Entrego a Chávez potestad de mis hijos y nieta

Realmente no sé si a los demás padres le suceda lo mismo, pero cuando mis hijos nacieron se me acabaron aquellas noches de amor, paz y tranquilidad, sin embargo, pensaba con Yudesi, mi compañera de toda la vida: a lo que estén más grandecitos que caminen, esto comienza a pasar.

Siguieron creciendo y empezaron a dar pasitos. No veía que la situación mejoraba, pero la mamá, madre al fin, me consolaba: “Es que están muy chiquitos, míralos”. Los miraba y veía que me burlaban: sacaban la lengua, hacían pucheros, me llenaban de saliva y se reían en mi cara.

De pronto los veo corriendo y dije para mis adentros: Por fin, vamos a salir de este calvario, pero la cuestión empeoró. Mantenían una sostenida agresión hacia todo lo que significa el hilo constitucional de un hogar constituido. Querían acabar con la casa y lo que encontraran a su paso.

Semejante situación me hacía acordar la canción “Una casa en el aire”, que, entre muchos vallenateros, canta Carlos Vives, porque así vivíamos. No había nada en su justo lugar. Los enseres estaban colgados del techo o subido sobre cuatro bancos, para que Mayeny y Luis Alberto no pudieran alcanzarlos.

Continuaron creciendo y entonces ni en el techo se podían tener los artefactos. Trepaban las paredes y lograban su objetivo: lanzarlos contra el piso para que se hicieran añico. Esa era su mejor diversión. Yudesi todavía esperaba que cuando fueran adolescentes tendrían un mejor comportamiento. Ya yo no creía nada, compartía su posición sólo por mera conformidad.

Y bueno, llegaron a la adolescencia, pero a esa edad no creían ni en el mundo. Cuando se hicieron hombre y mujer, parecía que quien iba a casarse era yo. Luego nació Luisanyela, hija de Luis. Ya tiene siete años y en la escuela habilitan un salón para ella sola. Preguntamos a la maestra el motivo y respondió: “Es que con su nieta, aquí se vive un estado de guerra”.

Le cuento la situación a mi amiga, la periodista Reina Lara, y me dijo: “Eso se resuelve fácil, entrégale la patria potestad a Chávez”. ¡Clarooo, que idea más genial!, pero la alegría me duró poco. El Presidente dijo que eso era mentira y todo se trataba de una perversidad de la oposición que quiere verlo aniquilado. Escuchándolo parecía que me echaban un balde de agua fría. Se me fue esa hermosa oportunidad de las manos, con el agravante de que la nieta me extorsiona, quiere un regalo cada vez que saca “E”, argumentando que las letras entre más lejos en el alfabeto tienen mayor valor académico y cuando la evalúan con 01 se ufana de ser la primera del salón. ¿Qué tal?

*Periodista


albemor60@hotmail.com


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Alberto Morán*


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