Las consecuencias de la candela de Santa Inés

La Historia nos repite una y otra vez que cuando el Pueblo se levanta y mira a los ojos a su opresor, se cubre de la más sagrada gloria. Pero, es una guerra a muerte, pues si el opresor tiene oportunidad de devolver el golpe, lo hará con el más brutal ensañamiento para matar al Pueblo y evitar de todas las maneras posibles que este vuelva a levantarse.

Un ejemplo muy claro es el glorioso pueblo de Haití, que paga una deuda imperial inventada demasiado alta, el ser el primer pueblo libertario y libre de América Latina.

El mismo caso parece ser el de los llaneros barineses, que se cubrieron de gloria, utilizando su cultura como estrategia militar, el 10 de diciembre de 1859. Por si eso fuera poco, cometieron la osadía de ser el tercer estado federal y poner en funcionamiento las comunas para los campesinos.

Difundido es actualmente, el funcionamiento de la guerra de cuarta generación, que enajena nuestra cultura y nos hace abyectos lacayos de un modelo opresor que se ha encargado de enajenarnos también todo cuestionamiento racional y moldearnos como acérrimos defensores del mismo. Este parece ser el destino del pueblo barinés donde mafias ocupantes de profesión se valen de las leyes bolivarianas para extraer como sanguijuelas, el patrimonio de la nación y aterrorizar al enajenado Pueblo que todavía no se entera que estamos en una revolución que da marco a las reivindicaciones históricas de los oprimidos y; prefiere mirar al suelo antes de mirar al enemigo a los ojos.

Y, mientras escuchábamos las experiencias del Seminario en «Políticas Públicas y Agroecología» en la Academia de Ciencias Agrícolas de Venezuela, el sábado 9 de abril en la comunidad Quebrada Negra, en el estado Barinas. Donde abundaron postulados sobre: «la Agroecología como herramienta para construir el desarrollo en el Socialismo» o, que «la erradicación del Latifundio no es completa sin la eliminación del modelo rentista de la Revolución Verde», «porque no se rescata la tierra para tratar a la producción como mercancía», entre otros. Donde también recordamos a los compañeros campesinos asesinados y atentados en la Revolución Bolivariana por mirar a los ojos al opresor que aún vive en Venezuela. En ese preciso instante, en los latifundios barineses ocupados por estos individuos urbanos enajenados, disociados, neopresores que describimos antes, se utilizaba la rica cultura del llano para expropiar a los venezolanos de su patrimonio natural.

En la misma isla que ya hemos mencionado en otras oportunidades, donde se rescató la tierra, donde se quiebra con el modelo capitalista, donde la Agroecología es el modo de producción para obtener la libertad, no fueron los agrotóxicos esta vez los que acabaron con la producción, fue la candela. De las 33 hectáreas originales que el INTi nos asignó para trabajarlas agroecológicamente, perdimos 13 en una batalla anterior. Y ahora nos quemaron las 20 que quedaban. De v...na no se quemó el rancho con nuestras posesiones más inmediatas.

Lamentablemente, la isla ya no está aislada, la candela nos unió a otras 1.000 hectáreas arrasadas. Nosotros no fuimos testigos, no podemos señalar al que prendió el fósforo. Pero hace años que venimos denunciando que no son campesinos los que agarran tierras a quince minutos por carretera de la ciudad, que no viven allí, que violan sistemáticamente la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario a pesar que son sus beneficiarios y teniendo todo el apoyo del gobierno. Somos testigos y denunciantes de esto desde hace años y los funcionarios de las instituciones nos dicen: «pero si son sólo ustedes, no sirve, tienen que ser varios que vengan a denunciar», «si hacen una asamblea y el pueblo decide, nosotros no podemos hacer nada». Pero en este caso, el pueblo no es el Pueblo, son personas inescrupulosas, deformadas por la guerra de cuarta generación, mientras el Pueblo, deformado por el terror pasado, mira para abajo.

Hoy perdimos el trabajo y la recuperación del patrimonio venezolano de tres años, la tristeza no nos permite calcular aún cuánto es eso en dinero. Pero no puedo llorar por mí, que conservo la vida y mis posesiones inmediatas, gracias a Dios. Lloro por todos los caídos en combate, por los más conocidos y los más anónimos, por los indígenas y campesinos que sus cosechas son quemadas y sus casas picadas e incineradas en toda la América doliente, todas sus pocas posesiones, que actualmente, parecen ser blanco de envidia de los neopresores. ¿Es que tanto molestan los pobres de esta tierra que la trabajan?

Desde aquel 10 de diciembre de 1859 y la posterior traición al General del Pueblo Soberano, la oligarquía seleccionó por medio del terror y la muerte a la población; sobreviviendo los más sumisos y de ideas más superficiales. Posteriormente, esto es muy aprovechado por los que tienen «viveza criolla», panacea del individualismo y antivalores colectivos que, utilizando las leyes de la revolución sacan partido económico de todo lo que pueden; siempre para seguir alimentando el modelo de dominación que los oprime por igual a ellos también.

En Barinas, la Revolución Bolivariana avanza más lentamente que en otros estados que conozco. Los bolivarianos aquí tienen que hacer el doble de esfuerzo y; la transformación mental no se logra en las instituciones donde los dirigentes no dirigen, dirigen los funcionarios públicos que ni siquiera tienen convicción escuálida. Simplemente, son los hijos de los sobrevivientes de la traición a Ezequiel Zamora, los que no tienen permitido pensar, los que no pueden mirar a los ojos, los que ocupan un asiento en el autobús mientras hay una embarazada, un discapacitado o un anciano parado, los que se colean en el mercal, los que le pagan al cajero del banco para pasar antes y, aunque tengo miles de ejemplos más, recopilados a lo largo de estos pocos años; la mayor traición es que se conoce a la capital como «La Ciudad Marquesa», olvidando su glorioso momento histórico en el que supo pertenecer al denominado Estado Zamora.

Da pena ver que los árboles que se salvaron de la quema (por ahora), reivindiquen ser territorio de la CANEZ. Sabemos que no son campesinos los que queman miles de hectáreas. Sabemos que los camaradas de las instituciones saben. Pero, ¿qué hacemos? No podemos seguir regalando nuestro trabajo. Nuestras primeras cosechas cayeron bajo la rastra y no sólo no se nos indemnizó, sino que además, la ORT Barinas nos quitó un tercio de la tierra que nos había asignado el INTi. Ahora nuestra producción de alimento sano y soberano cayó presa del fuego...

Ya no tengo más nada que agregar a este escrito, dejo a los lectores la libertad de fantasear sobre el futuro cercano y distante de la isla agroecológica de Barinas.

P.S.: La noche del domingo escribí lo anterior. Esta mañana del lunes, cuando uno de nosotros regresaba a la parcela montado en un tractor, fue abordado por los enajenados que mencionamos antes, golpeado, amederentado con tiros, le arrebataron la cámara de fotos donde teníamos documentado los hechos y, como ya nos ha pasado antes, nos acusaron del delito que cometieron ellos. Lamentablemente, ya tenemos experiencia, y esas fotos ingresaron hoy al Ministerio Público con la correspondiente denuncia y están circulando entre el colectivo por internet.

Prefiero omitir mi nombre pero no el del colectivo al que pertenezco, a sabiendas que lo que aquí se dice es reivindicación del mismo: Consejo Socialista Nacional de Agroecología -COSONA-


Articulo remitido por Paulino Nuñez


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Miembro del Consejo Socialista Nacional de Agroecología


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