Desarticular la estrategia estalinista, reafirmar el proceso popular constituyente

Las últimas declaraciones y el testamento de Lenin dejaron claro que el rumbo de la revolución bolchevique, requería de algo muy parecido a un proceso de revisión, rectificación y reimpulso revolucionario, dado el acelerado proceso de deformación burocrático-despótica de aquel proceso. Lenin no pudo neutralizar la conspiración estalinista, finalmente Stalin y su camarilla, lograron apoderarse de la estructura del Partido-único y del Estado soviético cuando ya funcionaban, de manera subordinada y como correas de transmisión, los soviets y frentes de masa de obreros, campesinos, soldados, intelectuales, sectores medios, e incluso los organismos de pequeños y medianos propietarios rurales y urbanos.

La maquinaria despótica estalinista con su lógica expansiva, comenzó sus acciones desde un pequeño núcleo de comando, propaganda y operaciones de control político, para lograr extenderse sigilosamente por el entramado de la revolución rusa. Sembró la tesis de la conspiración de “social-traidores”, “infiltrados” y “saboteadores” para, en un manipulado clima de opinión, confundir en una suerte de “gran saco”, no solo a la real amenaza imperialista y reaccionaria, sino a todos aquellos sectores y corrientes revolucionarios que no compartían, ni la forma ni los contenidos de la política estalinista. Tratar de asociar a corrientes y figuras revolucionarias con la contra-revolución era parte del expediente de las purgas estalinistas, entre cuyos objetivos estaba atomizar cualquier contrapeso organizativo o político a la fracción estalinista.

El análisis histórico de este proceso de degeneración burocrática y despótica es cada vez más necesario, para evitar su reproducción en la revolución bolivariana. Pretender copiar el modelo soviético, el marxismo fosilizado y vulgar, la ortodoxia doctrinaria, el discurso de aparato, derivará en graves dislocaciones políticas y sociales, debilitando finalmente el proceso nacional-popular bolivariano. Un proceso revolucionario constituyente, con potenciales y proyecciones transformadoras significativas, con una matriz nacional, popular y democrática consolidada, pretende ser conducido a un derrotero radicalmente distinto al proyecto estratégico y la esperanza trazada por los principios, valores y derechos fundamentales consagrados en la Constitución Bolivariana de 1999.

Incluso, desde este núcleo estalinista se descalifican las disposiciones fundamentales del Estado Democrático y Social contenidas en el texto constitucional. Pretenden sustituirlas por un entramado normativo completamente semejante a las doctrinas burocrático-despóticas del “Estado Socialista”, típicas de la ideología soviética de la fase estalinista y post-estalinista. Nuestra República Bolivariana no es un Estado configurado desde la ideología soviética del “Estado Socialista”, sino bajo la concepción revolucionaria del Estado Democrático y Social, Participativo y Protagónico, de Derecho y de Justicia. Y las formas de gobierno comunales son parte del la profundización del Estado democrático. No se trata de ideología soviética, sino de la doctrina bolivariana para una revolución que profundice la democracia social, protagónica y participativa. ¡Sin confusiones ni contrabandos ideológicos!

Hay síntomas de apuntan a la existencia de núcleos políticos de estirpe estalinista, que manejando los reales intereses creados por grupos de poder económico, avalando “el Capitalismo de Estado” y apoyados por una enquistada “burguesía de Estado”, conformada por redes de contratistas, financistas, por el control de empresas públicas estratégicas, parten de la premisa de que la revolución bolivariana tiene que replicar y ser conducida con “calco y copia” incorporado, a una suerte de modelo soviético tropical, favorable al estatismo autoritario, adornado, adocenado, parcialmente enmascarado, donde se administran críticas menores a la experiencia de la URSS.

Se parte del falso supuesto de que ya existe la “teoría revolucionaria”, que el “modelo socialista” debe ser aplicado, que lo que falta es un “centro de dirección y organización centralizado y compactado”, con una ideología revolucionaria que desconoce la diversidad propia de la matriz nacional-popular revolucionaria, que es la que hunde sus raíces en la matriz de resistencia popular indo-afro-mestiza subalterna, socialmente discriminada y políticamente excluida en la historia dominante. Se habla de una supuesta “teoría revolucionaria”, que utilizando las plantillas de una identidad proletaria inexistente, borran la propia conformación socio-diversa del sujeto popular-subalterno venezolano, de las multitudes populares explotadas y dominadas, asentadas en territorios urbanos, rurales e indígenas. Es allí donde cobra sentido hablar de “clases trabajadoras venezolanas”, sin invocar un proletariado euro-céntrico, desfasado y des-arraigado. Se trata del pueblo-nación subyugado por formas múltiples de opresión y discriminación. De una nacionalidad ofendida en su autodeterminación y libertad por el imperialismo norteamericano. Sin necesidad de plantillas euro-centradas, dogmas marxistas vulgares, estereotipados y cerrados a su reformulación radical desde el llamado de Robinsoniano de “Inventar o errar”.

