El imperialismo y los países progresistas Latinoamericanos

Los países Progresistas Latinoamericanos cifrábamos algunas esperanzas después de la reunión con el Presidente de Estados Unidos en Puerto España, confiábamos en llegar a un acuerdo con él sobre el mejoramiento de las relaciones en base a la igualdad y al respeto mutuo. Como ustedes recordarán, por partes, incluso conjuntamente, se hicieron allí no pocas declaraciones esperanzadoras. Parecería lógico por parte de la administración de los Estados Unidos de Norteamérica apoyar con acciones prácticas la iniciativa de los países progresistas de Latinoamérica y tratar de satisfacer los requerimientos de los pueblos. Y, a fin de cuentas el Presidente Obama, corroborara precisamente con hechos sus propias declaraciones dadas en aquella reunión. Pero, nada de eso ocurrió. Parece que en Washington no quieren molestarse en analizar con atención los cambios que se operan en nuestros países, no quieren sacar conclusiones prácticas para sí mismos, para su rumbo, tratan de hacer pasar lo deseable por lo real y, sobre la base de estas manipulaciones, estructuran su política guerrerista.

Están convencidos, y no lo ocultan, de que sólo en base a las amenazas, a la fuerza y a la constante posibilidad de usar esa fuerza se puede mantener el diálogo y las relaciones con nuestros países. De todo esto se desprende que el grupo gobernante de Estados Unidos pone los intereses egoístas de los círculos industrial-militares por encima de los intereses de todos los pueblos progresistas del Hemisferio y de su propio pueblo. Y, además, tiene su importancia el hecho de cómo se hace esto: demostrativamente, con arrogancia, con desprecio a la opinión de todas las comunidades latinoamericanas. ¡Sin sentido de la realidad social, sin sentido de la responsabilidad!

Cada día que pasa es más evidente que los círculos gobernantes de Estados Unidos siguen guiándose por una línea militarista, guerrerista, poniendo sus miras en la fuerza para imponer su voluntad a nuestros países y pueblos, saqueando las materias primas contenidas en el subsuelo de nuestras naciones. A la vez declaran con el mayor cinismo a los cuatro vientos que precisamente lo hacen en la defensa de la “democracia” contra el “castro-comunismo”. Jamás antes tuvo éxito el empleo de la fuerza contra nuestros Estados, y ahora es, simplemente, irrisorio. Además, también nuestros pueblos rechazan, cada vez más activamente, la política de imposición en las relaciones internacionales del imperialismo, política que ya tuvo su siglo. La posición de los países progresistas del Hemisferio es clara. Nosotros consideramos que Latinoamérica ha entrado en un período de decisiones de gran responsabilidad. No nos desviaremos del rumbo orientado a salvaguardar y fortalecer la paz, que con toda determinación acaban de confirmar todos los países de la UNASUR. Procederemos así en cooperación con todas las naciones y pueblos.

Podríamos tomar a risa las pretensiones del Gobierno de los Estados Unidos de hacer el papel de maestro de escuela y ponerle notas al comportamiento de los Estados soberanos. Más ésta no es cosa para tomarla a broma, pues lo que está puesto sobre el tapete es, ni más ni menos, que la supervivencia de nuestros pueblos. Y nosotros estamos obligados a enfocar el problema con el máximo grado de seriedad. No podemos por menos de lamentar que los gobiernos de algunos países hermanos, incluidos los que de palabra se desentienden de las exageraciones peligrosas de la política norteamericana, cedan, a fin de cuentas, a la presión del imperio, asumiendo de este modo su parte de responsabilidad por el reforzamiento de la política intervencionista. La degradación, que tiene su expresión en la “cultura masiva” engendrada por el imperialismo; lujo frente a la miseria y hambre en medio de la abundancia, el sida y consumo de drogas; pujante movimiento hacia la interdependencia, hacia la aproximación y enajenación, hostilidad entre nuestros países, (caso del narco-paraco gobierno colombiano) y todo esto engendra el desconcierto y el pesimismo ante el futuro.

