De teatro a culebrón. O, la ridiculización de la política a través del espectáculo

Cuando Aristóteles señaló que el hombre era un animal político, olvidó agregar que era también un animal profundamente histriónico. 
 
Durante mucho tiempo, algunos lectores me han solicitado –casi exigido- escribir algunas líneas sobre el señorito Leopoldo Patiño. No había querido hacerlo porque luego del encarcelamiento del prospecto del Mándela nazi, me parece hacer leña de un árbol caído y podrido, a la par, que como miembro de una familia perseguida y exterminada durante la 4ta republica puedo llegar a sentir empatìa con lo que creí, pasaba la señora Tintori, sus hijos, y su padre. 
 
Durante mucho tiempo, escribí constantemente sobre las acciones del señor Capriles, sobre sus campañas, sobre sus ambiciones, sobre su avanzado don de la dialéctica, y claro, de los cuentos de camino que el camarada se tiraba mejor que el sr. Saturno Seguro en la “bodega” Chivo Negro en el centro de Tinaquillo. Empero, dejé de ver la paja en el ojo –generalmente extraviado- del doble candidato presidencial cuando empezamos a percatarnos de la viga que teníamos en el propio.
 
Sin embargo, en estos días, el show sostenido por la familia López, y por el señor Capriles, me ha horrorizado a tal punto que no tengo más opción ante mi mismo, que reseñarlo esperando que las fuerzas de la izquierda –las que quedan- no caigan en esas estrategias propagandísticas, como lamentablemente a ocurrido con los compañeros de la ola.
 
Mi problema no es el programa del dos veces derrotado por Chávez, a través de cierta red social, ni sus constantes mensajes cortos en otra –algunos cargados de tamaña bestialidad que hasta yo me siento inteligente-. Mi problema no son las ya patéticas manifestaciones de la esposa del monstruito, ni los viajes alrededor del mundo donde con una franela blanca se pone a gritar “Libertad” como si se tratara de la reencarnación de William Wallace.
 
El gran problema, si se quiere moral, que debería indignarnos –al menos a mi me pasa- es que estas manifestaciones, lastimeras, prepotentes, cargadas de drama, de irrealidad y de autocomplacencia, no buscan más ningún otro objetivo que adelantar, una campaña presidencial. Y que además teniendo en cuenta ese factor, cada manifestación de estas, desde las lagrimas de la rubia rubiecita en algún programa de TV, hasta los videos del señor Carriles con exceso de zoom, asediado por las hordas chavistas en el aeropuerto de Margarita, son enteramente forjadas.
 
Yo no soy quien para luchar con poco más de 6mil años de evolución cultural humana. la construcción de las relaciones humanas ha dependido, depende, y dependerá, de las dotes actoriles y de las capacidades dramáticas que los individuos puedan imprimir e cada acto social o político –ambos factores dentro de las categorías antropológicas y no sociológicas-. El asunto contra el cual debemos luchar como nación es contra la vanalidad de dichos actos para hacer carrera política. 
 
Si bien la política venezolana siempre ha sido un gran teatro –del cual Chávez fue un maestro-, luego de analizar profundamente lo que ha ocurrido en la ultima marcha de la oposición, en la cual, como si hubieran sacado la escena de una película del llamado “Cine de Izquierdas”, los opositores, encabezados por Lilian Tintori –quien desplazó a Freddy Guevara y a Churro Torrejita en la misma-, se sentaron con la manos en alto esperando tumbar a Maduro con una Henki Dama o algo similar; he caído en cuenta que la oposición política venezolana ha convertido dicho teatro en una telenovela típica de de las dos de la tarde.
 
Para profundizar el malestar que debemos sentir con acciones como estas, caemos rápidamente que el dramatismo, que el show, es una competencia de publicitas probablemente pagados en dólares, que por algún motivo aconsejan a sus clientes que mientras más patético pero a la vez irritable se sea, más votantes ganaran.
 
Esta telenovela se ha extendido de tal forma dentro de la oposición politica venezolana, que incluso sus lideres màs visbles –y relativamente serios-, Allup y Torrealba han tenido que caer en ese ridiculo exhibicionismo a pesar de venir de la vieja escuela de teatro político, que no por ser màs elegante, era igual de falsa –quizás por aquello de atacar las emociones humanas.
 
Es profundamente lamentable que la oposición política venezolana, necesaria para el proceso dialéctico, se haya prostituido de tal forma, que todo el que no copie, –como Topacio calcó a Esmeralda, que duplicó a Amatista, que se fusiló a Gema- a Maria Corina Machado, precursora de este tipo de política en la Venezuela del siglo XXI, queda más relegado en la carrera a la candidatura presidencial que el único líder opositor que si tuvo un show dramático en TV, Julio Borges.
 

Podemos jugar al drama en la política, es parte de la naturaleza humana, empero, seamos vigilantes de no caer, por nuestro propio bien, en un show donde hablar de chicharrones con pelos, de gatos devorados, de lagrimas fingidas, o de mascarillas faciales, sea la única forma de hacer política.    



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Fex López Álvarez


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