Mario Silva, o su sombra...

Pareciera que a usted, estimado Mario Silva, con el fin de ganar votos para la revolución, ya no le importasen los medios para obtenerlos. "Después veremos", ¿no es eso?

Pues verá usted: me viene a la mente una ocasión en que el populismo más procaz se hizo grotescamente presente en su programa. Sólo se trató de un detalle, algunos dirán, pero uno en el cual vimos cómo usted muy selectivamente es capaz de dar voz prioritaria a aquellos entre los presentes que tienen el más fanático perfil. Y no, no todo en la guerra se vale, especialmente los tiros por la culata de nuestros... principios.

Claramente usted busca, como todo buen conductor, "efectos" y selecciona meticulosamente todo cuanto presenta en su programa. Pero abrir el mismo con una dama de obvios rasgos histérico-religiosos, en pleno estado de delirio crístico-sangral, y azuzarla a conjurar la rodilla del presidente, no es otra cosa que usar del oscurantismo más retrógrado en nombre de la revolución (que es "evolución"), y ello con la intención amarillista de propiciar un instante de exaltación colectiva (en honor a la ignorancia), y traducirlo en votos.

Pero usted nos dirá, con toda seguridad, que fue sólo una muestra de la "expresión popular ambiente", y que ésta siempre dará fuerzas a la revolución. Es probable que a usted ya no le importe echar mano de cualquier cosa, camarada, con tal ganar la guerra. Mas dicen los que saben de esto, que ello, "lo que sea", nunca basta para ganar con certeza, mucho menos en forma duradera.

En cuanto que usuario, lamento pensarlo pero usted da la impresión de nadar desde hace algún tiempo en una viscosa demagogia populista; como vemos, es capaz de usar de los lastres más negativos de nuestra cultura y de nuestra historia para hacer con ellos un "show" en el que se aticen los peores fanatismos, asociados automáticamente a una absurda deificación del presidente y, por lo tanto, altamente contraproducente. Apuesto que jamás le ha pasado por la mente limitar en su programa estos fanatismos en lo posible, sino todo lo contrario. Es decir, apuesto que para usted éstos serían, si acaso, ante todo un valor mediático, y por tanto positivo. Sí, usted parece definitivamente muy ganado por las virtudes del hecho mediático, al punto hacer de todo un medio posible, incluso aquello que muchas veces contradice a la revolución, la cual es el fin. Un fin al cual no se puede llegar, como usted debería saber, por todos los caminos.

Luego, aparecen las equivalencias indeseadas, las desafortunadas comparaciones que resultan, cuasi inevitablemente, en virtud de las "formas" que usted atesora. Como antaño lo hiciera el conquistador, mediante la idolatría y la ignorancia, se estaría manipulando hoy, en plena revolución, nuevamente a las masas. Si no, ¿por qué devolverle entonces al pueblo la imagen sublimada de sus propias miserias, y no la de sus virtudes potenciales de transformación? Diríase que, para usted, una bien intencionada lumpenización del pueblo, por parte de la dirigencia revolucionaria, es más útil a su liberación. Hmm...

La revolución que usted pregona para él de esta manera, pareciera habérsele convertido al "señor de la noche", por esta vía, en un objeto ella misma de agorería y pastoreo. Es entonces cuando el humanismo deviene la excusa. Y es que usted, quien dice saber tanto de medios, al parecer se ha propuesto operar también un milagro, el de convertir en medio a la revolución misma, transmutarla en una prodigiosa encarnación llamada "propaganda"; y por ende conferirle la idéntica misión de persuasión que la inducción controlada desempeña en el inconsciente colectivo. Bello designio.

En otras palabras: panfletizar a la revolución, convertirla en un nuevo consumo, hacer de ella misma un fetichismo de masas (¡vaya reciclaje de la ciencia de Marx!); pero uno donde lo único consumido por el pueblo, por el presunto protagonista de ella, sería la idea...

Existen muchas formas de echar a rodar todo por el camino equivocado, camarada, de legitimar el vehículo en el que viajasen por siempre los secretos estratégicos de la dirigencia, insospechados por la gente; o en que viajasen las razones de Estado hacia sus políticas sin nombre real definido, o de realidades innombradas. Por supuesto, aludo a Becerra, a Conrado, a Sabino. Pero también una de ellas es la propaganda, cuya práctica sistemática, desde la holgura de pudientes trincheras como la suya, peoniza la inspiración original de un proyecto social digno y convierte a los individuos en esclavos nominales de una revolución que repudia la autocrítica, o en futuros eunucos del discernimiento. 

Espero no se haya usted entregado sin darse cuenta a la defensa incondicional de un aparato político en el cual haya quedado atrapado, bajo su propia gorra, por las circunstancias; uno que de ahora en adelante sólo se protegería a sí mismo, que viviría para sus propios intereses y que mentiría al pueblo con tal de mantenerse en el poder, pero no tanto atornillándose en él sino cada vez más confinándose a un sordo y calamitoso autismo (con la ayuda de rebaños creados a la medida, inducidos en la ignorancia, crédulos, fanáticos, votantes, a los cuales sobre todo nadie en el poder consciente —como usted—, sapiente e ilustrado —o "cuadro", por lo cual sin duda se tiene— diere nunca demasiadas luces).

Puede llamarme purista, extremo-izquierdista, ortodoxo-marxista, vano escribiente, o bien puede auto-congraciarse como siempre detrás de su legendario y honorable título de bachiller marginal, el cual ni siquiera obtuve... Lo cierto es que sé que usted ya sólo tiene capacidad para llamarme escuálido...

Por eso, ni siquiera vale la pena recordarle a Samán...




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Xavier Padilla


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