Multipolarismo o Barbarie

En sucesivas etapas, el poder norteamericano se ha ido adueñando de Europa. Gran parte del pensamiento europeo izquierdista europeo lleva más de un siglo cometiendo el error de pensar que la dominación de los Estados Unidos es una cuestión restringida al ámbito económico. Un ámbito (infraestructural) con sus derivaciones y reflujos superestructurales (dominación o colonialismo cultural). Pero un socialismo paneuropeo y soberanista no puede renacer ni tener futuro si no se arma con las herramientas intelectuales adecuadas para una revolución.

Las naciones europeas están a pocas generaciones de morir definitivamente, y su liberación no puede consistir en una mera sacudida economicista (cambios en la infraestructura para liberarse del neoliberalismo anglosajón) ni culturalista (reinvención de las patrias europeas, reclamando la prioridad de las lenguas europeas y rechazo de la animalización exportada por la "cultura" audiovisual y digital angloamericana).

Esa izquierda economicista, tanto como la izquierda culturalista son las dos caras de la misma moneda, dos aspectos de un idéntico error: el eurocentrismo.
La izquierda eurocéntrica posee una larga historia de déficits intelectuales. Ignora que todas las revoluciones europeas en contra del Capital han fracasado, si hacemos excepción de la revolución bolchevique en 1917, sobre la cual habría mucho que decir. La izquierda eurocéntrica desconoce la corrección que, "por la fuerza los propios hechos" debió sufrir el pensamiento de Marx por parte de los teóricos socialistas y comunistas. Son diversos pueblos del llamado Tercer Mundo los que derrotaron al imperio capitalista, los Estados Unidos.

Los pueblos "atrasados", de mayoría campesina e indígena, derrotaron a los ejércitos imperialistas y a las fuerzas reaccionarias armadas por los yanquis. Toda la historia reciente de Iberoamérica es una trágica y heroica muestra de lo que acabamos de decir. La derrota y huida de los soldados americanos en Vietnam (1973-75) quedará en los anales del hombre libre: campesinos pobres, apenas calzados con sandalias, vencieron al mayor ejército del mundo. Varias décadas más tarde, todo un rosario de pueblos heroicos resisten hoy en el ahora llamado Sur Global: el Capital siempre ha sido resistido, y siempre encontrará quien se le enfrente con lucha armada o resistencia cívica. El marxismo actualizado por las luchas soberanas en ese Sur global es el corpus cimero que puede aportar algo al soberanismo europeo. El camino no es el economicismo de sindicatos debidamente amaestrados y subvencionados, no es la corrección "socialdemócrata" o "keynesiana" del feroz neoliberalismo de la Unión Europea, importado de los americanos y por orden de los poderes atlantistas. El camino es el de la lucha soberana.

Si nos vamos a fijar, todos aquellos que se enfrentaron al imperialismo del dólar, éstos lo hicieron en nombre de la "Patria". Si el lector revisa las consignas anti-imperialistas, los carteles y pancartas de los luchadores del Sur Global (recuerdo aquel de "Patria o Muerte" en la Cuba revolucionaria), apenas se observan diferencias sustanciales entre Perón o Fidel o los demás caudillos que se enfrentaron al Imperio. Por encima de cuestiones doctrinales oficiales, los líderes anti-imperialistas de aquella generación de peronistas, castristas, guevaristas, sandinistas, todos sin excepción, tenían claro que la lucha de clases se encauzaba en sus patrias y por sus patrias a modo de lucha de sus pueblos respectivos en pro de su emancipación. Cuando un imperialismo atroz, como es el del dólar, emplea su ejército agresor y sus servicios secretos, amén de sus propios capitalistas, para esclavizar a pueblos enteros, estos, necesariamente, deben desarrollar (al menos en su fase revolucionaria) un sentimiento interclasista y nacionalista. La izquierda española y europea, tan sofisticada ella, desprecia toda mención "patriota".

