La política estadounidense nos da la impresión que se encuentra en un punto de ebullición. Y la solución casi siempre opresiva o violenta que la caracteriza no aparece por ninguna parte. En ese sentido la presencia de Donald Trump con su estilo rompedor, continuación de su conducta hacia las mujeres, ha servido como catalizador para la intensificación de una polarización política y ha llevado el debate ideológico hasta la práctica de la violencia como fue la toma del Congreso de los Estados Unidos. Trump ha traído también un cambio determinante, en la política de ese país como es el paso de conductas más o menos encuadradas en leyes, al ejercicio de la voluntad presidencial, lo cual también es un elemento generador de violencia.
Recientemente le agregó a su conocido profundo recelo institucional, utilizado para impulsar cambios drásticos y transformar significativamente los organismos públicos existentes a su servicio, un inusitado y sin igual despliegue de fuerzas federales en su propio suelo nacional, que ha disparado las alarmas de políticos, población y analistas, quienes advierten sobre un riesgo elevado de conflicto interno y violencia política en las ciudades de Estados Unidos.
Esta situación actual es preocupante por varias dinámicas que están erosionando su hasta ahora no muy revoltoso mundo politico. El primer factor de riesgo es esa militarización del conflicto político. La decisión de enviar tropas o agentes federales a ciudades, a menudo en contra de la voluntad de los gobiernos locales y estatales, como en Oregón, difumina peligrosamente la frontera entre el orden civil y el poder militar. Esta acción se percibe como una provocación política que, lejos de calmar protestas, escala la tensión y radicaliza las posturas.
En paralelo, la población sufre una acentuada desconfianza institucional, que según encuestas se encarama en un 68 % de estadounidenses desconfiando del gobierno nacional. Se agrega una polarización política extrema donde los ciudadanos no solo discrepan del partido opuesto, sino que lo perciben como una amenaza existencial para el futuro del país.
Esta profunda desconfianza en pilares de la institucionalidad como el gobierno, el proceso electoral y el sistema de justicia es el ingrediente más volátil en esta inestabilidad creciente. Un síntoma directo de este deterioro es el aumento de la violencia política. Incidentes aislados pero graves, como los ataques contra legisladores como Melissa Hortman, el asesinato de Charlie Kirk, el atentado al propio Trump, demuestran que, la violencia se está normalizando como un método de participación política.
A pesar de la gravedad de los síntomas, todavía se descarta la posibilidad de una guerra civil, por lo menos en el sentido clásico. Para que se produzca una guerra civil moderna, se requerirían condiciones que actualmente se desconocen, aún si seguimos lo que dicen los expertos.
La principal diferencia radica en que no se presentaría una división territorial, pues EEUU no se divide en dos bloques territoriales uniformes. Las áreas "rojas" o republicanas y las grandes ciudades "azules" demócratas, están geográficamente separadas dentro de los mismos estados. Un conflicto, por lo tanto, estiman que no generaría líneas de frente definidas, sino una serie de guerras de guerrillas, insurrecciones y conflictos altamente localizados. Es lo que se supone.
Todavía no existen ejércitos organizados por facciones, así que de presentarse el conflicto se manifestaría como violencia crónica y dispersa de baja intensidad, alimentada por milicias, pequeñas células ideológicas y actores individuales, más que por dos fuerzas militares convencionales. Supuestos.
En el remate, se conjetura que al final no se dará una batalla campal entre estados o ejércitos. Sería una violencia política crónica y desorganizada, actuando como un veneno lento, socavando continuamente las instituciones y generando una inestabilidad permanente.
Así que la retórica divisiva de figuras como Trump y sus seguidores, junto con la escalada de la desconfianza, ya ha creado un entorno donde las tensiones se ventilan cada vez más a través de la intimidación y el acto violento, amenazando la paz civil y la integridad del manipulado y comercial proceso político en esa nación. El final no sabemos si será un enfrentamiento entre el Estados Unidos pobre contra el Estados Unidos rico.