Arias Cárdenas, pa´ bachaco, chivo ¡Cuídese del “Bachaco Fondillúo”!

El ingenio popular zuliano, por demás abundante, llamó “bachaqueo” a ese “pequeño”, pero intenso e interminable, traslado de productos alimenticios que escasean en el país todo, como producto del acaparamiento, distribución tramposa y producción contenida con fines políticos, de Venezuela a Colombia por el sector de la Goajira.

Uno imagina una cola gigantesca, cual de hormigas o bachacos, formado en doble sentido, la que viene con las manos vacías, algo de dinero en el morral y la de regreso, con cada uno de sus integrantes apertrechado de una pequeña cantidad de productos que a la larga termina siendo en exceso abundante. Productos subsidiados por el gobierno venezolano que se adquieren en el mercado a precios regulados y se van a vender a Colombia con precios ostensiblemente elevados.

El “bachaqueo” es como una bola de nieve, cada uno lleva un poquito, pero cuando deposita en el lugar de destino, donde posiblemente le esperan, no precisamente para comer, se forma una montaña, que aquí genera grandes ganancias a unos pocos, no al bachaco ordinario y calamidades en el área del punto de partida.

Lo primero que nos viene a la mente es lamentar como el esfuerzo oficial para garantizar la independencia alimentaria y con ello apuntalar la revolución que ha puesto énfasis en reconocer como nunca los derechos de las diferentes etnias, es vapuleado y puesto al borde de la crisis por quienes en primer término deberían defenderlo.

Por supuesto, uno ante eso no se asombra porque hemos vivido bastante para haber visto tanto. Esos grupos humanos están habituados a convivir y participar en esas prácticas y otras para poder subsistir, en virtud de la indiferencia ancestral de los gobiernos, de Venezuela y Colombia, desde el nacimiento mismo de nuestras repúblicas. Sólo Chávez y con el Venezuela, se percató de la “existencia” de esos hermanos, sus derechos y posibilidades de participar en un proyecto de envergadura que los sustraiga de aquello y les asigne un rol más dignificante, hermoso y edificante.

Pero ante todo esto, las informaciones acerca del proceder que llevó a una movilización bien organizada y en disposición de recursos como camiones que rodearon la residencia del gobernador, por las informaciones y observaciones que uno ha hecho por años, no dejamos de pensar que ese “bachaqueo”, en buena medida puede estar organizado y bien aprovechado por alguien, como aquél que Alí Primera llamó el “Bachaco Fundillúo”, refiriéndose a Carlos Andrés Pérez.

Es decir, por detrás del “bachaqueo” pueden haber unos pocos “Bachacos Fundillúos”, engordando por demás el culo, a costa del incesante ir y venir de humildes integrantes de la etnia. No es descartable tampoco sea una continuación del “macabro plan desestabilizador” por otras vías.

Pero hay algo más. Es en Venezuela donde está planteado el proyecto de cambio, en beneficio, en primer término de las etnias mismas, que debe impactar a la América hispana toda. Siendo así, nuestra prioridad por ahora es la sociedad venezolana y en ella, los más humildes, que resultan afectados por las prácticas de todo tipo destinadas a generar escasez y beneficiar a unos pocos.

Nuestros hermanos colombianos, deben entenderlo así. No se trata de una simple práctica del contrabando, lo que en aquella área es ancestral y común, como el respirar el aire mismo, sino una destinada a bombardear el proceso revolucionario y debilitar sus bases.

De manera que ante esta situación del “bachaqueo”, las dificultades del venezolano para conseguir productos esenciales y subsidiados por el gobierno y los asedios a la gobernación y sede de la Guardia Nacional, muy bien dirigidos por fuerzas que mostraron, como diría Walter Martínez, “músculo” y algo más, no hay otra salida que aplicar medidas heroicas. Y esto se refiere a impedir a toda costa que esas prácticas nos sigan afectando.

En casos como estos, el venezolano suele decir ingeniosamente, “pa´ bachaco, chivo”.


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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