La actual izquierda europea, en su mayoría colonizada por la ideología woke (es decir, liberal y norteamericana, como es el caso español de Podemos, Sumar, Compromís, etc.), ha abandonado incluso el discurso keynesiano o el socialdemócrata, y renunció hace tiempo a la lucha economicista. Es una izquierda falsa, principalmente identitaria y culturalista, que centra su agitación y propaganda en la mera transformación simbólica ("superestructural") de discursos, gestos e imágenes. Esta izquierda identitaria y culturalista es heredera directa de los abortos ideológicos emanados de las universidades americanas y el postmodernismo francés, que a su vez ha sido tamizado y aderezado por el complejo ideológico del Partido Demócrata de los yanquis y sus valedores de la izquierda liberal (Soros, Open Society, etc.). En España tenemos el triste y reciente recuerdo del ministro de consumo del gobierno de Sánchez, un tal Garzón, quien después de haberse destacado por un blog dedicado al marxismo se hizo ministro, y desde su altura de estadista declaró una "huelga de juguetes" en Navidad y día de Reyes Magos, para que así los niños se aparten de los estereotipos sexistas y belicistas. Esto, junto con el deseo de que los trabajadores y clases modestas dejen de comer carne, para mejor cumplir con la Agenda 2030, parece ser el ideario de una gran parte de la izquierda identitaria posmoderna. Se llama identitaria porque se aleja de la lucha de clases, así como de la lucha antiimperialista (que es la lucha de las clases oprimidas de cada nación y de cada pueblo contra el Imperio del Capital). En su lugar, los políticos profesionales de la izquierda identitaria ofrecen meras reformas cosméticas, cuando no insultos graves a la clase trabajadora, como por ejemplo, apoyar prebendas fiscales y de todo tipo para los ciudadanos de una región autónoma –por ejemplo Provincias Vascongadas y Cataluña- en perjuicio de las restantes. Otro tipo de identidades (sexuales, de género, de procedencia, de idioma, de adscripción ideológica, etc.) son alzadas en pedestales y elevadas en los altares para hacerse acreedoras de privilegios. Si una vez la izquierda, léase 1789, pretendió contar como divisa la abolición de los privilegios (primero privilegios clericales y señoriales, después, burgueses), hoy esta falsa izquierda del mundo opulento pretende la consagración de privilegios en función de una identidad la cual, además, acorde con la ideología posmoderna, dicen que es una identidad "construida socialmente". Los privilegios chocan contra todo ideal de República Federal, rompe la armonía entre pueblos y regiones.

La mayor parte de esa izquierda culturalista e identitaria está formada por elementos procedentes de la burguesía y el funcionariado que anhelan "hacerse un hueco" en la política como profesión. Carecen, muchos de ellos, en efecto, de profesión en el sentido estricto, y se han desconectado del mundo productivo porque viven de sus padres durante muchos años hasta que su tardía emancipación solo puede lograrse por medio de sueldos que les paga un sindicato, una ONG, un partido político o –como culmen de su carrera- la ocupación remunerada de un cargo electo. Cuando ese no es el caso, docentes, médicos, abogados o "activistas sociales" dicen representar a un "pueblo en lucha", un pueblo al que desconocen, y actúan a tiempo parcial, casi como un hobby, en nombre de colectivos supuestamente desfavorecidos. Concediéndoles la buena voluntad a la mayor parte de ellos, estos sujetos de la izquierda europea y occidental no han tenido contacto real y significativo con la explotación laboral, la opresión nacional o racial, el hambre y la guerra. Casi siempre son objeto de manipulación y movilización por parte del Capital. Siempre que emerge un populismo de derecha (con todos sus ribetes: xenófobo, racista, neofascista), las izquierdas woke e identitarias salen como por resortes a lanzar una contraoferta ideológica, no menos populista, basada únicamente en eslóganes y "discursos" que pretenden defender a colectivos especiales, nunca a la nación, al pueblo (en España, Pablo Iglesias hacía frecuentes referencias a "la gente").
En los discursos de Perón o de Fidel, lo mismo que en Chaves o, en la actualidad, Nicolás Maduro, siempre hay referencias a la Patria y al Pueblo. Si estos caudillos, sean de izquierda o sean de una "tercera posición" muy obrerista (caso de Perón) hablan sin tapujos de una izquierda nacional, y de una patria en lucha, no se debe a que ellos fueran sujetos políticos contagiados de un virus nacionalista peligroso. Más bien se debe a que estos caudillos revolucionarios lograron captar en las masas de sus respetivos países una necesidad de autodefensa anti-imperialista que era, al mismo tiempo, una necesidad de que las clases campesinas y obreras juntaran fuerzas con los restantes sectores de la nación para lograr su soberanía, condición indispensable para implantar un socialismo. El nivel intelectual de la izquierda revolucionaria iberoamericana alcanzó unas cotas que nunca pudo alcanzar la izquierda eurocéntrica de los PCs (algunos muy fuertes, como el francés o el utaliano), repletos de filósofos muy eruditos, pero perfectamente integrados en un sistema capitalista-burgués que les permite hablar de revolución siempre y cuando esta se posponga ad calendas graecas.

