La diáspora se reorganiza, algunos pudieran volver, pero seguirá por salarios

La diáspora venezolana tuvo sus rasgos, particularidades. Cada quien, sin importar sus cualidades, su formación y hasta oferta, se planteó de manera contingente irse. Se volvió aquello hasta como un modo y manera de mostrarse audaz. Creyeron que la solución a sus problemas era sólo eso. Bastaba llegar a donde fuese, quizás salvo Haití y Cuba, para que, como por "obra y gracia del espíritu santo", todo le fuese resuelto; serían recibidos con los brazos abiertos, porque eso se los hizo creer quienes en aquel entonces ese fenómeno planificaron. El fenómeno fue tan curioso que, hasta los malandros que tenían azotada la zona donde vivo, desaparecieron, como si de repente, la economía venezolana hubiese evolucionado tanto, el bienestar alcanzado y hasta ellos se volvieron sanos y trabajadores y optaron por darle descanso a nuestra vida aunque fuese en eso. Lo cierto es que por ellos, por aquí ya nadie se asusta, ni deja de dormir, pero la gente preocupa vuelvan con los mismos arrestos de antes.

Fue además una curiosa manera de manifestarse contra el gobierno. Para muchos de ellos, quedarse, vivir aquí, era como identificarse con quienes gobernaban y otros salieron huyendo como si les hubiese invadido el temor que Venezuela toda se volvería una cárcel. Todo eso estuvo en el trabajo de quienes lo planificaron.

Pero la verdad es otra. La diáspora terminó por demostrarle a los venezolanos que, desesperados salieron, la realidad no era como ellos idílicamente se la imaginaron y más, factores interesados les hicieron creer. Tanto que miles sufren hasta más penurias de las que acá sufrimos y ellos sufrían, más si le agregamos la xenofobia y otras presiones. Ahora pareciera, entre esos que salieron a lo loco, disparados, como quien siente de repente un temblor o algo que cause pánico, hay como un cambio de rumbo de la tendencia, un deseo y necesidad de regresar.

La fuga y hasta extracción de cerebros es más vieja que "María Castaña". Mujer que debió ser muy longeva porque siempre la aludían para referirse a algo del pasado y muy atrás. Creo que antes prevaleció de distintas maneras aquello de la extracción. Las grandes empresas y hasta universidades, se han llevado de nuestros países los mejores cerebros. Basta con una oferta salarial muy encima de la que aquí percibían, nada difícil para ellas, para que los ofertados cogiesen sus corotos y se iban. Además, eso ampliaba el currículo, el de sentarse y hasta satisfacía la vanidad. Era y es una aspiración muy humana que uno debe reconocer sin duda, para que nadie vaya a razonar, no sin razón, que uno es un envidioso. Pero es bueno recordar que ha habido centenares, miles de compatriotas llenos de méritos que nunca sucumbieron ante esas peticiones; pues la diferencia de salario nunca era tanta como para justificar dejar por detrás la familia, amigos, la historia y los sitios de chanza. Incluso, como ya hemos comentado antes, el zuliano Humberto Fernández Morán, se fue porque los adecos le corrieron por haber sido ministro de educación de Pérez Jiménez - en una excelente etapa del proceso educativo - pese sus enormes méritos científicos. Los gringos le acogieron, contrataron las mejores universidades de ellos, con todo y ser muy amigos de Betancourt, a su vez "pana burda" de Nelson Rockefeller y hasta le ofrecieron gestionarle el Premio Nobel si asumía la ciudadanía estadounidense, condición que el "Brujo de Pipe", como se le decía, no aceptó.

Porque también ha habido y hay quienes se han ido porque sus horizontes se le achican. Como el caso del científico que en su medio venezolano no encuentra cómo desarrollar sus investigaciones o el artista su arte. Gestos estos que, pudieran terminar en un gran bien para la humanidad. Hoy, bien lo sé, los bailarines clásicos, cantantes, artistas, no tienen otra opción que dejarse de eso o irse del país.

Otra forma de extracción, aunque pareciera distinta a la tradicional, que llamaría más bien secuestro, es la de aquellos que han salido del país, hasta con becas del Plan Gran Mariscal de Ayacucho, habiéndose graduado en áreas de enorme interés, demanda y con altos honores, empresas y universidades les conquistaron con jugosas ofertas para se quedasen, pese el enorme compromiso moral al que debían sentirse atados. Pero a esos tampoco pudiéramos objetar si no media una oferta mejor y aquí vendrían a pasar penurias.

