Día de gracia

El sino de Teodoro

Jamás llegué a votar por Teodoro Petkoff, cosa que lamento. Me
habría gustado darle mi voto en algún proceso electoral anterior, como
reconocimiento a su entereza, probidad, valentía y amor por Venezuela.
Tampoco voté a favor de José Vicente Rangel, por quien siento un aprecio
similar que se inició durante nuestra militancia en URD. Por desgracia las
coyunturas de la política venezolana no se prestaron para que los votantes
de ideas progresistas nos uniéramos en torno a un mismo candidato
presidencial.

El Catire Petkoff es un personaje de los que dan pie para mitos.
Luce más grande que la realidad y parece extraído de la tragedia griega. Sus
peripecias, personales y políticas, son como para escribir varias novelas y,
desde luego, para hablar largo y tendido en barras y sobremesas. Por si
fuera poco también le han endosado leyendas negras sobre acciones que nunca
realizó, tales como una siniestra emboscada y otras entelequias.

Errores los ha cometido a montones, como cualquier ser humano
empeñado en algo más que contemplarse el ombligo, hacer dinero o cualquier
babosada de esas. No es el momento indicado para sacar tales cuentas, que,
por lo demás, no me corresponde contabilizar. Prefiero recordar sus hazañas
legendarias. Las fugas carcelarias ejecutadas con el arrojo y la temeridad
de quien tiene prisa por servirle a una causa. La integridad intelectual y
política que lo llevó a llamar pan al pan y vino al vino, cuando alzó su voz
contra la ortodoxia comunista que apoyaba ciegamente los dictados de la
Unión Soviética.

Desde el punto de vista ideológico Teodoro Petkoff hizo avanzar el
reloj de la Historia. Se atrevió a decir que el rey estaba desnudo y, desde
entonces, la izquierda pensante captó que la hegemonía moscovita no era la
solución conveniente. Ese acto, en mi opinión, requirió más valor que todas
las fugas y acciones subversivas.

Por esas vainas del destino Teodoro Petkoff ocupó un ministerio en el
gabinete de Rafael Caldera. Pocos recuerdan, sin embargo, que la última
candidatura presidencial del antiguo simpatizante falangista fue planteada
en un momento crucial, como alternativa para liquidar la coyunda de AD y
Copei. Lamentablemente Caldera terminó encompinchado con Alfaro Ucero, cosa
que no estaba en los cálculos de Moisés Moleiro y los otros estrategas que
idearon su postulación.

Posteriormente Hugo Chávez acaparó los votos de la izquierda y se
quedó con ellos mediante el expediente de hacer contacto directo con los más
pobres. Valga la critica: nuestro socialismo no había trascendido de una
intelectualidad de clase media hacia los sectores populares donde debía
cumplir su cometido.

Hace pocos días Teodoro Petkoff desistió de su precandidatura
presidencial. El porcentaje de votantes dispuesto a votar por él no llegó a
las cifras esperadas. La explicación es tan sencilla como lapidaria: los
votos de Teodoro los tiene Chávez. La izquierda está con el gobierno y en la
oposición predominan intereses que muy poco se parecen al Petkoff que dejó
su huella en los sectores progresistas.

Yo no iba a votar por él, pero lamento su retirada. La campaña
electoral hubiera sido más interesante con el Catire en la palestra pública.

Será más fácil y dará mayor placer derrotar a la derecha golpista,
si es que llegan a las elecciones.

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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