Venezuela, New York Times, Almagro, Grupo de Lima

Los acontecimientos recientes refuerzan la opinión que emití hace algunos días en el sentido de que la probabilidad de una intervención militar inminente en Venezuela es muy baja, por este año creo que podemos esperar una Navidad en paz. El año que viene ya se verá.

Las contradicciones en el seno de los enemigos externos del país son evidentes, parecen un calco de la situación de la oposición venezolana, con todos sus factores tirándose de las greñas políticas, difiriendo en las tácticas aunque compartiendo la misma estrategia: derrocar a Maduro y dar al traste con la Revolución Bolivariana, con el imperialismo norteamericano a la vanguardia.

Empecemos con el reporte del Comité Editorial del New York Times, publicado en ese diario el pasado día 12 del mes en curso ("Stay Out of Venezuela, Mr. Trump"). Este texto editorial refleja, primero que nada, las profundas contradicciones actuales que se desarrollan en la potencia del Norte, con altas cotas de polarización y de impopularidad de Donald Trump, un colosal obstáculo para que pueda iniciarse alguna intervención militar de Estados Unidos en el mundo, a menos que convenza a algún aliado o se den las condiciones para una coalición internacional, ambas posibilidades minimizadas por los errores que viene cometiendo la administración de Trump en el plano geopolítico.

El NYT plantea, primero que nada, una posición supuestamente de "principios", al acotar que "es inquietante que Donald Trump y sus asesores tomaran la decisión correcta por las razones incorrectas: la falta de confianza en que los conspiradores tuvieran éxito en una operación riesgosa, y no la preocupación por la idea de una intervención en sí misma". Sin embargo, más adelante el diario neoyorquino muestra una preocupación mucho más pragmática: "¿quién quedaría a cargo en caso de un proceso de transición política? ¿Qué tipo de gobierno aspirarían a instalar?". Este es el mal sabor que ha quedado después de las intervenciones, directas o indirectas, en países como Ucrania e Irak, que han generado mayor inestabilidad y problemas que los que se pretendía resolver. En Venezuela, esa angustia de la derecha exógena se ve multiplicada ante la realidad de una oposición casi inexistente, desmembrada, atomizada, acéfala y absolutamente incapaz, por ahora, de ninguna otra cosa que no sea la aventura terrorista, expediente en el cual no han conocido más que el fracaso.

El NYT refiere además la dolorosa historia de las intervenciones yanquis en América Latina y el Caribe, que -y esto lo acoto yo- ha acentuado el de por sí ya tradicional espíritu antiimperialista de los pueblos del continente, alimentado por el pensamiento de nuestros héroes históricos encabezados por Simón Bolívar.

También apunta el diario a la imagen negativa que proyecta Trump en el mundo, al opinar que "El presidente de Estados Unidos no tiene mucha credibilidad ni buena voluntad para trabajar con la región mientras esta busca una solución a la pesadilla venezolana".

Por supuesto, el NYT bendice otras formas de intervención por las vías diplomáticas y sancionatorias,

Pocos días después de publicada esa nota editorial, se aparece Luis Almagro con su declaración promotora de la intervención militar en nuestro país. Este tipejo, enfermo de odio hacia la Revolución Bolivariana, promueve el desangramiento violento de Venezuela, mientras habla de "ayuda humanitaria". Pero a su cinismo le salió muy rápido el tiro por la culata. Debe haberse sorprendido cuando el mismísimo Grupo de Lima le salió al paso a su declaración belicista, en un comunicado en el cual se expresa "su preocupación y rechazo ante cualquier curso de acción o declaración que implique una intervención militar o el ejercicio de la violencia, la amenaza o el uso de la fuerza en Venezuela". Por supuesto, esto no es un reflejo de algún escrúpulo de estos gobiernos, que no dijeron ni una sola palabra condenatoria tras el magnicidio frustrado contra Nicolás Maduro. Es solo conveniencia, posición táctica de gobiernos impopulares agobiados por sus propios problemas, rechazados por sus pueblos, que no están en condiciones de embarcarse en ninguna aventura bélica, menos en Venezuela, donde los recibiríamos a plomo limpio, tal como ellos lo saben.

También se pronunció, en ese mismo sentido aunque por razones diferentes, el presidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (Copppal), el dominicano Manolo Pichardo, quien afirmó que "El actual jefe del organismo regional no guarda las formas al asumir posiciones contrarias a los Gobiernos que no son de las simpatías de los Estados Unidos y actúa de manera complaciente a favor de aquellos que proceden bajo los intereses de aquel país".

Así pues, el insufrible Almagro quiso hacer una gracia y le salió una morisqueta, sumando un fracaso más a su incontrolable inquina contra Venezuela, que tiene varios episodios fallidos en la OEA. El "pobre" está siendo víctima de la profundas contradicciones entre sus socios de la derecha, tanto venezolana como internacional, y que les atan de manos frente a un país como el nuestro, que pasa por muchas dificultades pero gobernado por una fuerza política masiva que se ha manejado con habilidad y entereza, y sobre todo con demostrada decisión de hacer respetar el sagrado suelo de la Patria.

Claro, y como siempre digo, de cualquier malla sale un ratón. No podemos dormirnos en nuestros laureles ni bajar la guardia frente al tigre de papel, que sigue siendo fuerte y agresivo, a pesar de sus múltiples problemas.



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Néstor Francia


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