En el pasado, sin motivaciones económicas, porque aquí se vivía mejor que allá, pintores e intelectuales por montones se iban. Prevalecía la idea entre los escritores, para escoger esa área, según la cual hablar desde un banco, a la orilla de un río venezolano, en la costa, bajo alguna palmera o desde una de nuestras innumerables plazas, no tenía valor. Como sí hablar o escribir desde la orilla del Sena o un barrio cualquiera de Paris, como Montmartre o Montparmasse, Madrid o Berna, sólo eso le daba valor a lo escrito. El llamado Boom latinoamericano y antes que eso, escritores como Alejo Carpentier, y hasta el mismo Andrés Bello con la "Silva a la zona tórrida", demostraron que eso no era verdad sino una utopía de quienes carecían de brújula. Después todo cambió y sobre todo el escenario. Lo que no niega el valor y significado de conocer de cerca nuevas experiencias. Pero por el sólo cambio de ambiente, nadie se hace buen narrador o pintor.

Entonces esos escritores no fueron unos secuestrados sino fugados de su propia realidad por no saber entenderse con ella. Hasta les podríamos llamar auto secuestrados. Hay una novela excelente de Alejo Carpentier que en cierto modo aborda este asunto, llamada "El reino de este mundo".

Pero en la Venezuela de ahora la cosa se nos ha vuelto tan difícil que el grito de aquel depauperado de Brecht, quien dijo "lo primero es el comer", reclamando a quienes le negaban el derecho a la subsistencia digna, plantea dos alternativas, luchas para cambiar la realidad o te evades y te vas en busca de donde pudieras hallar tu problema resuelto de una vez. Y esto no tiene nada de objetable e indigno. Pareciera, no le dejan otra alternativa. Pues se trata que cerebro y estómago se ponen de acuerdo, siendo este último el de muchos en una misma familia. El gobierno parece un barco sin brújula, timón y capitán capaz de vencer esas dificultades. La oficialidad anda perdida, decepcionada, loca y una parte de ella agarrando lo que puede. La marinería, desorientada, vive de la ilusión que el capitán que habla con palabras que lo definen como bien intencionado, que en algún momento, pudiera ser a partir de alguna elección y hasta erección, despertará y empezará como esas hadas madrinas a agitar su varita de virtud para poner todo en orden y hacer volver el bienestar.

En casos como el que ahora vivimos, cuando un profesor universitario, para tomar ese ejemplo como simple referencia, no gana ni siquiera para comer, no se puede hablar de sublevación sino de un "sálvese quien pueda". Hoy hallé en la calle a una colega, ya, como este servidor, anciana, soltera y sin hijos, de altísimo nivel académico y formación cultural, como muy pocos, de lo que puedo dar constancia, que se puede tomar como una imagen para pintar la pobreza material. La imagino a ella percibiéndome con la misma óptica.

La oportunidad de luchar para cambiar el panorama pareciera no estar definida ni clara. Quienes pudieran ser la vanguardia verdadera por un cambio justo y equilibrado, no se otean, porque ni siquiera se reconocen. Hasta la dirigencia de quienes desde la derecha pugnan por deshacerse del gobierno y entregar el país, dejaron el pelero; se fueron al exterior a una vida mejor y esperar que nosotros, quienes aquí quedamos, nos entrematemos para ellos regresar como vencedores y a recibir los premios, detrás de una fuerza invasora que entre a "poner el orden". Esos no se fueron por hambre o persiguiendo la utopía de los artistas, sino por cómodos e incompetentes.

Muchos jóvenes médicos, ingenieros, profesionales de gran utilidad, parecieran no tener otra salida que irse, pues en el gobierno no hay intención de hacer nada significativo por mejorar los salarios, dados sus compromisos para ganarse el apoyo necesario y justamente el mismo que necesitan para quitarse de encima la fama de enemigo del capital. Y entre capital y trabajo, el primero tiene todas las garantías, condición puesta al gobierno para ser aceptado. La historia de Venezuela no conoce un acoso y control como el que vemos ahora. Y menos, como un gobierno dedica casi todo su tiempo y buena parte de sus recursos, intentando convencer a la gente de lo contrario. Que todo lo que padecemos no son sino sacrificios, como los de aquellos luchadores por la independencia, para derrotar al imperialismo y continuar la tarea de construir un socialismo que, de un momento a otro, emergerá; así, contingentemente, como la enorme cantidad de venezolanos que se fueron.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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