En Carabobo queremos vivir y no subsistir

.. O inventamos o erramos"

Simón Rodríguez

Hay persona que le temen a las utopías; yo le temo

más a la falta de utopías.

ILYA PRIGOGINE

El actual patrón civilizatorio en el que está implicado el estado Carabobo, se caracteriza por desarrollar en su cuerpo social todos los tumores y patologías propias de la formación social capitalista dependiente y subdesarrollada que venimos padeciendo. Viene a agravar esta situación, la presencia en la dirección política del estado, de una fracción proburguesa infiltrada en las filas de la Revolución Bolivariana con claros propósitos contrarrevolucionarios de torcer su rumbo original e impedir las reformas radicales que ésta se planteó e implosionarla a través de la acumulación delictiva de riqueza y poder.

Sin embargo, la realidad en Carabobo, preñada como está de transformaciones histórico-sociales, fue desviado su curso pero sobre un descomunal error. Error que se denomina draculismo que paradojicamte se nos vendió como continuidad del chavismo pero el cual la misma realidad terminó por desvelar como lo que verdaderamente es: un adefesio ideológico; un intento desesperado que el modelo capitalista desastrozo hace para sobrevivir.

Un indicador incontestable de este desastre es que los logros socioeconómicos alcanzados por los sectores más pobres de Carabobo le han sido conculcados, violándose así la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, o sea, de todo punto de vista, fueron echados a un lado y la seguridad , que se supone el estado está en la obligación de redistribuir a toda la ciudadanía, dejó de cumplirla. En consecuencia, la población se ha dejado expuesta a la barbarie neoliberal del "sálvese quien pueda".

Fragmentada la comunidad de los bienes públicos, cada carabobeña y carabobeño, quedó sometid@ entonces a los caprichos de las leyes más feroces de la anarquía del mercado capitalista: la especulación; la hiperinflación; el acaparamiento; la devaluación de la moneda nacional, el desempleo, el matraqueo, amén de las otras actividades delictivas y el sometimiento emocional para anular la capacidad crítica del ciudadano(a), que pretende la lumpen burguesía corrupta y burocrática inoculada en la gobernación y alcaldías, pero a todo lo anterior debe sumársele las agresiones financieras del imperialismo norteamericano. Aquí cabe citar a César Rendueles en su libro capitalismo canalla: "Cada mañana, al salir de casa, nos enfrentamos a personas a las que tratamos de vencer en una sucesión sin fin de desafíos comerciales". En este sentido, Carabobo es lo más parecido a un hato en ruinas, repleto de gentes que sobreviven y resisten. Y en el cual, la vida de cada quien se transformó en una dramática y neodarwiniana lucha por la subsistencia.

Las evidencias son públicas y se acumulan por montones, se situan a la vista de todo aquel que tenga ojos para ver. Cada día se puede observar, cómo en los basureros que se crean en las calles de las ciudades más grandes de este estado, se acrecientan los grupos de hombres y mujeres (entre los cuales se pueden identificar muchos profesionales formados por la revolución) que buscan y arañan entre los microbios y bacterias los nutrientes que les permitan al menos seguir con sus frágiles e indigentes existencias. Las redes del hambre, la locura y la muerte mantienen atrapada a esta población que es arrastrada, por las lógicas de funcionamiento del sistema capitalista reinante en Carabobo, a ser reducidas a una población superflua. En tales circunstancias ¿No será la pandemia una estrategia malthusiana de guerra biológica para exterminar al mayor número de pobres que el capitalismo contabiliza dentro de sus cuentas como números molestos para desarrollar sus planes planetarios de acumulación de riqueza y dominio? ¿quedará todavía, después de tanto horrores cometidos a lo largo de la historia del capitalismo, algún apologeta que se atreva a negarlo? El capitalismo ya no tiene argumentos para seguir, solo le quedan armas de exterminio masivo para mantenerse.

Quiza, por alguna comodida fisiológica, estamos preparados a no concebir las posibilidades reales de construcción de otros mundos, muchos de los cuales quedan guindando en el arrebato de los deseos y la imaginación de algún utopista. Sin embargo, estamos convencidos, que esta vez la salvación de Carabobo es viable siempre y cuando se le transforme en una Comunidad de bienes públicos y una cálida cadena de sentimientos realmente existente entre los hombres y mujeres que lo conforman, comunidad que sea el resultado de las contradicciones propias de las lógicas del mundo del trabajo emancipado. Donde cada quien sienta y perciba que es sujeto de atención y de la debida protección y seguridad como integrante de tal colectivo pero al mismo tiempo, la persona, sea plenamente consciente que la estabilidad, continuidad y constancia de la comunidad de buen vivir sólo puede mantenerse con su apoyo, aporte y participación individual porque sin ese requisito la comunidad deja de existir.

