Retrato de Chile

Invierno de 2007. El 29 de agosto hubo un paro general llamado por la Central Única de Trabajadores, la histórica CUT. Hacía muchos años que esto no ocurría. Ese día las televisoras se empeñaron en repetir la noticia de un supuesto descenso en el desempleo. En los semáforos de las ciudades, decenas de personas se apuran en ofrecer sus improvisados espectáculos circenses, o, simplemente, piden permiso para limpiar los parabrisas de los vehículos. Ellos no son censados por las consultoras.

Un grupo de trabajadores que se manifestaban fueron brutalmente reprimidos por la gendarmería. Algunos que fueron detenidos dentro de un autobús militar, recibieron una lluvia de golpes por parte de los uniformados. Tremenda humillación. Impedidos de ejercer su derecho a la protesta, privados de su libertad, y, encima, apaleados por unos hombres iguales a ellos, semejantes y compatriotas.

En las calles la gente comenta molesta pero siempre entre dientes, que el precio del pan ha llegado a niveles exagerados. Dos dólares por kilo es demasiado para la mayoría de las familias chilenas que usan este alimento diariamente y que tienen que mantenerse con unos trescientos dólares por mes. Hace pocos días la electricidad sufrió un incremente del 20 por ciento, y vaya que ya era alta. El litro de combustible para carros ronda los dos dólares y una entrada en el cine cuesta el doble que en Venezuela. Irónicamente, en un país donde la poesía nace sola de la tierra como la papa, un libro del magnífico poeta Gonzalo Rojas, en formato sencillo, vale 80 dólares. Impagable.

En este Chile de hoy, la brecha social hace estragos con los derechos humanos en materia social. La salud es casi inaccesible para las mayorías desposeídas y aún para la golpeadísima clase media. La privatización carcome el tejido social chileno en todos sus ámbitos. Una carrera universitaria puede significar el endeudamiento de por vida para una familia modesta. El semestre en una universidad de mediano prestigio alcanza la grotesca suma de 500 dólares mensuales. Cada vez menos hijos de la clase trabajadora tienen derecho al estudio en educación superior.

Las calles urbanas están bastante deterioradas y en las poblaciones, que es como llaman a los barrios humildes, la cosa es mucho peor. Baches por todos lados. Se nota un fuerte deterioro de la vivienda popular y la gente advierte al recién llegado sobre sus temores ante el desbordamiento de la delincuencia. Santiago es una ciudad muy insegura y lo son también las ciudades del interior.

El paro general convocado por la CUT, tenía fundamentalmente una consigna reivindicativa. Se pide sincerar los salarios que llevan años rezagados respecto de los precios ni qué decir de las ganancias del gran capital que se ha adueñado de casi todo el sector productivo del país austral. Los movimientos sociales se solidarizaron con la acción sindical. Parece que la calle tiende a calentarse en lo que respecta a la lucha popular.

Este año se conmemora un siglo de la matanza de trabajadores ocurrida en Iquique el 21 de diciembre de 1907 y en 2008 se recordará el centenario del nacimiento de Salvador Allende. Chile sigue buscándose entre la decepción y la esperanza. No hubo ningún milagro. El neoliberalismo huele a muerto. Los dictadores y los más ricos también se mueren. Pero los pueblos no, los pueblos resucitan de sus cenizas. Sólo los pueblos hacen el milagro de la historia.

Es el invierno austral de 2007. Veo venir a galope un Manuel Rodríguez.

caciquenigale@yahoo.es


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Ildefonso Finol

Economista. Militante chavista. Poeta. Escritor. Ex constituyente. Cronista de Maracaibo

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