Reflexiones sobre el Servicio Exterior: (II)

Corría el año 1998, la campaña electoral llegaba a su clímax, Irene Sáez e Enrique Salas eran favoritos de los medios para la Presidencia, mientras Hugo Chávez llamaba a Constituyente como la única alternativa para acabar con el viejo orden bipartidista. En ese entonces la Cancillería realizó un ciclo de foros con los aspirantes a la Presidencia. El comando de campaña del hoy Presidente solicitó que el Candidato Chávez fuese invitado a estos encuentros, el resultado de estas gestiones fueron un rotundo no. Un grupo de funcionarios diplomáticos y directores del MRE ligados a AD y al entonces Ministro Burelli Rivas se opusieron a la presencia de Chávez en la Cancillería, incluso uno de estos funcionarios llegó a decir a viva voz que: “la Cancillería no abriría sus puertas a un golpista”. Este incidente sería el preludio de una relación tempestuosa entre el gobierno revolucionario y el Ministerio de Relaciones Exteriores.

La Cancillería para 1999 estaba conformada por dos grupos: El primer grupo constituido por Internacionalistas que habían ingresado por concurso a la carrera diplomática desde 1961, en su mayoría no estaban vinculados a la política partidista, defendían el gremialismo, la tecnocracia y la institucionalidad, estos funcionarios eran sometidos a un sistema estricto de rotaciones y traslados contemplado en la Ley. El segundo grupo, el más numeroso y poderoso en el MRE, estaba compuesto por familiares, amigos y militantes del bipartidismo que se beneficiaron del Servicio Exterior, muchos de ellos habían permanecido décadas en el exterior, era un sector sin arraigo institucional y sin sentido de pertenencia al país, estos tenían un poder enorme en el manejo de la Cancillería. Ambos sectores convivieron en una relación dialéctica hasta que un factor los unificó: Hugo Chávez.

La Nueva Ley del Servicio Exterior y sus Efectos:

Los avances en la elaboración de una Nueva Ley del Servicio Exterior y la “Operación Galileo” iniciada por José Vicente Rangel, encendió las alarmas del estamento diplomático venezolano. Ciertos actores en el MRE tendieron puentes con el nuevo gobierno para evitar cambios radicales en el Servicio Exterior y conservar los privilegios, conquistados por el gremialismo y por los clanes de la Cancillería. Hábilmente lograron infiltrar el proyecto de Ley que se inclinaba a consagrar la profesionalización y le insertaron mecanismos que a la larga contuvieron los cambios en el MRE. Muchos sectores revolucionarios advirtieron a la Comisión de Política Exterior que ese proyecto acabaría convirtiendo a la Cancillería en un circuito cerrado y exclusivo. Sin embargo la ley fue aprobaba en el año 2001 y la predicción fue amargamente comprobada.

La nueva ley creó la figura de la “Homologación” con la cual se pasó a funcionarios temporales a ser funcionarios fijos de carrera. Esto se practicó de forma indiscriminada beneficiando a quienes habían ingresado en tiempos de AD y COPEI. Paradójicamente esta ley estableció que todos funcionarios que ingresaran en lo sucesivo (es decir en el gobierno de Chávez) saldrían del servicio una vez culminado el gobierno. Esto se convirtió en una especie de política de “Cero Chavismo en el MRE”. También la nueva ley consagró la instauración de una Dirección Personal con más facultades que el mismo Canciller para manejar discrecionalmente a los diplomáticos. Esto se hizo sin criterios políticos y anulando toda posibilidad de incidir en la selección, formación y colocación de los funcionarios. Esta ley impuso límites al Ejecutivo para la designación de los Jefes de Misión, limitando el principio constitucional según el cual el Ejecutivo sería el conductor de las Relaciones Internacionales. Esto posteriormente fue enmendado con una reforma en el año 2005. La nueva ley fue en síntesis un instrumento que apoyó y protegió el continuismo, y estuvo lejos de introducir cambios revolucionarios al Servicio Exterior.

Institución vs. Revolución:

Ningún otro gobierno ha apostado tanto a la concreción de un Servicio Exterior regular como el actual. Más de 170 funcionarios han ingresado por la vía del concurso público en los 8 años de gobierno bolivariano, ningún gobierno precedente puede exhibir resultados similares. La llegada de Hugo Chávez cambio el ritmo de la Cancillería y sacudió los cimientos de la Casa Amarilla. Los diplomáticos estaban acostumbrados a horarios distendidos, las Embajadas y Consulados eran lugares de esparcimiento y una oportunidad idónea para hacerse de un titulo de postgrado en el exterior, mientras que los intereses de la República eran materias de segundo orden. Ya Francisco Herrera Luque había denunciado esta situación en los años ochenta luego de su paso como Embajador en México. Durante el bipartidismo, la afiliación al partido, la vinculación familiar o de amistad era requisito indispensable para aspirar a ser diplomático. No es secreto que la condición social, la apariencia física, el estado civil y hasta el color de la piel fueron motivos para execrar del Servicio a buenos profesionales egresados de la Escuela de Estudios Internacionales. Los voceros de la diplomacia bipartidista alegan que lograron establecer un Servicio Exterior profesionalizado mediante los concursos, mientras el actual gobierno se ha dedicado a desprofesionalizarlo. La realidad es que estos concursos eran esporádicos y dirigidos a un sector muy reducido de profesionales. Por otra parte, estas voces han satanizado el papel de algunos camaradas por el hecho de no ser profesionales en el área, hasta se han referido a ellos cínicamente con el detestable mote de “Bachilleres” en una clara demostración de sus criterios excluyentes y discriminantes. Esta oposición que aún mantiene espacios en el MRE, se ha dedicado a lanzar bajo las sombras del anonimato insultos, difamaciones y campañas de e-mails en los que se desprestigia a funcionarios alineados con la causa bolivariana y a los Cancilleres que han servido durante este gobierno.