La caída de la URSS en 1991 enterró al zombi que ya era la izquierda pseudorrevolucionaria europea. El reformismo, el eurocomunismo, el determinismo economicista y tecnológico fueron vías muertas y castillos de naipes que desparecieron barridas por un huracán neoliberal que exultaba con la tesis del "Fin de la Historia" (Fukuyama). Muchas ratas abandonaron el barco con prontitud, y los PCs de la Europa occidental y opulenta se desplazaron hacia una socialdemocracia cada vez más liberal y cada vez más indistinguible de las opciones ideológicas y partidistas de derecha.

Han pasado los años y la ofensiva neoliberal no ha cesado, al contrario, vivimos en una situación que el profesor Andrés Piqueras denomina "golpe de Estado mundial". Allí donde el capital financiero (anglo-yanqui-sionista) considera que el gobierno de un país obstaculiza el proceso de acumulación-desposesión del capital o estorba los propósitos geopolíticos de su aparato de fuerza bruta, vale decir, el Estado y las fuerzas armadas estadounidenses, se desatan entonces las intervenciones violentas y las injerencias. Golpes de estado, invasiones, asesinatos selectivos, revoluciones de color, amaño electoral, creación de insurgencias, infiltración, cooptación de sujetos y grupos…Todo es válido, adaptándolo a las circunstancias de cada país, momento, situación, etc. La ofensiva neoliberal no ha sido frenada en el mundo opulento (Europa, Japón y "tigres asiáticos", Anglosfera) de manera significativa. Ese "Occidente" colectivo (que, como hemos visto incluye países geográficamente orientales) ha ido cambiando, incluso, su sistema de valores de partida, ha operado transformaciones antropológicas que van más allá de los cambios en las relaciones sociales de producción.

Este "Occidente colectivo" ha conocido un auténtico proceso de deshumanización. Acostumbrado a la opulencia hasta la crisis petrolera de principios de los 70 y la derrota yanqui en Vietnam, Europa y la Anglosfera comenzaron a tener conocimiento de la verdadera faz de las cosas. La clase obrera fue siendo doblegada hasta casi su liquidación: la primera derrota fue la imposición del reaganismo y el thatcherismo. El experimento neoliberal de Chile, manu militari y con técnicas genocidas espantosas, pudo aplicarse a las restantes naciones de América y Europa. Thatcher reprimió a los mineros británicos de forma no muy distinta a como hizo lo propio Felipe González con los mineros de Asturias y León, así como los trabajadores industriales de la siderurgia, los astilleros, la automoción, el campo, etc. En nombre de un "progresismo" (palabra comodín que puede ser empleada tanto por la derecha neoliberal como por los socialistas neoliberales) todo el legado ideológico, el conocimiento histórico de las estrategias de lucha y defensa de los trabajadores frente al capital, quedó laminado. Las porras de la policía, el dinero de las subvenciones y prejubilaciones y la colonización ideológico-cultural de los cuadros dirigentes contribuyeron al triunfo incontestable del neoliberalismo. Pero la campaña de terror de los años 90, como por envalentonamiento ante la caída del Bloque del Este, no fue sino la antesala de mutaciones neoliberales mucho más acusadas.

