Dadas las actuales circunstancias sociales y políticas en que vive el mundo, el tema de la participación comunitaria de los jóvenes constituye – tal vez hoy más que nunca – una línea de obligatorio desarrollo en un contexto de indagación e investigación acerca de la participación social general. Conocer cómo perciben los/as jóvenes la participación, y dentro de ésta la suya propia, adentrarse en las nuevas y cambiantes formas que en los últimos tiempos ha venido adoptando, es una tarea de impostergable cumplimiento.
Los jóvenes como sujetos del desarrollo comunitario han de ser protagonistas porque conocen cuáles son sus necesidades y sus capacidades para mejorar su situación. Como afirma Braustein1, “ser sujeto supone vivir la vida como protagonista, y es en esa vivencia donde nos encontramos con necesidades, deseos, aspiraciones y con posibilidades de realización; es ahí donde necesitamos las instituciones del saber, de la política, de las artes, de la economía, entre otras, para dar respuesta a nuestra propia existencia.”
En la contemporaneidad, el tema comunidad continúa asumiendo un papel protagónico en los principales espacios de reflexión teóricos y prácticos, en los ámbitos nacional e internacional. Esto exige como nunca antes que se trabaje interdisciplinariamente y hasta en muchas ocasiones requiere esquemas conceptuales transdisciplinarios de acción, lo que está condicionado por la propia existencia de lo social como un tejido de múltiples interrelaciones, cuya interpretación resulta del entrecruzamiento de variados saberes.
Con relación a lo anteriormente expresado, habría que asumir dentro del contexto venezolano el concepto de comunidad explicitado por la Ley Orgánica de los Consejos Comunales, en la que se define a la misma como “núcleo espacial básico e indivisible constituido por personas y familias que habitan en un ámbito geográfico determinado, vinculadas por características e intereses comunes; comparten una historia, necesidades y potencialidades culturales, económicas, sociales, territoriales y de otra índole.”2 Esto es necesario ya que la participación habrá que verla muy interrelacionada con el contexto comunitario, espacio físico y mental donde se establecen todas las conexiones colectivas e individuales y las estructuras sociales primarias.
Dicha estructuración social, el establecimiento de una red de relaciones entre los individuos que la conforman, la implementación de estrategias y la administración de los recursos con que cuenta la comunidad en Venezuela adquiere representación legal a través del Consejo Comunal. La Ley lo define como “instancias de participación, articulación e integración entre los ciudadanos y ciudadanas, las diversas organizaciones comunitarias, movimientos sociales y populares, que permiten al pueblo organizado ejercer el gobierno comunitario y la gestión directa de las políticas públicas y proyectos orientados a responder a las necesidades, potencialidades y aspiraciones de las comunidades, en la construcción del nuevo modelo de sociedad socialista de igualdad, equidad y justicia social.”3
Es en los Consejos Comunales donde comienzan a dinamizarse los procesos de participación, de sentido de pertenencia en función de la formación de valores y la identidad, con el objetivo de buscar soluciones y accionar desde una perspectiva multidisciplinaria y así contribuir a satisfacer las necesidades básicas humanas y con ello elevar su calidad de vida como parte del desarrollo comunitario.
Para explicar y concebir la organización de la comunidad en función de solventar sus intereses vitales, se debe tener en cuenta la noción de participación; pero participación en cuanto a sujetos, en el entendido de que ellos son capaces de conocer su realidad y, por tanto, plantear lo que estiman necesario para superar sus dificultades. Se instrumenta así una construcción conjunta, con fundamento, con capacidades, habilidades y destrezas que cada uno aporta desde sus distintos ámbitos de acción.
Ezequiel Ander Egg define la participación como un acto ejercido por un sujeto/agente que está involucrado en un ámbito en donde puede tomar decisiones. De acuerdo con este criterio, es justamente en el espacio comunitario donde el joven puede plantear sus opiniones y mostrar interés hacia las actividades colectivas que conlleven al desarrollo comunitario.
La participación como decisión es el modo más acertado para instrumentar un acercamiento de la juventud en la comunidad, con la finalidad de que sean los propios jóvenes quienes diseñen y ejecuten sus aspiraciones sociales, siempre de conjunto con el resto de los actores y factores comunitarios y en el marco de las nuevas relaciones de poder que trajo consigo la Revolución Bolivariana, para que puedan ejercer una real democracia hacia la solución de sus propios problemas y necesidades. Al ser ellos mismos partícipes del diseño, ejecución y evaluación de los proyectos que la comunidad se proponga, aunando las energías propias de la juventud con las experiencias de los adultos de la comunidad, el entusiasmo juvenil con la historia y la proyección de dicha comunidad hacia el futuro, se verán mejor correspondidos socialmente y realzado su protagonismo al nivel que la sociedad reclama de ellos.
Son contrapartida de la participación la apatía voluntaria (los que eligen no participar) y la apatía involuntaria (los que no comprenden la importancia de participar). Muchos de los aspectos negativos que influyen en la participación de la juventud con relación a la solución de los problemas que también les atañe de su entorno, tienen su origen en dichas formas de apatía. El discernimiento inteligente y focalizado en esta problemática comunitaria, permitirá la comprensión de los aspectos que constituyen un escenario social comunitario integrado, facilitando el diagnóstico del mismo mediante la asociación voluntaria entre la población y equipos de especialistas, a través de procedimientos grupales que amplían la percepción crítica de la realidad.
