Libia, lo justo, lo democrático y lo libertario: sacarse la espina en la garganta

El poder global con su guerra del caos, esa espina en la garganta de los pueblos del mundo, define un tiempo de la política. La pregunta es inmediata: ¿por qué no se establece un puente con Trípoli y se pacta un alto al fuego (que asegura la verdadera “protección de los civiles”; esto es, no más muertos, heridos y mutilados) y se define el camino para el lugar de la política que establezca un horizonte democrático, justo y libertario?

Efectivamente, todos sabemos que una guerra no se gana desde el aire, que nadie gana una guerra desde el aire. Hasta el guerrerista de “Tal Cual” y los diputados intervencionistas de la oposición lo saben. No es un secreto, no hay que esperar cierto tiempo o un sucedáneo de “Wikileak” para tener la certeza de que a la élite imperial, al mundo de Davos, fue más que sorprendido por las rebeliones de los pueblos africanos. Así como la zona de exclusión aérea no asegura el triunfo de la OTAN y los ejércitos de las potencias del capitalismo tardío: las orejas, los escuchas, las tecnologías de los servicios secretos, no garantizan, para nada, determinar el tiempo de los pueblos rebelarse y hacer efectiva la implosión de una revolución: de ello saben los revolucionarios.

Los guerreristas de Nicolás Zarkozy, David Cameroon y Obama, avanzan hacia una intervención a gran escala con la plataforma bélica y el arsenal militar de la OTAN. Su plan es, más allá del petróleo y los recursos hídricos, poner fin a un escenario de descontrol en África por las crisis de sus dictaduras. Las rebeliones populares africanas y árabes están seriamente asediadas por el rearme masivo de la elite imperial. Las insurrecciones por la democracia y la justicia se han topado con el verdadero enemigo, una vez más resisten porque saben desde tiempo remotos como el “enemigo lucha contra los pueblos”.

La incondicionalidad absoluta e inaceptable del Consejo de Seguridad y la cesión del mando a la OTAN, para que la guerra asuma una dimensión violenta y cruel, similar a las de Kosovo, Somalia, Irak, Ruanda Haiti, Palestina, Afganistan… son indicadores rigurosos de la enemistad inconmensurable hacia los otros, hacia nosotros los Pueblos del Sur.

La guerra del caos y el mundo monopolar es la amenaza imperialista del presente: ese horizonte que lacera y destruye la vida. No hay de otra: hay que hacerse cargo de ese registro.

Entonces:

El anti-neoliberalismo y la lucha contra el capital pasa por oponerse a la guerra de la élite imperial.

Movilización política y referendos de los pueblos del Sur contra la guerra de esa elite

Alianza mundial por la paz y la vida del planeta Tierra

Acciones inmediatas de apoyo a la segunda avanzada de la “Flotilla de la Libertad” hacia Gaza, por el alto fuego en Libia y la no intervención de los ejércitos imperialistas en el norte de África.

Las rebeliones populares, las revoluciones, no se extienden por contagio, “sino por resonancia. Algo que se forma aquí resuena con la onda de choque emitida por algo que se forma más allá.”

Lo justo, lo democrático, lo libertario es impedir la balcanización de Libia, que el pueblo libio sea devastado por una guerra de tierra arrasada.

Lo justo, lo democrático, lo libertario es afirmar el derecho a la autodeterminación: “que no haya destino ni rey” que pueda marcar y monitorear (política y militarmente) el camino y horizonte de los pueblos.

La rebelión de los pueblos africanos son testimonio de que las revoluciones se repiten; siempre están dada las condiciones para las revoluciones: para la democracia del poder constituyente y decidir lo que es justo e igualitario. Pase lo que pase, los sin parte siempre harán efectivo su desacuerdo, la “promesa” de la democracia.

Entonces: hay que sacarse la espina en la garganta para superar la lógica del capital.

A pesar de la execrable aprobación del Comité de Seguridad de la ONU, y de la participación directa de la OTAN, la coalición guerrerista de EEUU, Francia e Inglaterra tiene el alcance de un frente político estable ni el apoyo asegurado de países importantes del poder global: Alemania, China, Rusia, Brasil, India, Noruega y los 53 países de la Unión Africana, se desmarcan (con diferentes acentos) de la intervención militar en Libia. Hay demasiados indicios, de que intereses (de diferente naturaleza) gravitan con fuerza sobre el potencial y alcance de la fuerza militar invasora: las potencias capitalistas y sus mandos militares temen (y de qué manera) al atolladero de Afganistán e Irak; Rusia, India, Alemania y China, tienen un nudo en la garganta por la probable balcanización de Libia; Turquía ve con recelo que su puente privilegiado con África sea fuertemente vulnerado. Pero sobre todo, todos sin excepción (el poder global integralmente) temen a la deslegitimación ética y política, a causa de lo que con un cierto dejo despótico e intolerante, se ha dado en nombrar como: los daños colaterales.

La reciente reunión en Addis Abeba (promovida por la Unión Africana) entre delegados de la ONU, la Unión Europea, la Liga Árabe, Conferencia de Países Islámicos, Rusia, China y una delegación del gobierno libio; y sin la presencia de la Junta de facto que sólo Sarkozy ha reconocido), tuvo por objetivo definir las bases de una alternativa de solución: alto al fuego, apertura del diálogo y cese de la guerra civil, así como de un proceso de transición político en paz. Se hace evidente que la ultrapolítica de Zarkozy, Cameroon y Oabama, apresuraron una salida bélica e intentaron cerrar el camino, llevarse por delante (atropelladamente) la propuesta de una “Comisión de Paz” del Presidente Chávez. Propuesta que hoy es más relevante y pertinente,

No hay dudas, que el marco de las rebeliones de los pueblos africanos y la contraofensiva imperial, se decide, en gran medida el futuro y la naturaleza de la comunidad internacional o del orden internacional: no es un exabrupto pensar que podemos estar asistiendo a una crisis y bancarrota de la mundialización capitalista.

Entonces: hagamos peso por lo justo, lo libertario y lo democrático.

Nota importante: la izquierda, dividida a escala mundial, en torno a la cuestión de la naturaleza de las rebeliones de los africanos (sobre todo la cuestión libia), de cara a la experiencia y de un conjunto de hechos y mediante una seria reflexión, ha producido un conjunto de rectificaciones y matizaciones en sus posiciones iniciales. Se hace más transparente y se acepta que el poder global y la estrategia de la guerra gravitan con fuerza para reconducir el espíritu de las demandas de justicia y libertad, para recomponer el desequilibrio político que amenazaba seriamente el orden mundial monopolar. Se hace más evidente que la propuesta de una Comisión Mediadora de Paz, de ninguna manera es un espaldarazo ilegítimo a Gadafi. Asimismo, los daños colaterales, producto de la guerra civil y la intervención militar, van demostrando que es el pueblo libio la víctima lacerada de una guerra que en sentido estricto no es la suya. Todos en estas reflexiones y debates hemos introducidos ciertos ajustes y modificaciones. Cuando la izquierda debate con ética y voluntad unitaria, se hace más izquierda, más revolucionaria: más pueblo.


fclugo50@gmail.com


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Francisco Cedeño


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