En su carta
titulada El socialismo y el hombre en Cuba (1965), nuestro inolvidable camarada
Ernesto "Che" Guevara, expresa una extraordinaria reflexión de imprescriptible
vigencia para todos los revolucionarios: "La
nueva sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el pasado.
Esto se hace sentir no solo en la conciencia individual en la que pesan los
residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del
individuo, sino también por el carácter mismo de este período de transición con
persistencia de las relaciones mercantiles."
Ciertamente
que al analizar retrospectivamente el historial de las relaciones entre
trabajadores y empresarios de la Venezuela Prechavista,
no cabe duda que una de las deficiencias más visibles es precisamente la vieja
cultura reformista que aun se manifiesta en buena parte del liderazgo obrero y
sindical, mediante la división de las fuerzas, la multiplicidad de corrientes
federativas y fundamentalmente el carácter economicista y cortoplazista que
muchos dirigentes le imprimen a las luchas reivindicativas del proletariado por
encima de los objetivos macropolíticos clasistas. Trátase entonces de una
suerte de aristocracia emanada de la clase trabajadora que reproduce las
prácticas de los enemigos de clase y que juega políticamente en pro del
burocratismo, el elitismo y la conciliación capitalista.
A todas luces, no existe mayor beneficiario de estas debilidades heredadas del pasado que la clase empresarial, quien ha gozado de un escenario favorable para sostener su explotación sobre los trabajadores de base, vulnerando sus derechos sociales más elementales como la libertad sindical, la estabilidad laboral, la seguridad social, la indemnización, así como el de la salud y la seguridad en su entorno de labores. Evidentemente, estas consideraciones nos revelan que el propósito de la Revolución Bolivariana por liquidar la explotación del hombre por el hombre encara enemigos de una estirpe diversa, pues además de confrontar a la burguesía nacional (respaldada por el imperialismo yanqui), también debe lidiar con un fantasmagórico sindicalismo pro patronal que ha sobrevivido al colapso de la nefasta era cuartorepublicana.
Ante estos hechos, luchamos por un nuevo sindicalismo revolucionario que no se limite a la obtención de irrisorias dádivas de los empleadores ni a garantías de satisfacción al interés individual que traicionen a la gran masa trabajadora; sino que bregue por el control proletario de la industria y la supremacía absoluta del hecho social del trabajo. Habida cuenta que vivimos un período revolucionario caracterizado por avances y retrocesos de la lucha popular, el deber histórico de nuestro Estado Revolucionario, la vanguardia y todos los socialistas radica en la ejecución de una política unitaria y clasista que verdaderamente nos impulse a la conquista de nuestra aspiración ancestral: Para hacer de los trabajadores la Nueva Clase Gobernante.
http://jesusmanuelsilva.blogspot.com/(*) Abogado Constitucionalista y Penalista. Profesor Universitario.