Apuntes sobre una comparecencia

Aznar no dijo, lo que no podía decir sin suicidarse


Aznar se sentaba para rendir cuentas —para ayudar a esclarecer lo ocurrido era la citación oficial—, y acabó vitoreándose a sí mismo, culpando a los que no estaban el día de autos en el gobierno y desafiando al gobierno actual, a la Comisión y al poder judicial. De todos desconfiaba de que se estuviese investigando...

No dijo, lo que no podía decir sin suicidarse. No dijo que no se cambió ni una coma en tres días la imputación inicial a ETA por la imputación al terrorismo islámico en función de las pruebas policiacas que iban apareciendo, porque se había preconcebido imputarlo a ETA antes de que se cometiese —por el bien de su España, eso sí—.Se estaba jugando a una carta, a que el atentado terminase inclinando las elecciones a su favor. Dígase de una vez. El empecinamiento es la prueba. La falta de elasticidad para cambiar la imputación a medida que abrumaban los informes del CNI, de la policîa y de la guardia civil en la dirección islámica, es la prueba indiciaria más sólida de una idea preconcebida que al final se volvió en su contra.

Partieron, para esa idea, de un cálculo quizá válido para la sociedad americana, tan sensible al miedo, como lo prueba la renovación de su mandato a Bush después de todo lo llovido pero poco después también de inundarse las pantallas de todo el país con un video amenazante de Bin Laden. Lo que debió considerarse suficiente, con razón a posteriori, y por eso no se recurrió a otra tragedia. Pero Aznar no supo calcular que, a pesar de abundar tanta estulticia, la sociedad española no tiene nada que ver con la norteamericana. Por eso ocurrió lo que ocurrió...

Por otra parte, en lo personal, la actitud de Aznar ante la Comisión fue la del chulo ante el juez débil o la de quien se sabe arropado por más poder que el que tiene quien le juzga...

Este sistema es un desastre, y sabemos que nos estamos revolcando constantemente todos con él en la basura. Pero queda aún limpieza de corazón en muchos políticos, aunque la poca rectitud moral y de conciencia que queda será fácilmente barrida por un fascismo con mil caras, si no saben rescatar los más sensatos la cordura en la Política.

Aznar recordaba por momentos al Humphrey Bogart de El motín del Caine sobando nerviosamente unas bolitas a medida que le iban apretando (sólo un poco) las tuercas los miembros de la Comisión.

Además Aznar, aunque los comisionados no se diesen cuenta —quizá demasiado atentos a sus respectivos discursos partidistas implícitos también—, tan pronto decía que no hay más que un terrorismo (sin finalidad), como atribuía la intención de cambiar el signo de las urnas al terrorismo del 11-M a que se contrae la investigación. ¿En qué quedamos?, debería haberle espetado alguien allí, ¿el terrorismo es sólo uno y no tiene propósitos más allá de sembrar terror gratuito, o en este caso fue una excepción?

Dice hoy Haro Tecglen que Aznar es un buen dialéctico. ¿Buen dialéctico el que responde por método con algo que nada tiene que ver con la pregunta? ¿Buen dialéctico quien no se sale del guión precocinado? ¿Buen dialéctico quien maneja siempre la misma docena de frases combinadas cuya única habilidad consiste en que no note el gran público que son siempre las mismas? ¿A este desbarajuste mental hemos de llamarle dialéctica?

He visto en vivo o en películas a macarras de discoteca con un par de masters o de esos que aparecen en los platós-basura hacer lo mismo que hizo Aznar, pero con más gracejo y más elegancia...

Lo que pasa es que la degeneración está alcanzando no sólo al lenguaje y a la dialéctica propiamente dichos, sino también a los jueces, a los académicos y a los custodios que enjuician dialéctica y lenguaje. Desde luego no esperemos en la rimbombante cultura antropocéntrica occidental más Diálogos platónicos. En su lugar se ha sentado el razonar de los antiguos Cínicos, convertidos actualmente en analfabetos funcionales. Lo malo es que se ponga de moda. Porque si alguien no rescata para la política una lógica socrática uniforme, el sentido común enfrentado al cinismo instituido terminará no sólo la Comisión –si no lo hace ya- sino también con el esperpento de un Parlamento en pleno cazando moscas..


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Jaime Richart (kaosenlared)

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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