Que ironías tiene la vida. En medio de esta avasallante delincuencia que nos ataca por los cuatro puntos cardinales del Estado, hemos tenido que cambiar hasta el grito de auxilio.
Antes, para pedir que nos socorrieran, no parábamos de vociferar que necesitábamos más funcionarios, al punto que la Policía Regional actualmente supera los seis mil uniformados.
Pero hoy en día no solo basta con la graduación y la inclusión de más efectivos como garantía de mayor seguridad de la ciudadanía en la región.
Ciertamente, según los estándares internacionales, se requiere un policía por cada mil habitantes, pero en el Zulia, la situación es otra y en vez de más gendarmes, prefieren que saquen a los que delinquen y atracan como vulgares hampones.
Por eso, en estos momentos, el grito de la gente desesperada en demanda de auxilio, consiste en pedir que encarcelen a los delincuentes con chapa y pistola, que los declaren en emergencia, los intervengan o eliminen. Comparto la opinión del defensor del pueblo local, Antonio Urribarrí: esta policía ya no tiene remedio.
Y es que se hace más con menos policías honestos, que con muchos participando en hechos delictivos, frecuentemente reseñados por la prensa y registrados en los archivos de la Defensoría y la Fiscalía del Ministerio Público.
Realmente -y de esto no me cabe la menor duda - dentro de la PR hay cientos de hombres y mujeres honestos y trabajadores que aman y dan la vida por esa institución.
Pero desafortunadamente, un grupo que presumo ya no sea tan pequeño y que quizás se corrompió amparado en la alcahuetería de sus superiores que en vez de buscar soluciones, se presentan en la televisión felicitándolos y justificando un trabajo contra la delincuencia que se sabe no hacen en las comunidades.
Y es precisamente allí donde se equivocan y olvidan que una dosis de humildad nunca está demás. Los jefes policiales deben reconocer sus errores y no por ellos, sino por las instituciones que representan, lo mismo que el gobernador.
Creo así, digna la posición de Nelson Acurero, director de Polimaracaibo y del periodista Mervin Fuenmayor, jefe de la unidad de medios de esta institución y con 19 años en el reporterismo de sucesos, quienes coinciden en que parte de las causas de la inseguridad viene de dentro de las mismas policías y mientras hayan efectivos apoyando los delitos, seguirán en franco retroceso.
Tales observaciones me lucen como un gesto de honestidad, valentía y sensatez, sobre todo en boca de representantes de un organismo policial, que como tal, tiene su cuota de responsabilidad, pero que, pese a ello, reconocen que no vale la pena mentirle al pueblo, porque sería mentirse a ellos mismo y el daño sería catastrófico, como ocurre ahora, al no poderse frenar el robo de vehículos, los secuestros y asesinatos.
Nada se hace con pretender ocultar la inseguridad –aunque ya eso es imposible en el Zulia-, la ineficacia policial, cuando más bien deberían admitir los desaciertos y rectificar.
Hay que unirse a la voz de defensor del pueblo. Al Zulia deben declararlo en emergencia delictiva. No veo otra salida y es un error seguir colocándo pañitos de agua caliente a la PR.
Se carece de políticas de seguridad coherente y si las hubiera, de nada servirían con una policía cuestionada, que sólo inspira miedo y terror en la población.
Y lo peor es que sus jefes insisten en defender lo indefendible, en justificar lo injustificable. Así que el llamado es para que el ministro de Interior y Justicia, Jesse Chacón, asuma la decisión de ejecutar los correctivos que debería tomar el Gobierno regional.
Lo que se exige es una institución con funcionarios –que si se quiere no sean muchos-, pero honestos, con una política de seguridad que logre los objetivos.
Esperemos pues, que Jesse Chacón sea el hombre capaz de enfrentar a ese vampiro gigante en el Zulia, como lo es esta delincuencia, que no para de chupar la sangre de la gente indefensa, a costilla del dolor de madres, padres, hijos y hermanos.
