Lo que pasó en Puerto la Cruz con el basquetbol: Los malos perdedores

"Lo más importante del deporte no es ganar, sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo."
Pierre de Coubertin, renovador de los Juegos Olímpicos.


A las 10 y 25 de la noche del día lunes, finalizó el campeonato de basquetbol profesional de Venezuela del año 2013; en ese momento se produjo otro episodio por demás triste y vergonzoso del deporte venezolano: una final inesperada, con hechos lamentables y repudiables. El séptimo juego había creado una gran expectativa en todos los aficionados de esta apasionante disciplina deportiva. Todo el mundo esperaba un lógico ganador, pero después de haberse consumido el tiempo reglamentario; lamentablemente el subdesarrollo acompañado de la falta de conciencia, hizo que todo terminara de manera indeseable; con un gimnasio repleto de público, que pudo haber producido una tragedia; se encontraba por encima de la capacidad del aforo, con los ánimos exaltados, propio de los malos perdedores, recordándonos a un personaje muy conocido en la vida política venezolana, quien se va esfumándose en el silencio por actuar con la pasión, sin utilizar la razón algo tan valioso y fundamental.

Esta triste historia del último juego de la final entre “marinos de Anzoátegui” y “cocodrilos de Caracas”, empañó una hermosa fiesta deportiva, bastante larga y aguerrida, que sirvió para despertar las pasiones en un deporte, que le ha dado grandes satisfacciones a nuestro país y además ha servido para desarrollar algunos jugadores, que se han destacado en el mejor basquetbol del mundo: la NBA, son ellos: Oscar Torres, Greivis Vásquez y el doble campeón Carl Allen Herrera con los Rockets de Houston. El espectáculo bochornoso proyectado por la televisión, con una cancha invadida por un público enardecido y algunos en las tribunas lanzando botellas poniendo en peligro la vida de personas, es para revisar el grado de conciencia de los desadaptados que acuden a las instalaciones deportivas.

Ese momento de desorden en el gimnasio “Luis Ramos” de Puerto la Cruz, es propicio para recordar las verdaderas definiciones a las palabras: aficionado y fanático; muchas veces algunos narradores y periodistas deportivos, utilizan estos vocablos sin la verdadera orientación, para ayudar a crear conciencia en las personas, que acuden a los escenarios a presenciar algún evento; son repetidas las escenas de violencia en diferentes estadios de nuestro país, algo no muy alejado de algunos países europeos, donde los “ famosos” Holligans salían a quemar y destrozar todo lo que conseguían a su paso, sin importarle la vida de las personas; digo salían, porque en esos países han tomado medidas muy severas, dando como resultados, que ahora muy pocas veces se escucha hablar de estos personajes.

La impunidad en cualquiera actividad de la vida es mala consejera; si no se castiga con medidas ejemplarizantes, simplemente dejamos el camino abierto para que se sigan cometiendo hechos lamentables, atentando contra la moral y las buenas costumbres. Aficionado es el que asiste a los juegos y competencias, manteniendo la razón y la armonía como su carta de presentación; asiste a disfrutar independientemente de los resultados, expresando su punto de vista sin llegar a convertirse en unos enajenados mentales. El fanático se convierte en un sufrido y desesperado, desconociendo todo, cuando no le favorece o le conviene, dejando de apreciar la belleza del deporte; en todas las actividades se pierde y se gana, más en algo que es sinónimo de “juego”, diversión, por lo tanto hay que saber perder y ganar, porque la vida es un “juego”, como dice una conocida canción.

La gran mayoría de los aficionados venezolanos de las diferentes disciplinas deportivas, aborrecen el comportamiento de estas personas fanatizadas, al extremo de convertirse en unos parlantes de vulgaridades, tratando de aupar al equipo de su preferencia; si pierde se transforman en unos salvajes, perdiendo el control para cometer actos vandálicos; se da el caso, que ganando llegan a esos extremos en medio de las celebraciones.

Es la hora de tomar conciencia; todo el que asiste como espectador a una actividad deportiva debe mantener un comportamiento propio de personas civilizadas, de lo contrario tiene que existir el castigo para corregir esos arrebatos alejados del verdadero disfrute; esas actitudes se convierten en malos ejemplos para los niños; muchos asisten con sus padres para entretenerse y a la vez buscar el camino lejos de tantos vicios, que rodean a nuestra juventud con las sabidas consecuencias; más, en estos momentos cuando el ministro de la juventud Héctor Rodríguez en una muestra de sinceridad expresó: “ el gobierno ha ubicado a un millón de chamos (jóvenes) que no están escolarizado ni trabajando (...) no están haciendo nada". Esto es el capitalismo salvaje.





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Narciso Torrealba


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