Es necesario, entonces, empezar por desarraigar del imaginario social toda la mala percepción heredada por este catástrofe presente, porque con esta carga negativa de afectos y de ocultamientos, no se puede avanzar en la transformación de Carabobo, ya que la herramienta de la imaginación y de las nuevas emociones que se requieren se vería bloqueada y en consecuencia la construcción social de la nueva realidad estaría condenada al fracaso.

Se ha pretendido ocultar, a lo largo de estos últimos veinte años, que lo que está en la base de la confrontación política venezolana es la agudización de la lucha de clases. Ello con la intención de reducirla a una dramática confrontación entre chavistas y escuálidos por el poder. Y de esta manera conseguir que las consecuencias de esta lucha no sea la superación de las estructuras políticas sociales de dominación burguesas por una sociedad de amplias y radicales libertades democráticas.

Lo que quiere significar, que para lograr el objetivo de transformar la sociedad carabobeña, debe antes que nada pasar por el reconocimiento, de que la lucha que se libra en el seno de la sociedad venezolana, es una lucha de clases entre el proyecto de sociedad de los ricos; dueños de los medios de producción y del poder político y el proyecto social de los pobres; dueños nada más que de su fuerza de trabajo. Qué cuál es la actualidad de esa lucha en la Venezuela contemporánea, es una tarea que deben hacer las fuerzas revolucionarias, de investigación y caracterización de la realidad venezolana.

Para construir una comunidad donde se desarrollen y crezcan relaciones sociales de producción socialistas, de justicia, desarrollo social y plena democracia, se requiere que el conjunto del pueblo trabajador donde están agrupadas todas las victimas del capitalismo, se autoliberen de la dirección política de la pequeña burguesía - que al fin y al cabo terminarán mirando hacia atrás, hacia el pasado y concluirán negociando los intereses del pueblo con los grandes capitalistas explotadores - y organizarse como clase para sí convirtiéndose en la fuerza motriz del proceso con base en una teoría revolucionaria puesta al día y sistematizada en la ciencia de la liberación social que oriente la recreación un mundo nuevo.

Cómo entender esto más concretamente, en la actual coyuntura. Primeramente, el pueblo trabajador debe potenciar toda la diversidad de sus fuerzas en la creación de un instrumento unificado, que impida la dispersión de sus acciones y objetivos. Para lograr este objetivo, es necesario, que libre, a lo interno, una la lucha contra todos aquellos elementos oportunistas y liquidacionistas que obstaculizan la unidad de los sectores populares y promueven su fraccionamiento. Igualmente, aterrizando todos sus sueños y sus utopías traduciéndolos en un programa mínimo, claramente comprendido por todos los sectores del movimiento popular, para que lo haga suyo, como bandera que acompañe todas las luchas de su autoliberación política para empezar a organizar los embriones del nuevo poder; el estado democrático del pueblo.

Estamos viviendo sobre un momento estratégico, no obstante hace falta la subjetividad revolucionaria, se requiere una voluntad de poder, necesitamos que los pequeños destacamentos de vanguardia del pueblo trabajador adquiera la suficiente conciencia del para sí (principio de identidad) y se erija en una fuerza transformadora unificada y consecuente y emita claras señales de ser portadora del futuro, porque ya los de arriba no hallan de que manera mantenerse gobernando y los de abajo ya no quieren que estos los gobiernen más.

¿Qué hacer en lo inmediato? Abrir el debate de la unidad, donde se defina una política de alianzas con todos los sectores populares, revolucionarios, socialistas, comunistas, demócratas y nacionalistas en torno a un programa de transición. Hay que desarrollar la batalla de las nuevas ideas en la calle. Y el momento es estratégico, porque estando las condiciones objetivas y materiales dadas, lo que queda hacer es un gran esfuerzo en labrar el campo de la subjetividad transformadora, para lograr hacer coincidir la sociedad que deseamos con las posibilidades de hacerla realidad.



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Arnaldo Aguilar Dorta


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