Xenofobia “Rusia para los Rusos” II

La desintegración de la Unión Soviética representa uno de los fenómenos políticos más trascendentes del siglo pasado. La perdida del bloque Oriental se traduce en el desequilibro político, económico, social, estructural, y militar más relevante de la historia y evolución de las sociedades en el contexto histórico.

La hegemonía de un país sobre las repúblicas que conformaron la ex Unión Soviética es, sin lugar a dudas, una de las variantes poco analizadas en la xenofobia que hoy ocupa un papel preponderante en la sociedad rusa. La imposición de una lengua, una cultura a las minorías étnicas, es la efervescencia que contribuye a la autodestrucción natural de la gloriosa madre Patria de Máximo Gorki, un odio represado que hoy, a través de la desidia de las autoridades rusas, se propaga y se alimenta en los jóvenes “cabezas rapadas”, grupos neofascistas que perpetran crímenes ante la mirada permisiva del sistema judicial ruso.

Como ejemplo emblemático, un ciudadano ucraniano prefiere solicitar una visa venezolana en nuestra delegación diplomática en Polonia, antes que solicitarla al Estado ruso y apersonarse en nuestra sede diplomática en Moscú, los agravios y humillaciones en muchos casos a los que son víctimas los Ucranianos en Rusia, los obliga a viajar a Polonia.

La vida subterránea (el metro) en Moscú es una de las vías predilectas para que los milicianos descarguen todo el odio visceral que sus extrañas expelen para detener a ilegales. La solicitud de documentos que demuestren su condición legal a todos a que por condición natural, no son blancos, lo vejan y humillan.

A raíz de la desintegración de la URSS, las repúblicas que conformaron la Unión, desprovistas de medios para su desarrollo económico, la pobreza y las condiciones en algunos casos infrahumanas, han provocado la migración hacia Moscú en busca de un trabajo que les permita garantizarse el sustento tanto de ellos como el de sus familiares a través del trabajo honesto. El revés y la gran mentira del desarrollo de la economía rusa (siete millones de barriles diarios de petróleo) incita esa migración hacia Moscú, el capitalismo voraz sólo se concentra en dos ejes de Rusia, Moscú y San Petersburgo (ayer Leningrado) el resto de la población padece las vicisitudes propias de la infame distribución de las riquezas. No hay bienestar social visible, el deterioro en la calidad de vida es elocuentemente palpable.

Los moscovitas, ante el avance de las migraciones, arremeten de manera inmisericorde en contra de las minorías étnicas, puede entenderse como un proceso lógico de supervivencia, donde la competencia por los puestos laborales es inclemente.

El consumismo como eje central de la hoy economía rusa, es factor determinante en la feroz batalla, ayer los Soviéticos poseían un alto poder adquisitivo, pero poco que comprar, hoy los rusos tienen mucho que comprar, pero no tienen poder adquisitivo. Las políticas económicas del otrora poder soviético y el socialismo de estado contribuyeron al desequilibrio social y económico que acabaron con el bloque oriental en su conjunto, la destrucción total del poderío soviético.

La supremacía rusa hoy es una de las razones fundamentales que motivan la xenofobia, las luchas étnicas contribuyen como caldo de cultivo a la prevalecensia de distorsiones que en el calor de sentimientos de odio represados crean las condiciones necesarias para el afloramiento del racismo y la batalla por la supervivencia.

La deshumanización es total, los valores morales se centran en el consumismo, la deshonestidad es, sin lugar a dudas, una virtud. El choque emocional es en demasía frustrante, la decepción de entender cómo un sistema político no entendió las necesidades básicas de una población ávida de respuestas a sus exigencias, y por supuesto, ante el avance y el desarrollo tecnológico. Las restricciones de las que fue victima la sociedad soviética, la mala praxis de la aplicación de la ideología marxista-leninista, la falta de reconocimiento del carácter dialéctico del desarrollo de las sociedades, la dialéctica como ciencia de los cambios, pero sin aceptar los cambios intrínsecos que de por sí estaban inmersos en su conceptualización. Errores que hoy vemos plasmados en las desigualdades sociales, en el hambre de pueblos, en la xenofobia de un país que ayer nos enseñaba acerca del internacionalismo proletario.

Sería mezquino no reconocer que a los extranjeros que ayer nos tocó vivir en la virginidad de la URSS, fuimos parte del problema, nuestra cultura, nuestros vicios consumistas propios de occidente, provocaban un vacio y la curiosidad del soviético de ayer. Las conductas impropias de algunos crearon resentimientos que hoy se traducen en visos de racismo. Tiendas exclusivas para extranjeros y diplomáticos, acceso a los hoteles sólo para personal extranjero. ¿Por qué ser extranjero en tu propio país¬¬? Las secuelas de esos vicios hoy se plasman en sitios exclusivos para rusos, donde los extranjeros no tienen cabida. Fuimos los extranjeros parte del problema, pero no el problema, no dictábamos las reglas de juego.

La xenofobia hoy es en Rusia, como la droga para un drogadicto, la única forma de superarla es reconociendo que se es drogadicto como paso previo a su posible recuperación, Rusia debe reconocer la xenofobia como un problema de Estado, antesala para su erradicación.

La xenofobia es asunto a resolver, todo lo demás es problema de Rusia y de los rusos, su sistema político, su autodestrucción, el hambre, la miseria, la pobreza de sus ciudadanos, sus valores, antivalores y sus luchas.

Hoy entendemos que no le debemos nada a Rusia y Rusia no nos debe nada, estamos tablas. Rusia dejó de pertenecernos, Rusia es de los Rusos. La nostalgia hoy no es Rusia, aquella que pretende borrar la historia de un plumazo, la nostalgia es Soviética, la humana, la solidaria, la internacionalista.

Patria, Socialismo o Muerte
Venceremos


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Ricardo Abud

Estudios de Pre, Post-Grado. URSS. Ing. Agrónomo, Universidad Patricio Lumumba, Moscú. Estudios en Union County College, NJ, USA.

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