La gran mayoría de funcionarios diplomáticos de la llamada IV República no son más que figuras prestadas de la vieja política, y que terminaron haciéndose diplomáticos por el paso del tiempo y por gracia del dedo Adeco o Copeyano. Ejemplos sobran: Milos Alcalay, Adolfo Taylhardat, Julio Cesar Pineda, Gerson Revanales, Fernando Gerbasi, los hermanos Arcaya y una larga listas de “ex diplomáticos” que nunca se enfrentaron a un Jurado Calificador para ingresar a la Casa Amarilla y que hoy son apóstoles de una profesión en la cual nunca creyeron.

Es importante analizar el rol poco constructivo que ha jugado ASOFUDIP (Asociación de Funcionarios Diplomáticos) como vocero de los diplomáticos. Lejos de convertirse en una instancia de encuentro y de acercamiento a los cambios que se han venido promoviendo, esta agrupación se ha dedicado a defender intereses particulares por encima del fin último de la institución que no es otro que la consolidación de un Servicio Exterior en el cual haya cabida para todos y que a la vez, tenga vocación de Servicio Publico y no de carrera personal. ASOFUDIP y un nutrido grupo de diplomáticos han insistido en una cruzada por prensa, radio, televisión y vías informales de enfrentamiento y de desprestigio contra todo esfuerzo de remozar el rostro de nuestra Cancillería. Este ente ha marginado a quienes pensamos distinto y apoyamos la necesidad de relanzar la carrera con otra mística, otra visión que este alineada a la nueva realidad política y social del país, se han abrogado una vocería que no tienen, a sabiendas que un número respetable de diplomáticos no comparte esa política de confrontación con las autoridades.

La relación entre los diplomáticos del MRE y el gobierno revolucionario ha estado signada por el conflicto. No quisiera generalizar pero la realidad es que a lo largo del tiempo dentro del Servicio Exterior se han cultivado las actitudes prepotentes, ultraconservadoras, discriminatorias y contrarrevolucionarias, ostentadas por algunos diplomáticos sin pudor alguno. Estos comportamientos son injustificables ante las nuevas circunstancias sociales y políticas del país. Igualmente muchos se han amparados en una institucionalidad mal entendida, obstruyendo el trabajo político de los Jefes de Misión o no apoyando las actividades de promoción de imagen y los programas sociales que adelanta el gobierno revolucionario. El argumento para esto ha sido: “Somos diplomáticos no políticos”. Y es aquí donde se resume el dilema del Servicio Exterior actual, ¿Cómo trabajar con quienes se niegan avanzar en pos de un camino que no comparten? ¿Cómo lograr una Política Exterior activa y que rinda frutos con un Servicio Exterior apático, o en el peor de los casos adverso? ¿Cómo garantizar el ingreso al Servicio Exterior de cuadros entrenados para el ejercicio de la diplomacia (lo cual es indispensable dado las exigencias de la política internacional) pero a la vez con el compromiso político y sin discriminación alguna? No tiene sentido concebir un Servicio Exterior compuesto por diplomáticos que se oponen, critican o desdicen de las iniciativas del gobierno al cual representan, esto es un principio elemental de todo Servicio Exterior. Es Justo mencionar que pese a todo lo anterior, aún existen un buen número de jóvenes funcionarios institucionales que poseen experiencia, formación, son disciplinados y que además están comprometidos con el país, ellos deben ser necesariamente incorporados a un nuevo proyecto de Cancillería, ya que serían una gran ganancia para el relanzamiento de una Cancillería eficiente enmarcada en los principios de la Revolución.

La Asamblea Nacional ha anunciado el inicio de una nueva reforma a la Ley del Servicio Exterior, y desde ya se avistan tambores de guerra en contra esta reforma. Desde mi humilde opinión considero que más que una reforma se necesita una nueva ley, una verdadera ley revolucionaria que nos permitan concebir un nuevo Servicio Exterior, una nueva Carrera Diplomática integral y al servicio de la patria, comprometida con los valores de la Constitución Bolivariana. En nuestra próxima y última entrega abordaremos una posible propuesta para la nueva Cancillería, ¿Qué se ha hecho en este sentido? ¿Cómo se encuentran nuestras Misiones Diplomáticas? ¿Es necesario o no mantener la carrera diplomática? y diré el porque se requiere una nueva Ley y no una reforma.

Robinson Zapata
Internacionalista
zapatarobinson@yahoo.com


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