Tenía la intuición y lo comprobé el 25 de mayo, durante los comicios de gobernadores, parlamentarios y diputados a los consejos legislativos de los diferentes estados del país.
Los electores más fieles al proceso revolucionario que lleva a cabo el presidente Nicolás Maduro, son los viejitos y las viejitas. Vi situaciones que si me las cuentan no las creo, pero las viví personalmente. Les relato el más asombroso.
Llegué a votar en la escuela Luis Guillermo Sánchez del barrio Los Robles, parroquia Luis Hurtado Higuera, municipio Maracaibo, estado Zulia, donde cumplo con ese sagrado deber desde que cumplí 18 años.
Después que introduzco la papeleta en la caja, salgo y veo en cola a un señor que mostraba más o menos la edad de Henry Ramos Allup, llevando en una silla de ruedas a una señora que como dice el creador del realismo mágico, Gabriel García Márquez: solo se sabía que estaba viva, por su respiración pedregosa.
Indague y me dijeron que se trataba de madre e hijo y que ambos son simpatizantes del Psuv. Confieso que, por prudencia y temor a represalias, no quise preguntarles a ellos directamente. Tampoco tenía motivos por los cuales dudar de los presentes.
Ahora bien, como de aquí en adelante pretendo hacer algunas recomendaciones, quiero dejar constancia, antes de seguir, de que sigo siendo chavista. Y esto no lo digo por los opositores, sino por los camaradas que se creen más chavistas que Chávez, aunque sobre esa gente siempre he tenido mis reservas. Dime de qué presumes y te diré de qué adoleces, pero este es otro tema. Continúo con la idea central.
Conozco la crisis, vivimos diariamente las consecuencias del bloqueo financiero, escucho reiteradamente las súplicas de la oposición bajo las alas de María Corina Machado, pidiendo que nos tranquen la producción petrolera, que nos impongan más «sanciones», que nos asfixien, que muramos de mengua, en consecuencia, estimo, que el Gobierno carece del dinero necesario, y el poco que tienen debe distribuirlo lo mejor que pueda, para que no se vayan a pique los proyectos sociales.
Sin embargo, no justifico que cuando se hagan los ajustes de los ingresos de la guerra económica, a las personas de la tercera edad, no les paguen ni la mitad de lo que cobran los jubilados y jubiladas.
Tengo perfectamente conocimiento de que a los ancianos y ancianas les hacen actividades relacionadas con la salud, la recreación, la cultura, el turismo y eso lo aplaudo; aun así, creo que, sino a todos, a la mayoría les gusta más que les depositen el dinero.
Las veteranas y veteranos beneficiarios quieren pelar por su dedo o tarjeta de débito y gastar la plata en lo que consideren pertinente. Comprar lo que desee. Comerse una hamburguesa, un pastelito, un perro caliente, en el kiosco de su preferencia, por ejemplo. Algunos ya son dependientes de una pastilla o algún examen de laboratorio, ahora, otros pasan de los 60 años y les siguen roncando los motores.
Por ende, pienso que es preferible que esos recursos que utilizan en la organización de esos eventos, se lo sumen en dinero a la guerra económica de los abuelos y las abuelas. Y no lo digo por ser de la tercera edad, sino porque como viejo, tengo amigos contemporáneos chavistas y los escucho.
O, si no, mediante una encuesta en la Plataforma Patria, se les podría consultar qué prefieren. En mi criterio, el presidente Maduro debería evaluar la situación, porque repito, no creo que haya personas más leales que los ancianos y las ancianas. Son un recurso valiosísimo de esta revolución y como tal se les debe retribuir.
Respeto a los jubilados y jubiladas, no es mi intención entrar en diatribas con ellos, valorando que es comprensible la indignación que puedan sentir por tanta corrupción en los organismos públicos denunciada desde hace bastante tiempo.
Y lo de la corrupción no lo digo yo, sino Maduro. Así que no quiero que salga alguien a pedirme pruebas. Y si de verdad las quiere, que se las exija al Presidente. En todo caso, es actualmente, con el ministro del Poder Popular para Relaciones Interiores, Justicia y Paz, Diosdado Cabello, que se ha visto una labor policial efectiva al respecto.
Por lo demás, sabemos, que fueron unas cuantas las irregularidades denunciadas en las instituciones bolivarianas, que impunemente la brisa fresca se las llevó.