En Mérida los delincuentes cambiaron de profesión

Gracias al desarrollo capitalista de la economía merideña de los últimos tres años y también a la pandemia del Covid 19, en la antigua capital del Estado Bolivariano de Mérida, (ahora washingtoniano), se respira paz. Se acabaron los arrebatones de cartera, de celulares en las calles. El atraco mano armada desapareció de nuestras calles. Cualquier ciudadano o ciudadana puede pasear, deambular o mendingar por nuestras avenidas y barrios sin tener que toparse con malandros atracadores o gente de mal vivir; nadie los atracará con un arma blanca o negra.  La seguridad es tal que ni siquiera se ve un policía.   La seguridad es casi del 100. 

Se preguntará el lector de esta nota: ¿Cómo fue posible ese milagro? Pues la respuesta es muy simple, nuestros malandros atracadores, asaltantes, choros y demás ralea cambiaron de profesión, ahora son honorables comerciantes, vendedores de alimentos. Descubrieron que armando un tarantantin o alquilando un pasillo con un saco de papas o un huacal de tomates, 10 manos de cambures, o una caja de huevos, podían ganar más dinero que una semana de trabajo atracando gente y era menos riesgoso.

Descubrieron que arrebatarle la cartera a una viejita, o meterle la mano en un bolsillo a alguien para sacarle la billetera, o atracar con un cuchillo, machete o revolver a los pasajeros de las busetas era más riesgoso y menos entable que  dedicarse a vender  comestibles  y  además no se corría el peligro de ir a parar a  una  cárcel, si por   mala suerte algún policía honesto lo persiguiera y capturara.

 También hay que destacar que los nuevos “comerciantes” aprendieron de las prácticas de   los viejos y exitosos empresarios árabes y chinos que controlaban,  desde hace mucho tiempo,  el comercio de muebles, mercancías secas y artefactos importados, los cuales fueron los primeros que se cambiaron al ramo alimenticio y colocaron a sus hijos al frente de sus negocios.   Cuando la delincuencia se dio de cuenta que los árabes y chinos vendiendo cambures al detal podían mantener los lujosos locales donde antes vendían muebles, artefactos y vestidos, pero además  podían  mantener una nómina de empleados, dijeron, esta es nuestra oportunidad de enriquecernos como ellos y comenzaron a hacerles la competencia. 

Ahora la delincuencia está feliz y tranquila, ya no tienen que salir a la calle a delinquir, ahora son las victimas quienes van a sus negocios a implorar que los atraquen. “Señor véndame ½ kg. de costilla de res para hacer una sopita para mis cinco tripones” . “Eso le cuesta tres dolares”. Le responde el atracador sin siquiera mirar de donde sale la voz lastimera que le hace el pedido. “Señor y cuanto es eso en bolívares”?. Entonces, el choro saca su (arma) celular de última generación,  revisa la página web donde dos veces al dia dan los valores de cotización del dólar criminal y le espeta a la víctima del atraco:  “ son nueve millones seiscientos  mil”.   La pobre víctima se dá cuenta que con el sueldo que le pagaron donde trabaja, más los bonos que le ha suministrado el gobierno no le alcanza para comprar el medio kg. de huesos, una harina de maíz para hacer las arepas y 100 gr. de café para hacer el guarapo y suplicante le pide al atracador que se lo deje en nueve millones. “Señora no puedo rebajarle nada porque esa es mi ganancia” La victima desiste de hacer la compra y ya en la puerta oye que el atracador comerciante le espeta: “siga votando por Maduro”. Esta escena se repite    diariamente y luego uno ve bandadas de zamuros picoteando en las calles los huesos   que el atracador carnicero mando a botar. 

 El ejemplo del carnicero se repite con el panadero, buseteros, el que vende verduras, frutas hortalizas. Todos atracan y se burlan de sus víctimas echándole la culpa a Nicolás Maduro.  Es un guion escrito y financiado. Los atracadores deben tener alguna fuente de financiamiento, pues si todo negocio se monta para atender y vender a los clientes, no se explica como estos “comerciantes” les importa un carajo que la mercancía se le pudra para luego botarla. 

La contraofensiva oficial de echarle la culpa al imperio norteamericano, al COVID 19 y a las bondades al reparto,  chucuto cada tres meses de una caja CLAP incompleta,  ha sido un fracaso.  La lentitud para tomar medidas radicales y la conchupancia entre el sector comercial privado y altas esferas del gobierno son factores que penden como una espada de Damocles sobre la cabeza de los que nos identificamos con el legado de Chávez y que estamos dispuestos a morir con las botas puestas defendiendo los ideales que guían nuestra conducta política.  

Yo coloco el caso de Mérida, lugar donde vivo desde hace 35 años y donde el gobernador, el alcalde y el poder económico son adecos, no creo que esto sea igual en el resto del país, pues si esto está sucediendo en los otros Estados, donde los gobernadores y alcaldes se identifican con el chavismo, entonces si es verdad que nos jodimos pues, el próximo 21 noviembre, las víctimas se pueden convertir en victimarios. Hay que recordar lo sucedido en el 2015 con las elecciones parlamentarias y la última elección presidencial, cuando la victoria de Nicolás Maduro se logró con sólo el 30% de la población que acudió a votar y la oposición no participó. Ojo con las sorpresas, este pueblo es impredecible en cuanto a votación se refiere.



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Juan Veroes


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