En 2008 tuvo lugar la gran trapacería del neoliberalismo. El gran capital financiero devoró y destruyó multitud de capitales públicos y privados en todo el mundo con el fin de "resucitarse" a sí mismo. Tal resurrección temporal se hizo a costa de grandes esfuerzos por parte de ahorradores, pensionistas y, en general, trabajadores y ciudadanos. Los trabajadores vieron intensificada su explotación, con salarios disminuidos y congelados, y, en su condición de ciudadanos receptores de servicios públicos, en casi todo el mundo occidental se padeció un recorte en el número y calidad de los mismos. Literalmente, el pueblo pagó los platos rotos de la deshonestidad, avaricia e irracionalidad del gran capital financiero. Un capital financiero que domina el mundo y domina y condiciona al capital productivo.

En su más reciente artículo, el profesor Piqueras ofrece una lista de las principales autoridades que hoy rigen el Occidente europeo. En todos ellos se observa una conexión más que evidente con los fondos inversores-saqueadores. Por encima de su procedencia nacional o su hipócrita defensa de los valores de la "democracia" y el "europeísmo", el capital yanqui-sionista es el que les aúpa y mantiene en esos puestos. Son los muñecos de un ventrílocuo: la voz que se oye procede de las entrañas ocultas de fondos y bancos de inversión sumamente opacos, blindados ante cualquier control democrático.

He aquí la lista que ofrece Piqueras, aunque recomendamos la lectura completa de este y de otros trabajos suyos:
"Emmanuelle Macron (Rothschild)
(Ocupó la presidencia francesa tras el golpe a François Fillon, al que se daba como más probable ganador de las elecciones presidenciales de 2017. Al final de la campaña Fillon dijo que Francia no debía seguir con la guerra sucia contra Siria. Esa misma semana se lanzó una supuesta contratación indebida de su esposa, y se catapultó a un personaje totalmente desconocido e insignificante como Macron quien, "lógicamente", ganó las elecciones. Sus políticas guerreristas y de seguimiento vasallo de EE.UU. son un hito a la contra de lo que fue la política exterior relativamente independiente de Francia).
Keir Starmer (Black Rock)
(El CEO de este Fondo buitre, Larry Fink, ha expresado en repetidas ocasiones su apoyo a Starmer, calificando su liderazgo como una "medida de esperanza" para la política británica. Sobran, pues, más comentarios).
Rachel Reeves (Black Rock):
(Ministra de Economía en el gobierno de Keir Starmer. Mantiene reuniones estratégicas con Larry Fink para "atraer inversión al Reino Unido").
Friedrich Merz (Black Rock)
(Trabajó directamente para BlackRock como presidente de su filial alemana. Es uno de los grandes propagandistas de la guerra y del sionismo).
Giorgia Meloni (Black Rock)
(Su gobierno aprobó que BlackRock adquiriera más del 3% de Leonardo, el gigante italiano de armamento).
Michel Barnier (Rothschild)
(Ex comisario europeo y negociador del Brexit. Asesor de empresas vinculadas al ecosistema Rothschild).
Alexander Stubb (Rothschild y Club Bilderberg)
(Ex primer ministro y actual presidente finlandés. Ha participado en reuniones del Club Bilderberg, donde Rothschild es uno de los actores financieros clave. Stubb no para de incitar a la agresión contra Rusia).
Christine Lagarde (Rothschild)
(Presidenta del BCE. Ha mantenido relaciones institucionales con los fondos de la casa Rothschild durante su etapa en el FMI y el BCE. Sus "políticas económicas de destrucción masiva" son de dominio público en Europa).
Ursula von der Leyen (Black Rock)
(La inefable presidenta de la Comisión Europea, tan corrupta como guerrerista y servidora evidente de los intereses de EE.UU. según ha demostrado todavía más en su último encuentro con Donald Trump, ha tenido vínculos institucionales con BlackRock. adjudicando un contrato de consultoría a ese Fondo para elaborar una guía "sobre inversiones verdes y sociales" -aunque hoy parece que esa agenda se está cambiando a marchas forzadas por la de "la inversión bélica destructiva", supuestamente antitética con la anterior-).
Mark Rutte (Club Bildelberg)
(Quizás tal vinculación pueda hacer entender algo más por qué Rutte se muestre como el mayor -¿sociópata?- sediento de guerra que ha tenido la OTAN entre sus secretarios generales, lo cual es ya de por sí decir una inmensidad)."
[Vide: https://andrespiqueras.com/2025/09/30/estamos-ante-un-golpe-de-estado-mundial/]

