El invencible

Desde que Chávez se lanzó por primera vez al ruedo electoral, muchos se han preguntado qué tiene ese hombre que parece invencible, si nos ajustamos a los resultados de los procesos electorales en los últimos ocho años en Venezuela. Y ciertamente Chávez parece haber encontrado la fórmula para mantenerse en el poder, por la vía democrática, derrotando de manera contundente a cuantos han osado enfrentársele en la arena política.

Por otra parte, sus niveles de popularidad son tan elevados que no existe precedente en la historia democrática de Venezuela de algún mandatario que, luego de tanto tiempo gobernando, continuara siendo la primera opción en todas las encuestas, a la hora de formular la pregunta ¿quién quiere Usted que sea el próximo presidente de nuestro país?

Ahora bien, ¿será que esto lo ha logrado Chávez por arte de magia?, ¿cuáles son los elementos que conforman la fórmula Chávez de su triunfo constante?, ¿qué factores han permitido que ninguno de los que lo han enfrentado pueda siquiera representar un peligro regular?, ¿cómo es que su popularidad ha logrado superar golpes de Estado, paros petroleros, guarimbas y cualquiera otro de los intentos antidemocráticos que han procurado sacarlo de Miraflores?

SINTONÍA CON EL PUEBLO

Para dar respuesta a estas preguntas, debemos revisar algunas de las características particulares de Chávez, que en su condición de candidato lo diferencian de los demás. La primera de ellas es la impresionante sintonía que tiene con el pueblo venezolano. Cuando hablamos de sintonía, no nos referimos simplemente a que hable y se exprese como habla la mayoría de la gente común, sino a que conoce la idiosincrasia del venezolano desde las entrañas.

Pocos políticos de nuestro país tienen el conocimiento genuino que tiene Chávez de la historia de Venezuela, de su folklore, de sus costumbres, de su geografía. Se sabe de memoria poemas enteros de los autores más representativos de las letras venezolanas. Canta con ganas las canciones de nuestros compositores. No hay pueblito grande o pequeño que no haya visitado, al menos una vez, y no ahora que es Presidente, sino desde su época de soldado. Se ha aprendido a Venezuela desde niño, desde sus colores, sus sabores y sus olores.

Mientras otros se conocían de memoria Miami, la calle 8, Fort Loderdale o Boca Ratón, Chávez se metía en las entrañas de Venezuela y eso le permite, hoy en día, hablarle a la gente desde su propia realidad, desde el conocimiento tangible de lo que es el país. Y cuando Chávez habla, la gente siente, en el fondo de su corazón, que sabe lo que está diciendo, porque lo ha vivido.

TENER UN PROYECTO

A pesar de que parecería lógico que cualquiera que pretenda aspirar a un cargo tan importante como la presidencia de la república debería, por lo menos, tener un proyecto, insólitamente hemos escuchado a algunos de los que se inscribieron para estas próximas elecciones presidenciales declarar, sin ningún sonrojo, que esto no es necesario.

También hemos escuchado a otros, menos osados pero igual de ignorantes, confundir proyecto con acciones. Entonces los vemos ofreciendo que van a repartir dinero a diestra y siniestra a cada familia venezolana, manipulando desvergonzadamente el discurso de la justicia social, para convertirlo en una vulgar repartición de torta. Estúpidamente no se dan cuenta que el pueblo ya los ha visto durante años, quedándose con la mejor parte de esa repartición, como aquellos que parten y reparten.

Ahora bien, un proyecto de país es una cosa muy distinta a una cartica al Niño Jesús, y tampoco tiene que ver con ofrecer que se va a repartir esto o aquello. Un proyecto de país tiene que estar fundamentado en principios, en filosofía, en ideología, en visión a largo plazo.

Cualquiera podrá decir que no le gusta la forma de gobernar de Chávez, pero jamás se podrá argumentar que no tiene un proyecto. Además, él ha venido hablando de dicho proyecto desde el primer día en que anunció que sería candidato a la presidencia, allá por 1997.

Desde entonces, está hablando de la convocatoria a una Asamblea Constituyente, con la finalidad de darle poder al soberano, es decir, al pueblo, para que se pudieran cambiar las leyes, en función de adelantar un proceso revolucionario con fundamentos bolivarianos y zamoranos. En otras palabras, Chávez plantea las bases de sus propuestas desde la visión filosófica de lo que es su concepción del país y del rol del gobierno y del Estado dentro de un sistema democrático.

Mientras tanto, otros creen que plantear tres o cuatro acciones que realizarían si algún día fueran presidentes, puede denominarse proyecto de país. La diferencia es tan obvia, que es casi grosera.

VIVIR LO QUE SE PREDICA

Cuando Chávez habla de lo que es su visión de país, lo hace desde las entrañas. Él no se para delante de la gente a echarle un cuento que le contaron o que los publicistas le recomendaron para ver si subía un puntito en las encuestas, sino que habla desde su propio ser, de lo que cree con la sangre y por lo que está dando la vida. Habrá quien piense que está loco, equivocado o lo que sea, pero nadie dudará de que él cree cada una de las palabras que le dice a la gente, que considera, desde el fondo de su alma, que es lo que se debe hacer.

Vivir lo que se predica trae dos consecuencias indispensables para la credibilidad de un político: la coherencia y la pasión. Si un candidato se para delante de la gente a hablarle de algo que él mismo no cree, se le nota rapidito. La gente lo siente, lo percibe, lo huele. Y por eso no les cree. En cambio, cuando Chávez habla, habrá quien lo juzgue, pero no quien dude de que habla desde el corazón.

De igual modo, nadie puede pretender lograr que todo un pueblo lo siga, si él mismo no está convencido de dar la vida por lo que predica. Si el candidato no tiene pasión, nadie se atreverá a acompañarlo con seguridad en la importante empresa de gobernar a un país. Por el contrario, la pasión de Chávez por lo que él cree que es lo mejor para Venezuela es tan fuerte, que ha sido capaz de mover a todo un país y de cambiar la historia de la patria en los albores del siglo XXI.

GANAS DE SERVIR

Hay quienes aspiran la presidencia de la República, simplemente por tener poder para repartirlo entre sus amigos. Otros lo hacen por simple vanidad, por el placer morboso de sentirse aplaudido, así sea por un pequeño grupo de personas.

Sin embargo, hay otros que asumen el compromiso de la presidencia desde la humildad. Desde la convicción de que es necesario servir a los demás. Desde el convencimiento de que el poder no es un fin en sí mismo, sino un instrumento para hacer el bien.

Chávez ha demostrado que se puede ser presidente y utilizar esta investidura para beneficiar a los más necesitados, a los que nunca tendrán cómo agradecerle, a los que nunca habían sido importantes.

La sintonía con el pueblo, el tener un proyecto de país, el vivir lo que se predica y las ganas de servir son tan sólo cuatro de las características que hacen que Chávez sea un candidato diferente y que lo han convertido, también, en un presidente diferente.

La gente humilde ha sentido la diferencia. Los privilegiados también. Por eso los primeros lo aman y los últimos financian a los patarucos que por más que quieran, nunca podrán.

mphelnacional@yahoo.com


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Mary Pili Hernández

Ex-ministra de la Juventud, ex-viceministra de Relaciones Exteriores para América del Norte, y ex-concejal por el Municipio Libertador. Cristiana, Periodista, Socialista, Bolivariana, Antiimperialista y Chavista.

 mphopinion@yahoo.com      @marypilih

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