Rapto de Latinoamérica: Cierto es que Latinoamérica, como concepto geográfico, continúa en el mismo sitio. Pero uno tiene la impresión de que los Estados Unidos, raptan y llevan allende nuestras fronteras la política soberana de determinados Estados latinoamericanos; de que, con el pretexto de defender la “democracia” y la seguridad, entregan al mejor postor los intereses nacionales de nuestros pueblos, los destinos de los habitantes de nuestro continente y la civilización creada desde muy antiguo en él. Debemos hacer frente con toda firmeza a las acciones destructoras y aventureras de Estados Unidos. No podemos permitir que el imperialismo norteamericano decida a su antojo la suerte de Latinoamérica.

Hemos de tener bien presente que ahora se requiere todo un sistema de medidas. Elaborar postulados políticos, basados en las realidades actuales, en la previsión científica profundamente argumentada del porvenir, en el cambio de la mentalidad social, en el consecuente desarrollo de las instituciones democráticas, en la formación de las masas en el marco de la cultura política, en la transformación del mecanismo de gestión, de las estructuras organizativas, y, cómo no, en la realización de una política social activa. Y otra conclusión más que tiene, a nuestro parecer, importancia internacional, universal. Nuestra Revolución Bolivariana Socialista da libre curso al progreso multifacético de los pueblos latinoamericanos. Pero esto no significa que desde ahora el progreso se asegure automáticamente, ni que las relaciones de producción y las fuerzas productivas estén en correspondencia de una vez y para siempre unas con otras. El desarrollo de la producción, la ciencia, la técnica y la cultura, así como el propio desenvolvimiento de la personalidad plantean nuevas demandas ante la organización de nuestros pueblos. Se plantea la constante renovación del socialismo sobre su propia base. En caso contrario, en la vida social surgen trombos, fenómenos de estancamiento, y los problemas económicos y sociales pueden agudizarse hasta un límite peligroso. La Historia ha demostrado muchas veces que solamente los pueblos son capaces de ser los promotores, inspiradores y fuerza motriz principal de la construcción del socialismo, y solamente la unión y un partido socialista fuerte puede organizar y encauzar la energía de las masas populares a la creación de una nueva sociedad. El socialismo desarrolla todo lo que favorece a los intereses genuinos del pueblo venezolano, a la paz, a la Justicia Social y al progreso.

En esencia, todos nosotros tenemos un mismo objetivo: aprender, lo más rápido posible, a utilizar en plena medida las enormes posibilidades de nuestro Proceso Revolucionario; hallar una óptima combinación entre el centro y la periferia, entre las esferas estatal y social, entre la gestión y la autogestión; estimular mejor la labor de los camaradas, su actividad laboral y política y su conciencia cívica. Actualmente, al primer plano se promueve la necesidad de perfeccionar a fondo e integralmente el mecanismo administrativo. La orientación principal de esta labor está clara para nosotros. Se trata de resolver una tarea doble: elevar la eficacia de la planificación del desarrollo económico y dar libre curso a la iniciativa de los colectivos laborales.

La esencia del socialismo, como es sabido, se expresa con la formula: De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según su trabajo. Procuremos que esta fórmula se vea confirmada por el quehacer diario, que no haya lugar a una nivelación de salarios, que se estimule por todos los medios el trabajo altamente productivo y se observen rigurosamente los requisitos de la justicia social. Utilizando para ello también las palancas económicas, la fuerza de la convicción y la fuerza de la ley. Como ustedes pueden ver, la organización ha emprender atañe a todo un conjunto de cuestiones, desde el funcionamiento del sistema de gestión, instituciones estatales y sociales hasta las condiciones de trabajo y de vida del pueblo Bolivariano.

Nuestro partido el PSUV tiene planteada una tarea de trascendencia histórica: unir la justicia social, inherente al socialismo, con la más alta eficacia económica. Debemos, sencillamente estamos obligados a hacer el socialismo más fuerte, que se desarrolle dinámicamente, que compita exitosamente con la sociedad capitalista por todos los parámetros. Y esto requiere, ante todo, utilizar plena y eficazmente las posibilidades verdaderamente inagotables que surgen con la revolución científico-técnica. Al propio tiempo, las circunstancias exigen introducir más activamente nuevas formas, más prometedoras, de cooperación: fundar empresas mixtas supranacionales y colectividades unificadas de científicos y especialistas, desarrollar los contactos directos entre las empresas de producción socialista, y entre las instituciones de investigación científica para lograr el desarrollo pleno.

Latinoamérica debe ser un hogar común donde estén asegurados para siempre la Paz, la Justicia, la Libertad y el Desarrollo.

manueltaibo@cantv.net


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Manuel Taibo


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