En el presente, los Estados Unidos se presentan, a todos los efectos, como el "Imperio del Caos" (Samir Amin, dixit). Ahora bien, como he defendido en mis libros, lo que la humanidad precisa, como vía legítima y urgente para garantizar su propia supervivencia es un "Imperio contra el Caos". Bajo la inspiración del economista marxista Amin, así como del pensador geopolitólogo Alexandr Dugin, defiendo la idea de que no hay supervivencia posible si no se crean uno o varios imperios que confronten el cáncer del Imperio anglo-yanqui-sionista. Esta es, precisamente la meta del policentrismo (si pensamos en una multiplicidad de centros de productividad y desarrollo económico y, en general, humano) y un multipolarismo, si trasladamos este concepto al ámbito estrictamente geopolítico (el poder redistribuido en la Tierra, el Mar, el Aire y el Espacio exterior).
Debemos trabajar seriamente en el proyecto de crear varios centros de productividad económica y de desarrollo humano (bienestar, cultura, construcción autóctona de derechos de los hombres) bajo las premisas de la no injerencia y del respeto de una auténtica legislación internacional (y no las "reglas" de matón de barrio al estilo trumpiano, pero no sólo trumpiano sino, en general, norteamericano). Las verdaderas leyes de un nuevo derecho Internacional no solo contemplarán el respeto escrupuloso de la soberanía de los estados –que incluye la no injerencia en asuntos internos- sino también la autonomía de acción y control de cada uno de esos centros de desarrollo, bloques autocentrados que busquen el bienestar y la justicia social en sus ámbitos internos. Serán verdaderos espacios autocentrados (antes que autárquicos) que podrán planificar a largo plazo sus propios designios transnacionales, pero dentro de su región. Iberoamérica, Eurasia, el mundo árabe y/o el Magreb, Norteamérica, China, India, el África Negra, Oceanía…Los países pequeños y medianos no podrán ser tratados nunca como colonias o vasallos, antes bien, serán socios que dotarán de sentido a la realidad de orden unitivo superior, siendo socios de pleno derecho en la unidad de cada uno de esos bloques amplios.
Entre un mundo fragmentado y enfermo de desigualdad, y una globalización forzosa y uniforme que esconde, en realidad, el American way of life (Costanzo Preve), el pluricentrismo económico y social se ve una solución intermedia y razonable para un desarrollo armonioso de los pueblos de la tierra. La legislación internacional dará preferencia a los sujetos soberanos que seguirán siendo, ante todo, los estados, pero también contemplará las relaciones entre los centros o bloques de cuya armonía global depende la existencia misma de la humanidad en una "hora de lobos" como esta, que conoce las armas nucleares.
Pero, además del pluricentrismo es preciso introducir la multipolaridad. Este concepto, tal y como lo entiendo, trasciende el plano económico, cívico, cultural, en donde un "Parlamento de la Humanidad" (Samir Amin) supere definitivamente la caduca e inoperante ONU. La multipolaridad se refiere directamente al Poder: es un concepto estrictamente geopolítico, aunque no puede desligarse del policentrismo anteriormente comentado.
