La Iglesia y sus fueros

El Cardenal Jorge Urosa Sabino ha vuelto por los fueros de la alta jerarquía católica, siguiendo la mejor tradición de esa institución confesional universalizada establecida el siglo IX por la asociación entre el Papa Clemente II y el Emperador alemán Enrique III. En aquella oportunidad el liderazgo del Vaticano optó por actuar a favor de la aristocracia, sirviéndole como su instrumento para alienar el pueblo cristiano que la había acompañado y fortalecido desde la época de las catacumbas en el disuelto Imperio romano. Aquí, la semana pasada, actuando como vocero a la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), Urosa pidió respeto para la minoría (las clases privilegiadas del país); implantación de la educación católica en los planes educativos nacionales; y, libertad para los “presos políticos”. No pidió el respeto que siempre le han negado estas elites a la mayoría de los venezolanos, a quienes califican de “pata ´n el suelo” y otros epítetos más, que hoy representan el apoyo fundamental al gobierno. Sigue pensando, como lo hace la mayoría del alto clero, con la idea colonialista de la asociación entre la cruz y la espada, que facilitó la sumisión de los indios, negros y pardos para su explotación por los rapaces conquistadores del Imperio castellano. Una actitud que les permitió enriquecerse y colocarse en la cúpula de las sociedades ibéricas. Se hace de la vista gorda frente al irrespeto a este gobierno legítimo por parte de esas minorías, asociadas con potencias extranjeras, al pretender doblegar la mayoría mediante presiones y conspiraciones militares, psicológicas y económicas.

Pero no se queda allí la soberbia de este ungido. Demanda nada menos que el señorío del sistema educativo nacional, en un intento de establecer un fundamentalismo religioso que reviva las prácticas de la inquisición. Se olvida de la naturaleza pluricultural del pueblo venezolano, en donde hay la presencia de las más variadas expresiones religiosas. Pero, más aun, ignora que nuestra República nació bajo la inspiración del Iluminismo, fundamentado en la ciencia, como “liberación del hombre de su culpable incapacidad”, derivada de la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Una noción que se expresa en el Estado laico, responsable de la educación del ciudadano para la vida común, en el cual el adoctrinamiento místico es encargo de los distintos credos, dentro de la idea de la libertad de cultos.

Y su soberbia no cesa cuando pide el olvido para quienes han realizado actos criminales en contra del bien común. Aquí no hay presos políticos. Como lo dijese el Presidente, lo que hay son políticos malhechores presos. De sí, la amnistía es un acto de tolerancia frente al delincuente. Pero ella se ejerce cuando este se ha sometido a derecho, mostrando la debida contrición, tal cual como lo exige el sacramento de la confesión. Y hasta ahora, no hay señal de arrepentimiento en aquellos que sometieron a daños y penurias al pueblo venezolano, incluyendo en estos a prominentes miembros de la CEV. Por cierto, no sometidos al rigor de la justicia. Pienso que lejos de preocuparse por los problemas políticos del pueblo, este prelado debe ocuparse de los de su propia iglesia, que los tiene graves y urgentes.


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Alberto Müller Rojas


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