Las elecciones del 26 de Septiembre vistas desde “otra política”

Salimos en estos momentos de unas elecciones donde hay cosas que al parecer no gustan ser reconocidas. La mirada ve en primer lugar lo que interesa y lo declara, después las sombras rebotan y amplían verdades más dolorosas que la mayoría de las veces ni siquiera son reconocidas. Por ahora no entremos en detalles funcionales al orden representativo mismo sino a una mirada desde a opción de una “otra política”: empezando simplemente recordemos lo siguiente: la revolución no se mide en votos sino en la sobrevivencia de pasiones rebeldes y libertarias regadas entre ese inmenso “nosotros” que llamamos pueblo y en la voluntad colectiva de materializarlas. Por ese lado hay heridas duras, debilitamientos importantes, reacciones desmoralizantes, claro que sí, no es para menos el trabajito de saboteo que ha hecho por años la arrogancia burocrática y su proyecto corporativo de estado, pero esto sigue muy vivo y con la posibilidad, ahora sí, de un despertar bolivariano “desde abajo y a la izquierda” que reviente los sostenes de dicha arrogancia. Un ejemplo de que esto sigue vivo, para hacer lectura de las elecciones desde esta perspectiva, es que mientras esta cúpula arrogante acaba de perder más de un millón de votos después de haber perdido otro tanto en las elecciones regionales, solo una mínima parte de esos votos se han volteado hacia la derecha (un diez por ciento cuando mucho, por ello la derecha sube en porcentajes pero es mínimo lo que aumenta en votación) lo demás no vota, algo que alegra profundamente y nos deja incluso ante la posibilidad de mirar esto como una victoria popular aunque sea simbólica frente a estas cúpulas que de manera deliberada en muchos lados se le ha negado el voto.

Esperemos de todas formas por parte de los discursos oficiales seguir regodeándose del triunfo obtenido por la obtención de una mayoría parlamentaria importante pero además, a su pesar, el desarrollo progresivo de una crisis interna que irá profundizándose en la medida en que choquen dentro de sí criterios de gobernabilidad por un lado favoreciendo el acuerdo “democrático” con una derecha reinstalada en el estado y otros reafirmando la línea ya tradicional de “acabar con los agentes de la IV república”. Y por su lado de parte de una derecha que se afirma triunfante por haber recibido más de lo que esperaban, por un lado incrementar el saboteo legal e institucional y los odios contrarrevolucionarios creados de forma mediática, y por otro, por lo menos ya deben estar considerando en serio el juicio nacional e internacional a Chávez, con algunas presencias institucionales y legitimidades supuestamente mayoritarias que les permite hacerlo: se busca a como de lugar su debilitamiento como figura garantizando su derrocamiento legal o electoral en el 2012, pero más allá, se trata de aplicar la lógica posmoderna del imperio frente a las disidencias peligrosas: o las matan por el terror militar o paramilitar o las aniquilan entre juicios y rejas. El panorama político representativo y mediático en ese sentido tenderá a incrementar las agresividades internas con tendencias permanentes a la confrontación y la violencia, tensionando los polos entre las corrientes conciliantes y las radicales. No sería malo sugerirle al gobierno o lo mejor que queda en él y aunque parezca una inutilidad decirlo que vean bien para los tiempos que vienen donde están sus puntos de alianza y proyección revolucionaria en esta situación después del 26S. Por ejemplo, por tomar un caso archisensible a ellos y muchos nudos del movimiento popular que siempre es causa de justicia: si es el cacique Sabino Romero, preso en las cárceles de Trujillo, símbolo hermoso de muchas luchas, de lo indígena y más allá de lo indígena, la lucha en definitiva por nuestra tierra, o son los intereses que se mueven alrededor de los ministros del interior y asuntos indígenas, agentes claves en la represión y división de la resistencia indígena. Fuero particular que pone en marcha de manera casi perfecta aquella lógica del “todo lo compro, todo lo convierto en funcionarato a mi servicio y así sigo gobernando”, ley inconmovible de la arrogancia y la república burocrática y corporativa que le es consustancial.

Lo cierto es que las elecciones del 26 de Septiembre corresponden a un momento clave que marcan el regreso momentáneo del bipartidismo, favorecido por la ley lectoral que se aprueba en el 2009 que obliga prácticamente a la formación de bloques de alianzas perfectas y deja fuera toda minoría que no entre dentro de los polos mayoritarios convirtiendo en un absurdo las opciones no polares tipo PPT. Pero además, se trata de un bipartidismo donde no se confrontan dos polos electorales que ofrecen solo opciones de gestión a un mismo sistema de dominio y un mismo modelo de mando, como es natural verlo en las democracias “avanzadas”. En este caso se trata de dos polos uno de los cuales supone un proyecto liberal-oligárquico aliado a los EEUU, mientras el otro está cruzado por la hegemonía en su interior de un proyecto cada vez más burocrático y corporativo, renuente a toda otra alternativa “socialista” que no sea la de succionar los espacios del poder popular sobre el control y tutelaje del estado, y en general sobre la imposición de un capitalismo de estado aliado a muchos intereses transnacionales y la burguesía que lo acompaña. Pero este polo es a su vez es presionado desde una base cada vez más crítica por un proyecto revolucionario vivo en la calle que busca quebrar los órdenes de dominio y hacer surgir y expander un piso material de autogobierno real a nivel del espacio comunal como los espacios productivos que se logren ocupar, es decir, de un socialismo marcadamente antiestatista y antiburocrático: el negro Villafana lo apodaría “nuestramericano”. La “polaridad” electoral es por tanto solo una de las facetas quizás la menos clara en el fondo desde donde se puede evidenciar la existencia de una tensión revolucionaria en Venezuela presionada cada vez más por un lado por el deterioro de la legitimidad de los mandos oficialistas que giran alrededor de Chávez y a la vez por el renacer de fuerzas contrarrevolucionarias subsumidas totalmente dentro del odio de clase y el proyecto de regresión colonial.

