¡Ay Capriles!

Una vez aprobada la ley habilitante por la AN: el ofensivo Capriles se
trepó en las ramas de la discordia política con un culillo que lo
desnudó de preocupación: doblemente preocupante y, como un zorrillo
hambriento que vaga en la oscuridad de su inferioridad, le lanzó al
presidente Maduro como su verdugo ignorado, una frase por demás
impertinente como irreverente, con toda la mediocridad de sujeto
apátrida que lo caracteriza.

Hace algunos días que se fueron al pasado sin precedente alguno, viajó
y estuvo en Roma como un cartero a entrevistarse con el papa Francisco
y, más fue la bulla que la cabuya que, dejó al Papa con una cara nada
alegre por tantas necedades juntas que soltó frente a él el
trotamundos que no ha dejado de dar lástima sin poder que ofrecer como
el estadista que lo empacha sin Estado que dirigir que, encabronado de
vilezas ha quedado con su sortija de compromiso que algún día será.
Enhorabuena.

Tiene al estado Miranda de donde se dice que es gobernador de mal en
peor que es lo que más se acerca a su gestión que lo ha marcado como
un irresponsable que no sabe gobernar, ni ideas de lo que pudiera ser
afín y, con una obsesión que lo quema por dentro que llamarlo bruto es
despertarlo del letargo que lo valentona como representante principal
de la oligarquía exquisita de la que no se aparta por sus deseos de
jugar al ping-pong de tantas corruptelas dentro de su partido PJ.

Cada vez que Capriles tuitea, lo hace con una absurda pretensión de
molestar. No encaja nada bueno a sus seguidores, ni resiste la
tentación de demostrar lo que es como mediocre que palidece de
sencillez y se ufana en arrear las banderas del inconformismo que
antes de lanzarlo por la borda de su estrechez, vomita y se deshidrata
gritando seguido: el que manda aquí soy yo. Y cuando sacude su
iracundia al presidente Maduro le silban los oídos de desprecio
preventivo y, en cada estirón que hace por lanzar los dardos de su
furia, se encoge de valentía como un pordiosero infame que siempre
anda falto de rectitud moral.

Capriles es un caso perdido, entre más miente más se alebresta y, como
irresponsable agitador todo le sale mal y, cuando cree trepar al
ombligo de su miseria fortuita se le brotan los ojos de su vileza y se
baja por el tobogán de la rapidez que lo pega contra la pared de su
odio en que siempre anda perdido y, cuando le envía un exhorto al
presidente Maduro pareciera que, estuviera dirigiéndose a un camarero
de la oposición y, como un malandro con estirpe reacciona arrechamente
pidiendo pista para aterrizar y, si no lo complacen, entonces hace ver
que le mandaron a parar los aviones. Vea usted, pues.

Generalmente, Capriles sin preocupación ni consideración alguna con el
pueblo, siempre está metido en una de provocación bocona, le encanta
provocar de lejos, ni de vainas se mete de lleno en la candela y, su
cobardía se va en peticiones hacia otros que salgan a defender sus
delicadas diferencias y, la recién aprobada ley habilitante, lo tiene
como un congorocho aislado que juega a la política del desorden y, no
se adapta a nuestra Constitución y por los vientos que soplan como un
decir, bien definido por él mismo, piensa que, después del 8-D arderá
Troya y, como una consecuencia de su planteamiento, se acabó Maduro.
Zas, el golpe va. No más Maduro y ¿qué irá hacer con él? ¿Se lo
entregará a los yanquis? ¡Ay Capriles, dónde te irás a meter!


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Esteban Rojas


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