Carta abierta a Modaira Rubio por su infame condenación de nuestros desaparecidos programas de opinión

100% en defensa de Alberto Nolia

Imagino que usted no acepta tampoco críticas, pero tratar a nuestros preferidos conductores de programas de opinión televisivos o radiales de oportunistas políticos es un insulto enorme a la profesión de comunicador social, así como a toda una orgullosa y extensísima audiencia.

Es, realmente, difícil creer que usted sepa lo que está diciendo. Porque, según esa lógica muy de Usted, respecto a todo aquel que conduce un programa de opinión, es casi mejor que propiamente no opine. Parecen, en cambio, ser de su preferencia (siempre muy suya) los lectores de teleprompter, aquellos repetidores
de opinión de la fantasía orwelliana, salidos de un romanticismo futurista que usted pronostica tan profilácticamente. ¿Quizás serán sus propios ojos y oídos, los muy suyos, aquellos que ejercerán el control de la opinión en nuestro proceso en el avenir? ¿No estará Usted padeciendo una crisis pre-nostálgica por un puesto semejante? es verdad, cada quien va construyendo su mundo, y siempre llega el
indecente momento de esos lapsus de confesión involuntaria. Todos somos humanos.

Gracias, sin embargo, por indicarnos, aunque no nos era menester, la existencia de un bloque fascista al mando de nuestros medios, muy gentil de su parte. El Señor Nolia, lamentablemente, sabe demasiado bien lo que dice y, aunque Usted parezca tener oídos selectivos que sólo oyen frecuencias convenientes (genial dispositivo), el Señor Nolia también siempre explica de forma suscinta, pero suficiente, sus propósitos. Repórtese por favor a la grabación del programa al cual usted se refiere, y oiga por primera vez las verdaderas frecuencias:
se sorprenderá.

Respecto a la Ley (que ahora Usted cita para basar su ataque) por el Derecho de la Mujer a una Vida sin Violencia, el Señor Nolia aplicó lo que en filosofía es conocido como una reductio ad absurdum de dicha ley, o prueba por contradicción, lo cual es un argumento lógico en el que damos por cierta una premisa para luego derivar de ella una consecuencia ridícula, poniendo en evidencia que originalmente la premisa debe ser errónea pues dembocó en un resultado absurdo.

Según la ley de la no contradicción, una proposición no puede ser al mismo
tiempo verdadera y falsa, y cuando una contradicción deriva de una premisa dada se debe tener entonces a esta última como falsa. Si de un grupo de premisas resulta una contradicción, al menos una de estas premisas es falsa.

Eso es lo que ocurrió con el análisis del Señor Nolia: al menos una de las premisas inscritas en la Ley por el DMVSV, por muy buena voluntad que ésta ley albergara, dió lugar a una contradicción, la cual presentó mediante una reductio ad absurdum, método ampliamente empleado por Aristóles. Pero usted no está acusando al Señor Nolia, nisiquiera, de sofista, es decir, de practicar un uso inapropiado o una manipulación deshonesta de las herramientas intelectuales: Usted lo acusa de no conocer la ley.

Ahora -y Usted me concederá-, lograr operar una reducción al absurdo a partir de algo que se ignora es todavía mucho más difícil, casi milagroso. ¿Será que Alberto Nolia tiene poderes sobrenaturales? Porque lo que sí es indudable es que reductio ad absurdum hubo. Lo cual implica que al menos dicha ley, para hablar en criollo, tiene también su rabo de paja.

El problema de las leyes es que no puedenser utensilios de una universalidad restringida, ellas son los objetos más delicados de la creación humana: o son universales o no lo son en absoluto. El principio de justicia y el de igualdad se
contienen uno a otro y no hay maroma posible que los desligue, pero del intento humano por desligarlos no nos faltan historias.

El padre de Bolívar en materia jurídica y republicana, John Locke, opuso el
concepto de la tolerancia de las leyes a la opulente y abstracta rigidez con que el siglo iluminista confió en su poder para atribuirse un carnaval de leyes llamadas racionales.

De todas formas, Señora Rubio, dar su opinión respecto a nuestras leyes, hoy en día, no es ilegal en nuestro país. Al menos hasta ahora, cuando Usted pretende informarnos de lo contrario.

También sepa que los verdaderos líderes del pueblo son aquellos que se ganan
su confianza, y que Usted insulta infinitamente a nuestro pueblo sugiriendo que éste vende su simpatía por un simple efecto de pantalla.

Si Usted teme por una baja en popularidad -lo cual parece evidente- de nuestro principal líder a causa de programas como Los Papeles de Mandinga y Dando y Dando, déjeme reconfortarla Señora: esos programas en realidad sólo ayudan a mantener la simpatía por Chávez allá en el mismísimo cenit de nuestra revolución.

Considere seriamente repensar sus palabras, y sobre todo abandone su pudor,
Venezuela es un país de espacios libres donde la juerga y el coloquialismo tienen su puesto muy bien ganado en el proceso, y pare también de pretender connotar sexismo en el discurso Noliano.

Las opiniones de Alberto Nolia son otras y de hecho muy valientes, sobre
Uribe y el narco tráfico para-amerogringo, o sobre la Fiscalía General y el alcalde Barreto, y siempre han estado sustanciadas por hechos; nada indica que se trate de una manipulación de su parte para ganar o, según Usted, robarle audiencia al Presidente. Perdóneme, pero un despropósito más ridículo es difícil de imaginar, sobre todo viniendo de alguien que se presenta en defensa de los intereses de la
revolución. Es muy posible, sin embargo, que Usted esté más bien defendiendo otros intereses que los que pretende, especialmente si usted tiene relación con altos funcionarios susceptibles de caer tarde o temprano (o ya haber caído) en un de las bocas más implacables de nuestra lucha, la del impecable Alberto Nolia. (Hmm, y qué raro que no haya atacado Usted también a la Hojilla). Dígame, ¿no
le da vértigo haberse lanzado solita a hablar en contra de Los Papeles, en medio de los millones que vendrán a movilizarse en su favor? Hay que reconocer su coraje a pesar de todo, y además Usted está en su derecho. Pero ya veremos si en este país la gente todavía se chupa el dedo.

xavierpadilla@9online.fr


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Xavier Padilla


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