De todas formas el problema real e inmediato que tenemos enfrente, independientemente de las apreciaciones e interpretaciones políticas que se hagan de los resultados electorales en sí, es que llegamos a un momento en donde se consolida momentáneamente un equilibrio electoral y representativo entre los polos derechista y bolivariano que en realidad lo que hace es anunciar un desenlace inevitable y no muy lejano que oscila entre el fracaso definitivo o el brinco cualitativo de la revolución bolivariana. En otras palabras, visto nuevamente desde la perspectiva de “otra política” que no se reduce a ver el poder en la confirmación o no de si tenemos el mando del estado o cuanto de ello tenemos, más bien lo ve en la potenciación o no de las fuerzas capaces de acabar más bien con esas estructuras de mando y dominio, el problema se centra en dos problemas básicos:

Por un lado en saber si el ciclo insurgente de masas o el tiempo de la revolución social real, puede de ahora en adelante acelerarse lo suficiente como para superar en velocidad el tiempo de deterioro de la legitimidad del mando burocrático confirmado en estas elecciones. Problema básico para hacernos constatar a nosotros mismos si somos capaces de hacer sobrevivir y profundizar el proceso revolucionario o definitivamente a este se lo llevó el diablo gracias a la efectiva y destructiva labor de la arrogancia concentrada en el “mal gobierno” y nuestra propia incapacidad de incendiarla por completo. En esto hay tareas por hacer evidentes y totalmente autónomas al mando burocrático gubernamental y partidario que ya no esperan.

Pero a su vez esta aceleración insurgente no es suficiente por sí misma porque ella, a menos que se de una insurrección revolucionaria definitiva de masas y en el corto plazo, cosa que parece difícil, necesita aunque parezca paradójico decirlo de un aporte de gobierno y en ese sentido mucho sigue dependiendo de las decisiones políticas del propio presidente Chávez. Existe ya a estas alturas un problema “maquínico” de la revolución muy grave, es decir, un problema en donde la economía y la mentalidad burocrática y rentista que ha privado se hace cada vez más insuficiente ni siquiera para mantener los equilibrios sociales mínimos, mucho menos el desarrollo de un contexto productivo básico y cada vez más liberado de los despotismos capitalistas sin el cual este país se hunde en la inflación, la sobreacumulación de deudas y una necesaria importación cada vez más impagable como efectivamente está pasando. La revolución o al menos el mantener viva esa tensión revolucionaria creadora, necesita prosperidad para partir de algo de lo contrario se ahoga en ella misma, favoreciendo las condiciones ya no de un simple aumento de votación hacia la derecha sino de una situación que nos puede llevar a que se justifique un golpe fascista de gran calibre con todas sus consecuencias. La aceleración de los tiempos de la revolución social necesita por tanto de un quiebre interno de la inercia corrupta y rentista que se ha incubado dentro del gobierno y que depende mucho de los criterios de alianza, de la capacidad de revolucionar por completo el mismo gobierno y de las políticas concretas que adopte directamente el presidente, favoreciendo por supuesto el desarrollo rápido de la pequeña y mediana empresa y sobretodo de los tejidos productivos autogestionarios incluso a gran escala. Otro sueño inútil no sé pero en todo caso si no hay algo en este sentido mejor dejemos de hablar de la existencia de un gobierno revolucionario.

En definitiva lo que ha pasado el 26S es más que interesante e incluso útil a un proceso por sí mismo más que complejo. La voluntad y las decisiones de acción y organización ahora sí que están presionadas a dar un salto que ojalá no sea muy tarde para hacerlo.

Definitivamente, visto desde ese punto de vista las elecciones a esta bendita asamblea que ya no se sabe ni que representa, las ganamos por completo.

Roland Denis



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Roland Denis

Luchador popular revolucionario de larga trayectoria en la izquierda venezolana. Graduado en Filosofía en la UCV. Fue viceministro de Planificación y Desarrollo entre 2002 y 2003. En lo 80s militó en el movimiento La Desobediencia y luego en el Proyecto Nuestramerica / Movimiento 13 de Abril. Es autor de los libros Los Fabricantes de la Rebelión (2001) y Las Tres Repúblicas (2012).

 jansamcar@gmail.com

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