Si de nueva espiritualidad revolucionaria se trata, es en la conciencia de la liberación comunitaria y popular latinoamericana, en sus saberes de insurgencia, en las teorías críticas emergentes, donde hay que buscar los mapas, no en los manuales de la URSS. No hay “catecismo socialista” a ser aplicado, ni una línea de “psicología política de masas”, para ir diseminando bajo la táctica de la mancha de aceite, el “modelo socialista auténtico, correcto y verdadero”. Lo que una estrategia de corte estalinista, despótica, anti-popular y anti-democrática supone, es nada más y nada menos que el derrumbe del proyecto nacional-popular, contenido en la Constitución de 1999, incluyendo las premisas de la democracia participativa y protagónica, la carta de derechos humanos, sociales y culturales más avanzada del mundo, la liquidación de la revolución democrática constituyente, para impedir la construcción del socialismo democrático, nacional-popular y anti-imperialista desde abajo.

No hay nada más alejado a la Constitución soviética de 1936, ideada por la camarilla estalinista, que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999. La mentalidad burocrática, propia del colectivismo despótico, ha reclutado a viejos cuadros del dogmatismo y defensores de la ortodoxia soviética, con la abierta finalidad de luchar contra los nodos de pensamiento revolucionario que asuman la tesis de la “crítica radical socialista nuestro-americana”, desde la afirmación del campo nacional, popular, democrático y revolucionario. La operación estalinista comienza desde algunos núcleos de la dirección del Estado, con fuertes palancas de presupuesto público, intentando disciplinar, encuadrar, mediatizar, controlar ideológicamente a los movimientos sociales, sindicales y populares que han impulsado el proceso popular constituyente venezolano.

Incluso se elabora una línea de ataque a las organizaciones políticas antiimperialistas, populares y socialistas de la alianza revolucionaria, sobre todo a aquellos factores que han planteado voces críticas en el seno del PSUV y a posiciones de autonomía intelectual, política y organizativa (PPT, PCV, UPV, Tupamaros y otros). La mentalidad de “partido único”, de “pensamiento único”, de “monopolio de la línea política correcta” es parte del ideario del núcleo político estalinista. Se muestran partidarios de los dogmas más conocidos de la ortodoxia: partido único, centralismo burocrático, estatismo, subordinación de los movimientos sociales, sindicales, populares y de los frentes de lucha a organismos centralizados y verticales, teoría revolucionaria como dogma de un pequeño grupo de decisión, propaganda difusionista, énfasis en la “moral represiva”, rechazo de la conciencia de la liberación social, subordinación de los “derechos humanos” (vistos como parte de la ideología burguesa) a los “deberes socialistas” (conciencia revolucionaria correcta), estilo de mando calcado de estilos militaristas, uso de la teoría social funcional-burguesa de la “desviación ideológica”, con el objetivo de controlar políticamente a voces críticas, silenciar diferencias de criterios, neutralizar el debate, practicar el marcaje social con estigmas, criminalizar e instalar formas de atomización y un nuevo conformismo social. Han llegado incluso a diseminar sutilmente la tesis de quién desafíe la línea política correcta debe ir preso.

El mayor peligro reside en que, bajo el llamado público al culto a la personalidad del Presidente Chávez, se disemina la estrategia estalinista, enmascarando su estrategia de poder a partir de la adulancia, sobrestimando la tesis de la cadena “Líder infalible – centro organizador único - Estado Socialista”. Una simple copia del estalinismo, del colectivismo despótico, diametralmente opuesta a la tesis revolucionaria del “Poder Popular - Frente Social y Político del sujeto-nacional/popular - Programa Revolucionario - Liderazgo Revolucionario”; es decir, “mandar obedeciendo al pueblo”, al poder constituyente para la democracia protagónica del pueblo como base de la construcción de las formas de gobierno comunales.

Bajo un disfraz revolucionario, se aplica entonces la impostura de la estrategia estalinista y su bonapartismo regresivo. La discusión fundamental de la transición al socialismo, no es solo Socialismo o Capitalismo, sino además es deslindar campos entre la democracia socialista del sujeto nacional-popular para avanzar, o el estalinismo de la burocracia de estado para retroceder y fracasar. Es la democracia socialista, la estrategia socialista democrática lo que esta en juego ante la estrategia estalinista soterrada. La revolución democrática y socialista debe seguir avanzando por un rumbo trazado por la participación de las multitudes populares, por las mayorías electorales en frente de movimientos sociales y populares, apoyando la conducción revolucionaria de Chávez desde la crítica socialista, para consolidar las políticas públicas de justicia, inclusión y bienestar social, la democracia integral, social, sustantiva y participativa., desde formas de pensamiento crítico socialista que respondan a las demandas democráticas del movimiento campesino, obrero, estudiantil, profesional, intelectual, indígenas y religioso. Para profundizar la economía mixta de carácter dominante socialista, impulsando formas de propiedad no monopólicas, combatiendo la corrupción, la ineficacia, el burocratismo. Y sobre todo, construyendo una auténtica ética de liberación, de alteridad, justicia y solidaridad revolucionaria.

¡Contra la Barbarie, Democracia Socialista!

Corriente histórica por la Revolución Democrática, Socialista, Intercultural y Ecológica.

www.saberescontrahegemónico.blogspot.com
jbiardeau@gmail.com


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Javier Biardeau R

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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