El reconocimiento de una multipolaridad en el planeta Tierra implica por fuerza el redimensionamiento de los Estados Unidos y de sus círculos concéntricos de poder (USA-Anglosfera-"Tigres" capitalistas asiáticos-Europa). El orden de esos círculos es relevante: los vasallos de los círculos exteriores –países de Europa occidental- son los más débiles y expuestos a las provocaciones de los yanquis y a las consecuencias de una respuesta rusa, especialmente en el plano militar. Europa ha quedado desnuda después de 80 años de posguerra. Los norteamericanos, y muy especialmente Donald Trump, le han quitado un traje prestado. Es el eslabón más débil de la cadena de poder anglo-yanqui-sionista. Su función futura, de no darse una rebelión de los pueblos, consistirá en financiar con dólares el enorme agujero yanqui. Tal financiación de la deuda del amo se hará por medio de la compra masiva de armas americanas. El vasallo, además de suministrar dólares a la patria del dólar, pondrá su suelo como campo de batalla y amontonará cadáveres, los de sus hijos, los cuerpos muertos de su propia juventud, que murieron por el dólar reclutándolos quizá a la fuerza.
El número de víctimas civiles –"colaterales" en una guerra europea, posible III Guerra Mundial, es impredecible. La utilización de armas nucleares es más que probable si los incidentes transfronterizos siguen existiendo, y en escalada. Aunque se utilizaran armas nucleares de perfil bajo, y dicha escalada se frenara por medio de una rápida rendición de la OTAN, la conmoción en la psique colectiva del europeo será terrible. El europeo ya no está hecho para la guerra, y una nueva masacre además de la masacre ucraniana, creará el caos social, el colapso institucional y la guerra civil en muchos países, donde las élites hace tiempo que viven con prepotencia y alejamiento de los pueblos. De otra parte, existen ya diversas armas no nucleares, pero tampoco "convencionales" en el sentido técnico, cuyos efectos podrían ser igual de devastadores que las ojivas nucleares. Mientras la OTAN "sale de compras" en el supermercado americano de la Muerte, los rusos pueden, discretamente, guardar los ases en la manga sin que nosotros sepamos nada. La estupidez de nuestros líderes (véase la lista de Piqueras citada arriba) no tiene límites, acaso porque no son verdaderos líderes sino muñecos con forma humana que hacen hablar al capitalismo depredador. Un capitalismo depredador que, por cierto, también va a devastar a su propio núcleo, la nación de los Estados Unidos, dividida como nunca, carente de proyecto, envuelta en tensiones regionales, raciales, ideológicas.
El policentrismo deberá "provincializar" a los antiguos amos y tiranos. El Imperio occidental deberá dejarse de injerencias, autocentrarse. Cuidar de la salud democrática y bienestar de sus pueblos, olvidarse de sus inercias colonialistas y esclavistas, de su agresividad depredadora. América, sin la doctrina Monroe (dejar en paz a la América de habla hispana y portuguesa) y sin ocupación de Europa. Una Europa sin aires de grandeza, como un pobre hidalgo arruinado pero con ganas de seguir vivo, que tendrá que aprender a trabajar, y no vivir de rentas o abusos, arando los surcos de su propia tierra y procreando hijos. Israel, haciendo las maletas para salir de esa Tierra Santa, que también lo es de Cristianos y Musulmanes, dejando las armas en el suelo, reparando crímenes en la medida de lo posible, y compareciendo a un Nurenberg 2 para sionistas. Y la Anglosfera recomponiendo su sociedad civil nihilista e individualista, destrozada donde las haya, obligada también a reparar daños. La multipolaridad está ya imponiendo ese policentrismo. Los pueblos en lucha no podrán vencer al Imperio del Caos por separado. Su lucha anti-imperialista habrá de encauzarse dentro de su bloque. El multilateralismo y la construcción de un verdadero Derecho Internacional son pasos intermedios necesarios para el socialismo. Multipolaridad o Barbarie.



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Carlos Javier Blanco

Doctor en Filosofía. Universidad de Oviedo. Profesor de Filosofía. España.

 carlosxblanco@yahoo.es

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