Es de esta manera que la participación comunitaria aparece como la condición que adquieren las personas cuando entran en relación con las diferentes estructuras del Estado, para incidir en los asuntos públicos que le competen y ser clave de las políticas públicas. Por tanto, es difícil concebir que los jóvenes se muestren enajenados de este proceso solamente por el hecho de simple apatía política, modorra intelectual o desconocimiento e ignorancia de los significados y poder que trae aparejada su participación en los mismos.
Para el logro de estos objetivos con el sector juvenil de la comunidad, se debe trabajar en combatir el fenómeno de la desvinculación de la participación comunitaria en todos sus ámbitos de acción. Para contrarrestar dicha apatía participativa, se requiere del compromiso y del esfuerzo de todos los que forman parte de la comunidad. Se logra con el reconocimiento de que el otro es tan válido como los demás, y que cada experiencia y cada postura son necesarias para la construcción de un futuro que aporte a todos y no a unos pocos.
La existencia de la democracia significa simultáneamente la igualdad política de todos/as los/las ciudadanos/as y grupos sociales para participar en la toma de decisiones y la igualdad social para participar de los bienes y servicios de la sociedad; ello quiere decir que sin equidad social no es posible la igualdad política, menos aún la democracia.
Es en esta situación de democracia participativa en la cual los jóvenes se involucran de una manera u otra, se puede considerar la participación de este grupo etáreo no sólo desde su relación de empoderamiento con respecto al sector adulto, sino que se deben reconocer las propias formas de empoderamiento que construyen y las transformaciones que se han dado en la expresión de los contenidos de la participación juvenil, aprovechando las nuevas relaciones de poder establecidas con la Revolución Bolivariana, para hacer de este empoderamiento popular un motor motivacional hacia las capas juveniles de la población, en la búsqueda de incentivos encaminados a su participación comunitaria.
“La pertenencia de la juventud a organizaciones o asociaciones, sobre todo las de carácter sociopolítico, ha sido valorada como eficaz mecanismo de socialización, de identificación personal, de promoción social e incluso de redistribución del poder en la sociedad. Pero en la etapa juvenil la participación se enfrenta a la contradicción entre la dispersión y desorganización típica de la edad (…), a lo que se añade que para la participación sociopolítica se requiere previamente una definición de intereses que en esa etapa de la vida aun suelen ser ambiguos.”4
Justamente en ello radica la importancia de fomentar, cultivar y promover desde edad temprana el entusiasmo juvenil por participar reflexiva y activamente dentro de su ámbito comunitario; romper con la inercia conservadora que considera a la juventud como un grupo social cuya función se limita a asumir indiferentemente las decisiones de los adultos expertos constituye uno de los desafíos que aún no ha logrado superarse. Incluso, los proyectos sociales diseñados por las organizaciones tanto gubernamentales como no gubernamentales aún no incluyen dentro de su planificación las propuestas emanadas de los jóvenes, a quienes les es asignado un rol más receptivo que activo.
Esta visión de los jóvenes sólo como objeto de las políticas, afecta al sistema político, pues pierde oportunidad de ganar en la legitimidad que sólo la participación de todos los ciudadanos puede dar.
Bajo este concepto, es necesario contar con una base social sólida, organizada, capacitada, con clara conciencia de su rol y posición al interior de la sociedad, y con el protagonismo inexcusable para hacerse parte de un proceso de desarrollo que no le es ajeno, sino del que es parte y además responsable.
Vale la pena apuntar que en cualquier nivel, la participación actúa como mecanismo democratizador en tanto implica una redistribución del poder y la transmisión de éste a un mayor número de personas. Por ello resulta imprescindible considerar las posibilidades que socialmente se crean para facilitársela u obstaculizársela a los jóvenes en el ámbito comunitario.
Si los jóvenes no se integran a esta planificación comunitaria, sus problemas más concretos quedarán al margen de la planificación estratégica de soluciones, a los problemas y necesidades de la comunidad. Para Venezuela la integración de este sector poblacional a dicha planificación, se convierte en un recurso de primera línea para sustentar las conquistas de la Revolución Bolivariana, pues garantizaría la continuidad de las políticas de inclusión social del Estado venezolano y su revolución, más allá de un contextual determinismo político.
Paralelamente, el interés por el estudio de la participación en el ámbito juvenil aporta importantes elementos para una comprensión más profunda de los procesos sociales y políticos y sus impactos presentes y futuros, pues la participación juvenil es un excelente indicador de la extensión, naturaleza y calidad de la participación en cualquier sociedad, porque ilustra en qué medida el sistema político toma en cuenta las energías y diferentes perspectivas de las distintas generaciones, aprovecha sus potencialidades y brinda la oportunidad de ir remodelándolo de acuerdo con los necesarios cambios que el decurso de la historia impone.
Referencias bibliográficas:
1.- Braustein. “¿Trabajo social sin fundamento? Aportaciones del paradigma de la complejidad a la epistemología del trabajo social”. Citado por: Cordero Ramos, Nuria y López Juan Pablo, Portularia, Universidad de Huelva, N° 4, 2004, págs 407- 412.
2.- Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela; Comisión permanente de participación ciudadana, descentralización y desarrollo regional: Ley Orgánica de los Consejos Comunales. Capítulo I. Caracas, 2009, pág 10.
3.- Ley Orgánica de los Consejos Comunales. Ob. Cit. Cap. 1, Art. 2, pág 9.
4.- Domínguez, María Isabel: Juventud cubana y participación social: desafíos de una nueva época en la sociedad cubana; retos y transformaciones. En Compilación CIPS, La Habana, 2003, pág 8.
Lic. Eilyn Vasquez.
eilyn.vasquez@yahoo.es