BARACK OBAMA llegará a Chile en los próximos días como parte de una mini gira decidida por el Pentágono y la Casa Blanca, destinada a armar nuevos entuertos más que a resolver problemas.
¿Es realmente necesario que el presidente estadounidense visite Chile? ¿Esa visita se traducirá en beneficios para la gente de este país? Repito la pregunta: ¿beneficiará a la gente de este país o exclusivamente a un pequeño y poderoso grupo de empresarios ya enriquecidos hasta la grosería? No me cabe duda alguna que la última opción es la correcta.
Me parece difícil (debería decir ‘imposible’, para ser exacto) que Barack Obama, en su breve periplo chileno, aproveche el envión para disculparse pública y mundialmente por el genocidio -propuesto y amparado por un gobierno norteamericano- cometido contra el pueblo chileno durante un largo y oscuro período, desde septiembre de 1973 hasta comienzos del año 1990.
Tampoco creo que el moreno mandatario pida que se perdone a su país por haber puesto la pistola al pecho de una feble y timorata Concertación logrando que ella firmara un Tratado de Libre Comercio (TLC) amplia -y casi exclusivamente- favorable para los intereses norteamericanos, deteriorando a grado sumo los términos del intercambio comercial en detrimento de Chile.
¿Recomendará, Obama, quitarle a empresas predadoras estilo Barrick Gold las amplias e inconcebibles licencias –pagando impuestos que serían risibles e inauditos en cualquier país civilizado- de libre explotación de recursos naturales chilenos, otorgadas por gobiernos cobardijas, corruptos, y traidores a los intereses nacionales, como fueron las administraciones de Frei Ruiz-Tagle, Lagos y Bachelet?
¿Vendrá a Chile para remecer el escenario político planetario reconociendo, y apoyando, el histórico derecho que asiste a las naciones latinoamericanas para conformar un bloque sólido, independiente y soberano, tanto en lo económico como en lo cultural y tecnológico? ¿Nos sorprenderá con la decisión de ordenar a sus tropas retirarse del territorio colombiano y abandonar –la sociedad norteamericana- de una vez por todas sus pretensiones de dominio y posesión en la Amazonía y en la Patagonia?
Quizá venga para recomendar al yanacona gobierno chileno desistir de la instalación de centrales nucleares en esta larga y angosta faja de tierra, cuyo volcanismo y sismicidad son suficiente argumento a la hora de entender que cualquier reactor nuclear puede ser fisurado en uno de los cientos de enjambres sísmicos que sacuden al país con periodicidad alarmante. La razón y la lógica me señalan que don Barack no viene a eso; por el contrario, vendría a mecer la mano de quien oficia de mandatario en Pelotillehue para que este firme un acuerdo ‘nuclear’ absolutamente rentable a USA.
¿Posiblemente renunciará al Premio Nobel de la Paz para encabezar la invasión a Libia, y después de haberse apoderado del petróleo y gas del Magreb, retomará el premiecillo aquel? ¿O viene a solucionar de un paraguazo el escandaloso lío que un grupo de empresarios tiene en la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) chilena, producto de las metidas de pata y exacerbada ambición económica y mediática de su empleado local, el señor Piñera?
No…tampoco se debe a ello la presencia en Chile de este caballero. “Agradezcamos que el Presidente gringo pisará nuestro territorio, porque eso se traducirá en ventas de productos agrícolas”, me sopla al oído una dama que siempre ha sido muy pro norteamericana. “Pero, los gringos tienen que comer –respondo amoscado- y si nosotros –los países del llamado tercer mundo- no les vendemos nuestros productos, allá al norte del río Bravo habrá cien millones de giles pasando hambre”.
Entonces, ¿de qué nos sirve la visita de mister Obama? ¿Nos favorece o nos perjudica, en el mediano y largo plazo? Recuerdo la frase que Radomiro Tomicic expresara en la década de 1960: “cuando se gana con la derecha, es la derecha la que gana”, pues parafraseando a Tomicic me atrevo a asegurar que “firmando acuerdos con EEUU, será siempre EEUU el único que gane”.
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