situación: que muchos alcaldes chavistas incurren en el error de tratar a los consejos comunales como los adecos y los copeyanos trataban  a directivos de las asociaciones de vecinos de entonces.

      ¿Cómo asumían los adecos y copeyanos a las asociaciones de vecinos? Muy sencillo: en las circunstancias que les convenían, sobre todo en los procesos electorales, llamaban a los representantes de esto organismos comunales y les metían una bola de billete por el pecho, para hacerlos reaccionar como pajaritos en la mano mansos de cariño, obedeciendo a la orden expresa que les imponían de controlar a su favor el conglomerado.

      Y he advertido que con los Consejos Comunales en las entregas de recursos hay una parafernalia y un discurso que gira en torno de que el dinero beneficie a todos; abarque a los sectores de la comunidad organizada en su conjunto, pero en la práctica ocurre un proceso muy distinto. En algunos casos, el control de los cheques que otorga la municipalidad recae en las firmas de un reducido grupo de vecinos que terminan cobrando y quedándose con la plata.

      Y lo peor: no hay un seguimiento del gasto de los recursos; en consecuencia, no se asfaltan las calles que beneficia a las familias involucradas; no se entrega el dinero de la sustitución de los techos de zinc como se prometió a una importante cantidad de padres y madres, a quienes no les alcanzan ni las ollas ni los potes para recoger el agua de cada gota dentro de sus casas cada vez que llueve.

      Tampoco entregan el dinero para hacer el baño de bloques y hay que seguir bañándose sobre una tablita en un mamotreto forrado de latas oxidadas y agujereadas llamando la atención de los curiosos que pasan por la calle; ni siquiera suministran la plata a la señora viuda que esperaba el dinero de una venta de chucherías, galletas y refrescos en un tarantín de desperdicios de madera al frente de su rancho, con el fin de poder apaciguar la carga alimentaria de sus hijos.

      Por eso, en lugar de sumar, restan. Es una matemática sencilla: se ganan de adeptos a los cuatro o cinco que cobran los cheques, pero restan la simpatía de una comunidad en pleno que queda desesperanzada al buscar mejoras para todos y no lo logran, porque los recursos los aportan a un sólo grupito.

      Se equivocan los alcaldes que asumen ese mecanismo. La gente de las comunidades no se puede engañar como se engañaba a esa que dependía de las asociaciones de vecinos en la IV República.

      El presidente Hugo Chávez le sembró en la cabeza al país y la población venezolana lo asumió como tal, que la gestión social en este proceso revolucionario tiene que hacerse en función del colectivo y no de minorías.

      Pero siguen tropezando con la misma piedra, sin escatimar en que diciembre de 2012 no está lejos…Y la población revolucionaria no quiere lágrimas, porque es que los políticos de este país después que pierden lloran y encima de eso, pretenden que la gente a quien han tenido acogotada todo el tiempo, llore con ellos sus dramáticas derrotas. 

albemor60@hotmail.com



Esta nota ha sido leída aproximadamente 3265 veces.



Alberto Morán


Visite el perfil de Alberto Morán para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:


Notas relacionadas

Revise artículos similares en la sección:
Actualidad


Revise artículos similares en la sección:
Anticorrupción y Contraloría Social